Francisco Rico, el más famoso editor del Quijote y posiblemente el hispanista más conocido para los estudiantes de Filología, aceptó hace meses ser entrevistado para Nosolodeyod. Algunas de las preguntas de este cuestionario fueron realizadas por los alumnos de Historia del Español II de la Universidad de Sevilla. Hemos hablado con él de Filología, de la universidad, de las jóvenes vocaciones y de poesía...
De todos los personajes que aparecen en el Quijote,
¿con cuál se siente más identificado y qué personaje podría perfilar cada etapa
de su vida? (Pregunta de Dafne
Benjumea) Me
identifico con el bachiller Sansón Carrasco, que es un Jaimito que está allí procurando complicarlo todo, divirtiéndose
mucho. De joven quizá me hubiera gustado ser el capitán, que es como un
trasunto de Cervantes; de viejo me gustaría ser don Quijote y morir como él en
la cama recibiendo los sacramentos, a la antigua.
Por desbarrada u original, ¿qué interpretación de El
Quijote le ha sorprendido más? No hay estupidez
que no se haya dicho del Quijote. Hay
interpretaciones resueltamente esotéricas: que es una epopeya de los judíos
conversos, una alegoría de la conquista de América... En una interpretación
vieja, que llegó de Francia a España, hay quienes han visto en el Quijote una
sátira contra la nobleza española con la corte de Felipe III al fondo. Por otro
lado, no es digna de ser echada en saco roto la interpretación hecha por un
gran conocedor del texto, Bienvenido Morros, que tiene un libro donde dice que
el Quijote enloqueció por no desahogarse en su vida sexual, es una venada
erótico festiva hecha por un filólogo de gran categoría.
¿Cuándo y cómo aprendió Historia de la lengua? Yo me hice la
carrera completa en primero; estudié el Navarro
Tomás, el Manual de fonología
histórica de don Ramón, el Lapesa
y aprendí a transcribir; en Sintaxis estudié el Gili Gaya. Toda esa materia me la estudié en primero y la tenía muy
practicada cuando me llegaron esas asignaturas. Me muevo bien para la Fonética
Histórica pero nunca me he defendido bien con la sintaxis, y con la morfología:
como cuando en Bachillerato me explicaron los pronombres y adjetivos me fui de
viaje con mi abuelo nunca he acabado de distinguirlos...
¿Qué actitud tiene hacia los usos lingüísticos
actuales? Puede
parecer presunción y lo es, pero me juzgo con sensibilidad lingüística. Me
considero una de las grandes autoridades en lingüística, no por mis estudios
sino por ser hablante de verdad de la variedad castellana y luego por haberla
purificado mucho con buenas lecturas. Yo soy castellano viejo y familia de
castellano viejo, por consiguiente tengo buen fundamento: estudié algo de
lingüística, he leído a los clásicos, tengo buen oído, por eso me considero
norma del buen castellano. He vivido muchos años en Barcelona, he desarrollado
capacidad de percepción y he procurado mantenemerme virgen impoluto de la
posible influencia de otra variedad. Veo el juego de palabras en cualquier cosa
que diga el otro y me precio de tener buen oído; soy buen improvisador de
versos, jugaba con Carlos Barral a que uno golpeaba sobre la mesa un verso y el
otro sacaba qué verso era. De la lengua moderna, me molesta que la gente no sea
dueña de su lengua, lo mismo en España que en Italia no me gusta que la gente acate
lo que se les dice sin mostrar capacidad de reacción. Dicen ahora en España boca a boca por de boca en boca, me dispara los nervios que la gente no vea que eso
es falso y se ha impuesto no sé cómo, igual que se generaliza echar a faltar. Eso sí: en la duda de andó o anduvo siempre defiendo que se dice andó, pero que queda más pijo decir anduve y apegarte a una tradición que debería ser la norma de
funcionamiento de la lengua.
