Hay
ciudades que he visitado más
por trabajo que en mi tiempo libre y de las que tengo muchos recuerdos
filológicos. De todas las ciudades españolas, y después, obviamente, de
Sevilla, para mí Salamanca es mi lugar filológico. Y lo es por razones
exclusivamente personales. Cuando el ingreso como profesor titular se hacía por
una acreditación a partir de tres exámenes orales en la ciudad de España donde
por sorteo tocase cada año, yo me presenté a las oposiciones a titular en la
ciudad de Salamanca. Eso fue de febrero a mayo de 2007 y cada viaje desde
Sevilla hacia arriba por la Vía de la Plata implicaba que había pasado el examen anterior. Ahora recuerdo con más
ternura que inquietud el miedo antes de cada prueba, cuando esperaba a que me
llamaran para actuar en esa aula del Palacio Anaya que está de fondo en la foto. Volver a Salamanca tiene para mí desde
entonces ese recuerdo asociado a la oposición en que me hice funcionaria.
El
caso es que septiempre ha comenzado de manera muy salmantina para mí, porque un
grupo de ocho miembros de nuestro proyecto de investigación, Historia15, hemos
participado en el interesantísimo Congreso de la Sociedad Española de Estudios
Medievales y Renacentistas (Semyr). En concreto, hemos asistido los doctorandos Inés Navarro di Meo y Ana Romera Manzanares y los doctores Blanca Garrido Martín, Jaime González Gómez, Marta López Izquierdo, Álvaro Octavio de Toledo, Consuelo Villacorta, así como esta que escribe.
Bajo el panel de título “La escritura elaborada en español de la Baja Edad Media al Renacimiento” nos hemos ocupado de variantes textuales que se ponen al servicio de la investigación lingüística. Hemos estado por Salamanca, hemos disfrutado del congreso, hemos oído un recital del Poema de Fernán González hecho por Antonio Rossell y hemos contactado con medievalistas de literatura. Aproveché para fotografiar paisaje lingüístico tan curioso como este:
Bajo el panel de título “La escritura elaborada en español de la Baja Edad Media al Renacimiento” nos hemos ocupado de variantes textuales que se ponen al servicio de la investigación lingüística. Hemos estado por Salamanca, hemos disfrutado del congreso, hemos oído un recital del Poema de Fernán González hecho por Antonio Rossell y hemos contactado con medievalistas de literatura. Aproveché para fotografiar paisaje lingüístico tan curioso como este:
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| Niños expósitos. |
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| Calle Tentenecio. Pienso mandar a esa calle a mucha gente |
Cuando veo que nuestros estudiantes de grado se hacen los viajes de fin de carrera a alguna playa perdida pienso que un gran viaje filológico sería ir de Sevilla a Salamanca, y de Salamanca a Italia, como fue Nebrija, y de allí a cualquier lugar donde se celebre la filología con generosidad.



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