Dedico
de forma monográfica la sección de Instantáneas de este mes a la experiencia
filológica más original y enriquecedora que he tenido hasta ahora. Hace unos
meses, el contratenor Carlos Mena me solicitó que colaborase con la producción
“De lo humano... y divino”. Nunca imaginé que recibiría una llamada del tipo:
“Tengo unos textos del XVII y necesito a un historiador de la lengua”. ¡Qué
propuesta más apetecible!
El
espectáculo es un homenaje al compositor madrileño Juan Hidalgo (1614-1685), que musicó textos de
dramaturgos de su tiempo como Salazar y Torres, Fernández de León, Juan Vélez
de Guevara... Estas piezas se han conservado en manuscritos, teatrales o
musicales, y a su vez han sido copiados por musicólogos o editores
literarios.
Algunos de ellos solo eran conocidos a partir de transcripciones hechas en las notas a alguna grabación moderna. Como director musical del espectáculo, Mena se encontró con algunos textos que no parecían completamente fiables y que necesitaban también (ay, esas oscuridades barrocas) explicaciones sobre su significado y contenido. Me gustó mucho explorar en busca de las fuentes, modificar algunas lecturas deturpadas, reordenar estrofas, aclarar sentidos...
Algunos de ellos solo eran conocidos a partir de transcripciones hechas en las notas a alguna grabación moderna. Como director musical del espectáculo, Mena se encontró con algunos textos que no parecían completamente fiables y que necesitaban también (ay, esas oscuridades barrocas) explicaciones sobre su significado y contenido. Me gustó mucho explorar en busca de las fuentes, modificar algunas lecturas deturpadas, reordenar estrofas, aclarar sentidos...
La semana pasada estuve en Madrid para ver la representación de la
obra, que se estrenó el 14 de mayo en el Teatro de la Zarzuela con buena crítica. Como
en la ópera, el espectáculo proyectaba en una pantalla los textos que se iban
cantando, e íntimamente algo se me removía cuando los cantantes decían esas
partes que yo había restituido. El director de escena Antón Rechi creó un envoltorio para el
espectáculo muy intelectual y rompedor, hirientemente barroco. La
instrumentación fue impecable; los bailarines, conmovedores; los cantantes, virtuosos.
Y yo sentada en la butaca daba las gracias a lo divino y a lo humano por ser
filóloga.
5 comentarios:
Para que luego digan que la Filología no tiene salida. Felicidades de nuevo, Lola.
Claro, ¡es que los filólogos somos necesarios!
Qué maravilloso es ver la filología en una cartelera. ¡Felicitaciones por el trabajo, Lola! Una pena estar tan lejos y perderme de este espectáculo.
Cariños.
¡Gracias, Verónica! Qué alegría volver a verte por los comentarios del blog
Lola, entiendo tu emoción. ¡Enhorabuena!
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