miércoles, 7 de julio de 2010

Sanfermines e historia de la lengua

7 de julio... San Fermín.
La Iruña prerromana tiene en su topónimo la raíz vasca Ili, y los romanos la llamaron Pompaelo al refundarla, una de las pocas ciudades romanas de la zona montañosa del norte. Pamplona (Navarra) es el escenario de los famosos sanfermines. Como todos los años, los telediarios nos enseñan su arranque, nos dan noticia del chupinazo, mencionan a Hemingway y hablan de cómo han corrido los mozos ante los toros; en nosolodeyod, discretamente, nos vestimos de blanquirrojo para acordarnos de Navarra en nuestro recorrido por el pasado del idioma.
Navarra es un escenario lingüísticamente asociado a otros. Conviven históricamente, y hasta hoy, el vascuence y el romance. Ese romance venido del latín y puesto por escrito en la documentación medieval es llamado por muchos navarro-aragonés (aunque la etiqueta es conflictiva, como ha explicado F. González Ollé) por su vinculación con el romance del Reino de Aragón. El antiguo Reino de Pamplona, luego Reino de Navarra, tendía lazos con las monarquías asturianas, llegó en su área de influencia hasta La Rioja y desde mediados del siglo XIII fue gobernado desde Francia (por ello, la documentación oficial de esa época está escrita en gascón). Es, pues, una zona de cruce de influencias políticas, y, consecuentemente, lingüísticas. La escritura del romance varió notablemente cuando en 1512 Navarra se incorporó a la Corona de Castilla bajo Fernando el Católico y el romance navarro aceleró su confluencia con el castellano.
Enclave vasco-románico, romance navarro-aragonés, vestirse de blanquirrojo... parece existir un andar combinado, en cuadrilla, en la historia cultural de Navarra, igual que se combinaron la investigación sobre la lengua y sobre la literatura en la obra del distinguido filólogo Amado Alonso (1896-1952), que nació en un pueblo de Navarra, Lerín, y fue a morir exiliado en Arlington (Estados Unidos), tan lejos de España, porque en esas fechas había por aquí otros toros que lidiar.
¿Algún lector de nosolodeyod ha corrido alguna vez en los Sanfermines? ¿Debo suponer que no? ¿Estudiar la lengua o la literatura española es a veces tan heroico y complicado como salir airoso de una carrera en los Sanfermines? Deja tu comentario...
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7 de julio... San Fermín.
La Iruña prerromana tiene en su topónimo la raíz vasca Ili, y los romanos la llamaron Pompaelo al refundarla, una de las pocas ciudades romanas de la zona montañosa del norte. Pamplona (Navarra) es el escenario de los famosos sanfermines. Como todos los años, los telediarios nos enseñan su arranque, nos dan noticia del chupinazo, mencionan a Hemingway y hablan de cómo han corrido los mozos ante los toros; en nosolodeyod, discretamente, nos vestimos de blanquirrojo para acordarnos de Navarra en nuestro recorrido por el pasado del idioma.
Navarra es un escenario lingüísticamente asociado a otros. Conviven históricamente, y hasta hoy, el vascuence y el romance. Ese romance venido del latín y puesto por escrito en la documentación medieval es llamado por muchos navarro-aragonés (aunque la etiqueta es conflictiva, como ha explicado F. González Ollé) por su vinculación con el romance del Reino de Aragón. El antiguo Reino de Pamplona, luego Reino de Navarra, tendía lazos con las monarquías asturianas, llegó en su área de influencia hasta La Rioja y desde mediados del siglo XIII fue gobernado desde Francia (por ello, la documentación oficial de esa época está escrita en gascón). Es, pues, una zona de cruce de influencias políticas, y, consecuentemente, lingüísticas. La escritura del romance varió notablemente cuando en 1512 Navarra se incorporó a la Corona de Castilla bajo Fernando el Católico y el romance navarro aceleró su confluencia con el castellano.
Enclave vasco-románico, romance navarro-aragonés, vestirse de blanquirrojo... parece existir un andar combinado, en cuadrilla, en la historia cultural de Navarra, igual que se combinaron la investigación sobre la lengua y sobre la literatura en la obra del distinguido filólogo Amado Alonso (1896-1952), que nació en un pueblo de Navarra, Lerín, y fue a morir exiliado en Arlington (Estados Unidos), tan lejos de España, porque en esas fechas había por aquí otros toros que lidiar.
¿Algún lector de nosolodeyod ha corrido alguna vez en los Sanfermines? ¿Debo suponer que no? ¿Estudiar la lengua o la literatura española es a veces tan heroico y complicado como salir airoso de una carrera en los Sanfermines? Deja tu comentario...

3 comentarios:

MJGF dijo...

Depende de quién corra frente a los toros y dónde; no hay más que ver al tándem Cruise-Díaz en moto por las calles de tu Sevilla, esquivando toros y mozos de blanco y rojo...
MJ

S.M. dijo...

Como incondicional tuyo que soy, confesaré que me gusta ese tu estilo por el que ni siquiera te hace falta aprovechar que el Tormes pasa por Salamanca para meter baza. Pero digo yo que, ya puesta, podías haber hecho mención de Carlomagno y, por supuesto, la Chanson de Roland, que daba para mucho. Dicho sea ello sin asomo de crítica sino, al contrario, desde la más profunda devoción.

Santiago Maspoch

Lola Pons dijo...

Es una entrada antigua, de 2010. Pero me apunto el detalle para la versión impresa del blog. Mil gracias.

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