Fue hace unas semanas, en un
viaje en tren desde Málaga. Abro el ordenador:
25 correos por contestar, trato de no tener nunca más de doce en la bandeja de pendientes,
así que comienzo a despejar mensajes. Alguien me manda un vínculo a una noticia, la de un invento que puede transcribir
automáticamente páginas de manuscritos. ¿En serio? ¿Transcripciones de
manuscritos antiguos? La noticia es
esta y habla del proyecto Carabela, que me hace recordar la historia de la fragata
Mercedes, que tantas veces he narrado como respuesta a la impertinente pregunta
de para qué sirven las Humanidades: valen
para descubrir y retener tesoros. Sobre el tren cae la luz de mediodía y no me
apetece seguir contestando más correos, así que visito las pestañas de medios
digitales que tengo almacenadas en algún lugar del navegador. Yawar Para, Kilku Warak’aq, Qosqomanta runasimipi harawi t’ikrachisqa,
ch’ullanchasqa kayninp. No, no te has equivocado al leer. Esto sigue siendo
Nosodeyod y esa lengua es quechua. Las noticias me dicen que en Perú, en la
Universidad de San Marcos alguien ese día estaba defendiendo su tesis doctoral en
esa lengua, y estaba nervioso porque era la primera vez que esto ocurría. Lo
contaba aquí
el diario peruano El Comercio, que
llama tesista a quien defiende esa
tesis. Hasta hoy no había tenido contacto con esa palabra pero decido adoptarla. Busco en Google,
me acuerdo de conferencista, la
palabra americana que convive con conferenciante.
Miro por la ventanilla, me hacen gracia esas diferencias morfológicas; si estoy
en el tren es porque vengo de conferenciar, así que de repente me tengo por
conferencista.
Vuelvo a las noticias: en la Universidad de Concepción, en la región del Bío Bío, en Chile, alguien descubría en una biblioteca un fondo documental de relevancia. Se narraba en La Tercera de Chile, aquí. Al mismo tiempo, en Twitter, alguien enredaba, o, como decía un usuario colombiano, chicaneaba a los partidarios de Macrí por no saber entender textos; la polémica hacía que en Argentina (¡cómo no!) Saussure, el mismo Ferdinand de Saussure se hiciera tema del momento en Twitter. Lo contaba el periódico argentino Clarín aquí. Me adormilo, el altavoz me despierta: estamos llegando a Sevilla, voy cerrando bolsos y pantallas. ¿De dónde vengo, dónde he estado? No salí de Andalucía pero las redes me trajeron, volando, otros mapas del español.
Vuelvo a las noticias: en la Universidad de Concepción, en la región del Bío Bío, en Chile, alguien descubría en una biblioteca un fondo documental de relevancia. Se narraba en La Tercera de Chile, aquí. Al mismo tiempo, en Twitter, alguien enredaba, o, como decía un usuario colombiano, chicaneaba a los partidarios de Macrí por no saber entender textos; la polémica hacía que en Argentina (¡cómo no!) Saussure, el mismo Ferdinand de Saussure se hiciera tema del momento en Twitter. Lo contaba el periódico argentino Clarín aquí. Me adormilo, el altavoz me despierta: estamos llegando a Sevilla, voy cerrando bolsos y pantallas. ¿De dónde vengo, dónde he estado? No salí de Andalucía pero las redes me trajeron, volando, otros mapas del español.
3 comentarios:
No hace mucho comencé a leer su libro, el cual fue un gran apaño para este año en que no estuve apegado mucho a la lectura mas que para lo necesario en mis labores.
Me he interesado nuevamente en la lectura de bases, es grato profundizar en la lengua española de manera intuitiva o segmentada como la que he visto en su obra.
Puedo ahora continuar escribiendo poesía con más confianza, hecho del vocabulario que he podido recordar pasando las páginas de 'Una lengua muy larga'.
Sin más por acotar, me despido.
Agradable texto. Saludos.
Vaya rap de lenguas que has clavado!
El tren, el viaje, ese sol y todos los astros se han alineado en tu cabecita para inspirar este delicioso trabajo.
Qué grande eres, Lola!
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