sábado, 27 de abril de 2019

Expediente Luisito Hompanera

Es una de estas historias sin relevancia pero que podría, con la ficción y la documentación adecuadas, llegar a ser curiosa. Una buena compañera me regaló por mi cumpleaños una primera edición de uno de los libros infantiles de Celia escritos por Elena Fortún.  Cuando yo era pequeña aún se leían las colecciones de libros de Celia, pero nunca fue mi lectura, ya eran otros los libros preferidos entre los niños. Por eso, me acerqué con cierta curiosidad al libro de El mundo de Celia una noche de febrero. Sí, es el retrato de otra infancia: de niñas que hacen solo cosas de niñas, de rutinas domésticas que ya no se practican o nos resultan ridículas, pero también (¡qué grande como autora Elena Fortún!) verdades enormes que, como dichas por una niña, disfrazan críticas a la sociedad de ese tiempo, a los repartos sociales de mujeres y hombres... Pero os quiero hablar hoy por aquí de otra cosa, de eso que veis en la foto. (Si pincháis en la imagen la podéis ver más grande).
Es una estampa rota, escondida dentro del libro, que cayó de las páginas mientras leía. Luisito Hompanera en el anverso, y en el reverso la letra de una canción donde se imita el habla cubana. ¿Quién podría evitar la tentación de bucear en el personaje tratando de averiguar algo más? No saqué mucho: una referencia en prensa y la certeza de que Luisito Hompanera fue un cantante infantil de los años 30 que se movió por la escena madrileña.

Pero si hablo de esto en un blog que trata sobre historia de la lengua es porque esta clase de textos difícilmente supera su propia etapa de uso. Su conservación es azarosa, no suelen entrar en los archivos de documentación. Y aunque la Biblioteca Nacional tenga una curiosa colección (Ephemera) de tarjetas de invitación, recordatorios de comunión y similares, muchas de estas estampas se habrán perdido. La misma niña que asistió a ese espectáculo infantil donde cantó el niño Hompanera guardó la estampa en las páginas de su libro (¿por qué la rompería?); luego su libro fue revendido a un librero madrileño, mi compañera Marga tuvo el buen gusto de elegir ese libro para regalármelo, la obra con Luisito dentro se vino a Sevilla conmigo... Y ahora la estampa está en mi colección de escritura azarosa topada dentro de los libros. Así se van perdiendo o se van custodiando los documentos de otro tiempo. Y con esos azares se reconstruye la historia de un tiempo pasado.


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Es una de estas historias sin relevancia pero que podría, con la ficción y la documentación adecuadas, llegar a ser curiosa. Una buena compañera me regaló por mi cumpleaños una primera edición de uno de los libros infantiles de Celia escritos por Elena Fortún.  Cuando yo era pequeña aún se leían las colecciones de libros de Celia, pero nunca fue mi lectura, ya eran otros los libros preferidos entre los niños. Por eso, me acerqué con cierta curiosidad al libro de El mundo de Celia una noche de febrero. Sí, es el retrato de otra infancia: de niñas que hacen solo cosas de niñas, de rutinas domésticas que ya no se practican o nos resultan ridículas, pero también (¡qué grande como autora Elena Fortún!) verdades enormes que, como dichas por una niña, disfrazan críticas a la sociedad de ese tiempo, a los repartos sociales de mujeres y hombres... Pero os quiero hablar hoy por aquí de otra cosa, de eso que veis en la foto. (Si pincháis en la imagen la podéis ver más grande).
Es una estampa rota, escondida dentro del libro, que cayó de las páginas mientras leía. Luisito Hompanera en el anverso, y en el reverso la letra de una canción donde se imita el habla cubana. ¿Quién podría evitar la tentación de bucear en el personaje tratando de averiguar algo más? No saqué mucho: una referencia en prensa y la certeza de que Luisito Hompanera fue un cantante infantil de los años 30 que se movió por la escena madrileña.

Pero si hablo de esto en un blog que trata sobre historia de la lengua es porque esta clase de textos difícilmente supera su propia etapa de uso. Su conservación es azarosa, no suelen entrar en los archivos de documentación. Y aunque la Biblioteca Nacional tenga una curiosa colección (Ephemera) de tarjetas de invitación, recordatorios de comunión y similares, muchas de estas estampas se habrán perdido. La misma niña que asistió a ese espectáculo infantil donde cantó el niño Hompanera guardó la estampa en las páginas de su libro (¿por qué la rompería?); luego su libro fue revendido a un librero madrileño, mi compañera Marga tuvo el buen gusto de elegir ese libro para regalármelo, la obra con Luisito dentro se vino a Sevilla conmigo... Y ahora la estampa está en mi colección de escritura azarosa topada dentro de los libros. Así se van perdiendo o se van custodiando los documentos de otro tiempo. Y con esos azares se reconstruye la historia de un tiempo pasado.


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