Para
mí es como el inicio de la temporada de buen tiempo. La primavera asoma la
patita, toda Sevilla se echa a la calle, yo salgo de clase por la tarde y me
doy el regalo de tomarme de vuelta a casa un helado. Cucurucho en mano, paseo
por el centro con tranquilidad viendo cómo empieza a acelerarse en la calle el
trajín de gente que va buscando preparar atuendos, viajes y encuentros para las
fiestas que se avecinan: la Semana Santa y la Feria. En ese ajetreo es común
toparse con quien lleva para su casa el capirote recién comprado para la ropa
de nazareno. (Como sabéis, quienes salen en las procesiones de Semana Santa en España
suelen llevar en la cabeza esa estructura cónica, hecha de cartón, sobre la que
se pone la tela del antifaz para taparse la cara. Es un uso antiguo, con el que
se trata de remedar los escarnios que sufrió Jesús hasta la cruz).
Solo
con la Historia de la Lengua puede explicarse de forma científica esa conexión
sentimental que para mí se da entre el cucurucho que me zampo y el capirote que
se pasea en las manos de un sevillano.
Capirote viene de la familia léxica de capa. Entre derivados como capilleja, caperuza, capote, capirón,
caperote y similares tenemos a este capirote
copiado desde capirot, del occitano,
lengua romance. Y ese referente del
capirote fue llamado también cucurucho
en otro tiempo; así, en el primer Diccionario
de la Academia (1726-1739) se definía así esta palabra: Papel o cartón revuelto de forma que remata en punta por un lado, y
ancho por la boca. Los de papel sirven para dar recado en las tiendas de
confitería o mercería, y los de cartón largos como de una vara, o mayores, para
capirotes de diciplinante o penitente.
Cucurucho es una palabra muy simpática, por lo
menos si la comparamos con el equivalente que tienen otros idiomas para llamar
a ese barquillo para el helado (por ejemplo, el alemán Tüte, ‘bolsa’, o sea, pides algo así como una bola de chocolate en
una bolsa...). Es derivado de cuculla (cogulla, ‘capucha’) que conoció variantes
como cucurulla en catalán o cucurucho en español.
Hubo,
pues, en otro tiempo, cucuruchos y capirotes para los penitentes. Hoy los
primeros son los recipientes de los helados y, en mi caso, el lugar donde se
mete el simbólico arranque de un tiempo distinto, con otra luz y con otros
ritmos.
¿Y
tú? ¿Eres de ponerte capirote o de tomarte un cucurucho? ¿Qué palabras o usos
lingüísticos de Semana Santa tienes por más particulares o te hacen más gracia?
¡Al cielo con tu comentario!
3 comentarios:
Bonita entrada, Lola. Yo en este tiempo soy de capirotes y torrijas. Para los cucuruchos me reservo el verano. En cuanto a los usos lingüísticos de la Semana Santa, creo que las jergas cofradieras bien podrían ser objeto de estudios léxicos.
Un abrazo y buena Semana Santa
Antonio
Pero yo en ese lenguaje me pierdo: cabildos, diputados de tramo... ¡Nazareno, dame un caramelo! Eso sí que me lo sé...
En León, los miembros de las cofradías que procesionan, se llaman papones.
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