martes, 12 de enero de 2010

La historia de la lengua en los límites

Gran parte de los contenidos que hemos estado viendo a lo largo del primer cuatrimestre de Historia de la Lengua Española están relacionados con los efectos de los límites sobre la extensión de una lengua: hemos limitado las áreas de uso de las lenguas paleohispánicas, los límites del Imperio romano y el espacio latinohablante que consecuentemente surge de tales límites, hemos afinado un poco más observando cómo la Hispania Citerior y Ulterior fueron luego subdividas en provincias hasta la partición de Diocleciano, hablamos de los límites que separaron a suevos y godos, a árabes y a no árabes, a los del Reino de León y a los de Reino de Castilla.... Nos pasamos las clases redibujando las demarcaciones en los mapas. No siempre los límites administrativos coinciden con los lingüísticos, y, para la etapa del primer Medievo que hemos visto en clase ni siquiera hay separaciones claras ni romances claramente reconocibles como diferentes a un lado y otro de la frontera.
Pero la frontera nos plantea otras cuestiones también: ¿qué hay al otro lado?, ¿queremos cruzar el límite? Inevitablemente, nuestra forma de contar la historia adopta la perspectiva del que está “a este lado” de la frontera. Hablamos, por ejemplo, de “invasiones bárbaras” para dar nombre a la extensión de los pueblos germanos dentro de las fronteras del Imperio Romano; en alemán se llama Völkerwanderung, esto es, “migración de los pueblos”.
Un reciente libro de Roger-Pol Droit, Genealogía de los bárbaros. Historia de la inhumanidad (Paidós) se plantea cómo griegos, latinos y la historia posterior han ido cambiando su manera de definir a los bárbaros, a quienes estaban al otro lado del limes o frontera. De los bárbaros ridiculizados a admirados, los bárbaros y su ser como forma de discutir sobre la identidad propia, el reconocimiento occidental de que también somos bárbaros, la anulación consiguiente de la frontera entre bárbaros y no bárbaros, el nacimiento del concepto de barbarie, qué es la barbarie en el siglo XXI y por qué tendemos a “colocar la barbarie en un solo lado” son algunos de las líneas argumentales de este interesante ensayo.
El poema de K. Kavafis (1863-1933) “Esperando a los bárbaros” nos revela que hemos necesitado históricamente a los bárbaros y a las fronteras

Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

¿Dónde ponemos las fronteras para nuestra “Historia de la lengua española”? ¿Hasta qué punto nuestra Filología Hispánica nos hace insistir más en nuestras fronteras lingüísticas e ignorar lo que se acerca a la Filología Románica? Hay que limitarse para especializarse, pero ¿cuándo la especialización nos ciega sin dejarnos ver lo que hay más allá del límite?
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Gran parte de los contenidos que hemos estado viendo a lo largo del primer cuatrimestre de Historia de la Lengua Española están relacionados con los efectos de los límites sobre la extensión de una lengua: hemos limitado las áreas de uso de las lenguas paleohispánicas, los límites del Imperio romano y el espacio latinohablante que consecuentemente surge de tales límites, hemos afinado un poco más observando cómo la Hispania Citerior y Ulterior fueron luego subdividas en provincias hasta la partición de Diocleciano, hablamos de los límites que separaron a suevos y godos, a árabes y a no árabes, a los del Reino de León y a los de Reino de Castilla.... Nos pasamos las clases redibujando las demarcaciones en los mapas. No siempre los límites administrativos coinciden con los lingüísticos, y, para la etapa del primer Medievo que hemos visto en clase ni siquiera hay separaciones claras ni romances claramente reconocibles como diferentes a un lado y otro de la frontera.
Pero la frontera nos plantea otras cuestiones también: ¿qué hay al otro lado?, ¿queremos cruzar el límite? Inevitablemente, nuestra forma de contar la historia adopta la perspectiva del que está “a este lado” de la frontera. Hablamos, por ejemplo, de “invasiones bárbaras” para dar nombre a la extensión de los pueblos germanos dentro de las fronteras del Imperio Romano; en alemán se llama Völkerwanderung, esto es, “migración de los pueblos”.
Un reciente libro de Roger-Pol Droit, Genealogía de los bárbaros. Historia de la inhumanidad (Paidós) se plantea cómo griegos, latinos y la historia posterior han ido cambiando su manera de definir a los bárbaros, a quienes estaban al otro lado del limes o frontera. De los bárbaros ridiculizados a admirados, los bárbaros y su ser como forma de discutir sobre la identidad propia, el reconocimiento occidental de que también somos bárbaros, la anulación consiguiente de la frontera entre bárbaros y no bárbaros, el nacimiento del concepto de barbarie, qué es la barbarie en el siglo XXI y por qué tendemos a “colocar la barbarie en un solo lado” son algunos de las líneas argumentales de este interesante ensayo.
El poema de K. Kavafis (1863-1933) “Esperando a los bárbaros” nos revela que hemos necesitado históricamente a los bárbaros y a las fronteras

Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

¿Dónde ponemos las fronteras para nuestra “Historia de la lengua española”? ¿Hasta qué punto nuestra Filología Hispánica nos hace insistir más en nuestras fronteras lingüísticas e ignorar lo que se acerca a la Filología Románica? Hay que limitarse para especializarse, pero ¿cuándo la especialización nos ciega sin dejarnos ver lo que hay más allá del límite?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay algo inquietante en eso que dices: "Hay que limitarse para especializarse". Y esta afirmación es tan inquietante como cierta. ¿Y si alguien no quiere limitarse, aun a costa de la especialización?

En algún sitio he leído, creo que en los Pensamientos de Pascal o tal vez en Montaigne, que más vale saber poco de mucho que mucho de sólo una cosa, pues esto último equivale a una suerte de ignorancia.

A medida que ha ido pasando el tiempo, he ido alejándome en la medida de lo posible de la lengua y la literatura (materias en las que, se supone, tengo cierto grado de especialización). Cada vez me interesa más descubrir, aunque sólo sea en su superficie, temas como la filosofía, la psicología, la biología, la genética, la astronomía, la geometría, la informática incluso. Quizá sólo acabe por convertirme en un maestro Liendre, pero la dedicación exclusiva a la lengua y la literatura me hastían desde hace un tiempo. Necesito abrir los conocimientos y no cerrarlos, necesito desespecializarme, difuminar los límites, abarcar cuanto más mejor. Quiero que mi ceguera y mi limitación se vayan reduciendo poco a poco y que, allí donde no llegue el estudio y el conocimiento, llegue la creación literaria, el campo en el que nunca podrán existir los límites.

En otro orden de cosas, me gustan bastante estas preguntas que haces al final de las notas y que desbaratan los límites del tema que propones en el título. Fiel a ese espíritu, mis respuestas nunca están relacionadas con la intención y la temática del blog. No sé si lamentarlo o alegrarme por ello. En todo caso, gracias por animarme a la reflexión.

Lola Pons dijo...

Es difícil decidir si lo más pertinente es acercarse más al libro para conocer hasta el último detalle del grosor de sus letras o separarse de él para relacionarlo con los que están colocados junto a él en las estanterías poco clasificadas. La ceguera a la que aludes me parece muy difícil de evitar; sobre todo, porque el propio tiempo no nos deja ampliar la lente tanto como quisiéramos. No obstante, como intenta mostrar este blog, no todo es yod (ni siquiera en la Historia de la Lengua). Particularmente, he aprendido mucha Historia de la Lengua fuera de las fronteras de la disciplina, aunque reconozco que es (debilidad mía) la disciplina menos limitada y más obligada a comunicarse con la historia política y social, la literatura, la filosofía.... Un saludo, como siempre.

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