En estos días nos ocupa en clase de Historia de la Lengua el estudio de los orígenes de las lenguas romances occidentales. Ningún idioma natural tiene una fecha de nacimiento exacta: para los romances nos orientan los textos que nos revelen ya un volumen de cambios respecto al latín tal que nos permita hablar de una lengua distinta, diferente a la lengua madre y capaz de ser denominada ya con un nombre distinto.
Dejar de ser latín y comenzar a ser romance: un proceso que se plasma desde el siglo IX en Occidente a través de unos textos muy especiales, textos cortos, a menudo con propósito privado, que dejan filtrar el habla vulgar tan distinta ya de la latinidad: una notita que un monje leonés escribió revisando el número de quesos que quedaba en la despensa común y cuántos se había llevado cada compañero (la Nodizia de kesos), una adivinanza copiada en los márgenes de un códice (el Indovinello veronese, muestra temprana de italiano veronés):
la aclaración a las palabras no entendidas en un texto latino (las Glosas) o una frase pintada en la iglesia de San Clemente de Roma para ilustrar un fresco de martirio con la frase Fili dele pute traite ('hijos de p., empujad', uno de los testimonios más tempranos de italiano), que aquí os pongo en una imagen:
Son microtextos muy reveladores, y a los que dedicamos mucha atención en nuestro recorrido por la historia del español. Más próximos a nuestro presente son los micropoemas que escribe la micropoetisa Ajo, que ayer visitó la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla para ofrecer un recital dentro del curso "La voz de los poetas" dirigido por Mercedes Comellas:
Con una decoración y una puesta en escena muy sorprendentes (luces, maracas contenedoras de "puntos suspensivos", besos de papel...), Ajo ofreció sus textos poéticos, cortos, concentrados y directos como el veneno, pequeños y muy bien hechos:
"Lo que pienso yo del amor que te lo cuenten mis venas"
"¿Y si corazón no fuese más que un aumentativo de la palabra coraza?"
"La mojama sabe a mar, que nos enseñe a las demás"
"Lo comprendí sólo hasta cierto punto. Concretamente hasta el punto G"
"En general veo mucho gusano y poca mariposa... lo noto desproporcionado"
"No me tires de la memoria que yo vengo del punk y la cresta la llevo en la lengua"
Enhorabuena,
Ajo, por la actuación y por tus libros (
Micropoemas y
Micropoemas 2). (El próximo recital dentro de este curso, de entrada libre, será el lunes próximo a las 19,30 en la Facultad de Comunicación: Luis García Montero).
Frente a la grandilocuencia con que periódicamente celebramos los aniversarios de otros textos, las muestras esquinadas de romance temprano nos testimonian lo significativo que puede ser lo pequeño. Ni para llenar las pizarras ni, como muestra Ajo, para llenar las aulas, son forzosamente necesarias las cosas grandes.
En estos días nos ocupa en clase de Historia de la Lengua el estudio de los orígenes de las lenguas romances occidentales. Ningún idioma natural tiene una fecha de nacimiento exacta: para los romances nos orientan los textos que nos revelen ya un volumen de cambios respecto al latín tal que nos permita hablar de una lengua distinta, diferente a la lengua madre y capaz de ser denominada ya con un nombre distinto.
Dejar de ser latín y comenzar a ser romance: un proceso que se plasma desde el siglo IX en Occidente a través de unos textos muy especiales, textos cortos, a menudo con propósito privado, que dejan filtrar el habla vulgar tan distinta ya de la latinidad: una notita que un monje leonés escribió revisando el número de quesos que quedaba en la despensa común y cuántos se había llevado cada compañero (la Nodizia de kesos), una adivinanza copiada en los márgenes de un códice (el Indovinello veronese, muestra temprana de italiano veronés):
la aclaración a las palabras no entendidas en un texto latino (las Glosas) o una frase pintada en la iglesia de San Clemente de Roma para ilustrar un fresco de martirio con la frase Fili dele pute traite ('hijos de p., empujad', uno de los testimonios más tempranos de italiano), que aquí os pongo en una imagen:
Son microtextos muy reveladores, y a los que dedicamos mucha atención en nuestro recorrido por la historia del español. Más próximos a nuestro presente son los micropoemas que escribe la micropoetisa Ajo, que ayer visitó la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla para ofrecer un recital dentro del curso "La voz de los poetas" dirigido por Mercedes Comellas:
Con una decoración y una puesta en escena muy sorprendentes (luces, maracas contenedoras de "puntos suspensivos", besos de papel...), Ajo ofreció sus textos poéticos, cortos, concentrados y directos como el veneno, pequeños y muy bien hechos:
"Lo que pienso yo del amor que te lo cuenten mis venas"
"¿Y si corazón no fuese más que un aumentativo de la palabra coraza?"
"La mojama sabe a mar, que nos enseñe a las demás"
"Lo comprendí sólo hasta cierto punto. Concretamente hasta el punto G"
"En general veo mucho gusano y poca mariposa... lo noto desproporcionado"
"No me tires de la memoria que yo vengo del punk y la cresta la llevo en la lengua"
Enhorabuena,
Ajo, por la actuación y por tus libros (
Micropoemas y
Micropoemas 2). (El próximo recital dentro de este curso, de entrada libre, será el lunes próximo a las 19,30 en la Facultad de Comunicación: Luis García Montero).
Frente a la grandilocuencia con que periódicamente celebramos los aniversarios de otros textos, las muestras esquinadas de romance temprano nos testimonian lo significativo que puede ser lo pequeño. Ni para llenar las pizarras ni, como muestra Ajo, para llenar las aulas, son forzosamente necesarias las cosas grandes.