Las torrijas de mi madre, míticas como sus croquetas |
Perdón,
perdón, que he estado un tiempo sin actualizar el blog. Pero es que estaba...
¡comiendo torrijas! Estamos de vacaciones de Semana Santa: algunos aprovecharán para torrarse en la playa con este sol casi veraniego que nos ha
traído la primavera y olvidarse de los tostones del trabajo. Yo
este año me quedo en casa, descansando y midiendo el tiempo de otra forma: para
desayunar hay un zumo de naranja, en lugar del café apresurado de diario, y hay una torrija en lugar de la tostada.
Cada
uno a su manera en estos días acerca a su mundo y a su historia cualquiera de
los resultados del latín TOSTARE, a su vez venido de TORRERE. La tostada, la torrija,
el torrezno o tocino frito, los tostones o trozos de pan frito que dan su forma
al tostón o persona aburrida a quien no quieres ver en vacaciones...
En
el siglo XV Velasco de Taranto recomendaba en su Tratado contra la peste este remedio para tan terrible plaga: la tajada del pan tostada comida después de
la yantar sin bever. En el XVII Francisco Martínez Motillo escribía su
tratado de gastronomía citando aquí y allí a las torrijas como rebanadas de pan batirás dozena y media de huevos, y mojarás vna torrija en ellos (...) y echa
la torrija, y los huevos todo junto en la sartén,
hazerse ha como vna esponja. Decía en
el siglo XVI Eugenio de Salazar que cuando los hombres nos
hacemos al pan casero y al torrezno de las
mañanas no nos sacarán de casa aunque nos prometan (...) mil reses vacunas.
Comida
barata pero nutritiva, fruto de gestionar las casas con lo que había: el pan,
el huevo, el aceite, el tocino. Todo iba a la candela y salían las comidas que
están en torno a TOSTARE y TORRERE. Lo simple es a veces tan apetecible como lo
complejo. Y hacer simples las cosas, como queremos en este blog, es tan difícil
como no comerse una torrija en Semana Santa. Deja tu comentario...
11 comentarios:
Me gustan demasiado las torrijas, empapadas en miel.
Las torrijas están muy ricas.
En cuanto al verbo "torrar": nosotros decimos que nos gusta que el filete esté turrado. Y compramos garbanzos turrados: de hecho, en el pueblo a una familia la llaman "los turradores" porque el padre se dedicaba a eso.
Por cierto, soy de Salamanca.
Muchos saludos.
Lola, tus torrijas anuncian ya la Feria, con ese plato tan flamenco y pinturero...
Se os ve con muchas ganas de clase, ya veo, ja ja. Un abrazo y gracias a todos por los comentarios.
Lola yo suelo hacer torrijas estos días pero este año he fallado, así que no las probaré, porque, eso sí, las mias son las mejores: las rodajas de pan más bien durito se ponen a empapar en leche (fría) emulsionada con canela en polvo y azúcar moreno. Se van sacando a escurrir y entonces se pasan por huevo batido y a la sartén donde se doran. De ahí pasan a ser envueltas en azúcar con canela y ya están.Que no se turren ni que queden al socarrat.
Chus, por Dios, qué ricas. ¡Que no se turren! Pero de momento siguen ganando las de mi madre :) ja ja
Por supuesto las de las madres tienen privilegio y hasta servidumbre de paso y yo me inclino en caída interior ante ellas :) :)
Hola, merecido descanso y, cómo siempre, excelente crónica. Por cierto, en Venezuela le decimos TORREJAS. Son muy sabrosas, las venden pregoneros en la calle y están cubiertas con azúcar. Cordial saludo.
Torrejas era su forma medieval. Un abrazo
La primera vez que leí esta entrada me vinieron a la mente multitud de imágenes, todas ellas muy entrañables: recuerdos de familia asociados a la comida. Ese arroz con leche, esas torrijas, esa limonada de mi madre. El trajín en la cocina en estas fechas. Los olores a aceite caliente y a leche infusionada con canela. Las visitas entrando y saliendo de casa...Y no puedo más que pensar que las palabras tienen emociones, que las definen más allá de su significado, y que son capaces de transportarnos lejos: a nuestros recuerdos de infancia; y, al mismo tiempo, convertirse en un legado emocional a las siguientes generaciones: mi cocina también huele a torrijas y a arroz con leche y a limonada.
Qué rico también todo. Los olores de la cocina de la infancia son memorables. Y las palabras que dan nombre a esas comidas son nuestras primeras palabras.
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