¿Qué le recomendaría a los alumnos que algún día se
quieran dedicar, al igual que usted, a la investigación literaria? (Pregunta de Myriam Collantes de Terán) No tengo consejos
prácticos, pero sí puedo aconsejar dos cosas: que lean muchos textos y que lean
también mucha bibliografía. En mis tiempos era muy bueno leer las revistas de
filología (la Revista de Filología
Española de la primera época, la Nueva
Revista de Filología Hispánica, Zeitschrift
für romanische Philologie, Romance
Philology...). Yo aprendí muchísimo con revistas, me compré entera la Nueva Revista de Filología Hispánica y
la leí toda. Leer revistas te da muchas perspectivas para ir viendo por dónde
van los tiros. Si alguien va a estudiar el Marcos
Obregón de Vicente Espinel, le recomiendo (aunque parece una blasfemia) que
lea primero la bibliografía, y luego ya lea bien el texto, contrastando lo que
ha leído y sacando sus propias ideas. De leer el Marcos de Obregón (que, por otro lado, es bastante soso) y luego la
bibliografía pueden salir muchos errores. No recomiendo la lectura inocente.
Usted investigó en el libro “Nebrija contra los
bárbaros” sobre el canon de gramáticos nefastos medievales, ¿se anima como
nuestro sevillano Nebrija a hacer la relación de barbaries que amenazan hoy a
la enseñanza de las letras? Estamos dominados por los medios de consumo
inmediato, que nos imponen deportes, músicas y formas de vida estandarizadas de
arriba para abajo, que no responden a una cultura que brota y se desarrolla
espontáneamente, nacida de la sociedad sino a algo metido e impuesto... eso
deja poco espacio para la cultura tradicional y menos para la literatura, la
lengua, las humanidades, la cultura. Los estudiantes llegan a las universidades
o a los institutos con unas lagunas terribles, y contra eso no se puede luchar:
la sociedad es así. Ya expliqué esto en un trabajo mío (“Fragmentos y vínculos”,
de 2010). Yo digo que si un profesor de literatura goza de verdad con la
literatura y se entusiasma con un libro, comunicará perfectamente ese
entusiasmo. He propuesto otro tipo de enseñanza de literatura y lengua con
muchos fragmentos que intentemos vincular entre sí. Pienso que hay que imitar
las formas de difusión y retención de esa cultura que nos parece insustancial
(porque sin duda lo es); no creo que haya que volver a los viejos métodos de
enseñanza, hay que renovarlo todo. Yo soy viejo y creo que ya hice en su día lo
que tenía que hacer, pero hay que pensar en un sistema nuevo, que corresponda a
la sociedad. No debemos pensar que en 140 caracteres podemos transmitir la
literatura, tampoco puede hacerlo la pantalla de Facebook, pero hay que montar
formas de comunicar que utilicen no esos medios sino los principios en que se
basan esos medios...
¿Confía en la universidad actual? Confío en la
universidad: me he sentido siempre muy universitario y creo en la universidad
pública: ayudé en su momento a fundar la Universidad Autónoma de Barcelona,
pero es evidente que hay que cambiarlo todo mucho. Tiendo a pensar en un
sistema como el norteamericano, con colleges de tres años tras lo cual a la
inmensa mayoría de los estudiantes no le interesa seguir, y al que quiera hacerlo
se le ofrece el doctorado, las altas escuelas de especialización... Claro que
la universidad funciona, y muy bien incluso, dada la situación: se producen
cosas, se investiga pese a las trabas y la gente acaba las carreras con una
cierta capacidad profesional. Pero ahora no sabemos para qué les enseñamos.
Cuando yo estudié, uno de mis maestros (Blecua) daba por supuesto que todos
íbamos a ser profesores de instituto; cuando empecé a enseñar sabía muy bien
qué tenía que hacer con los alumnos. Ahora se ha perdido ese horizonte y ya no
sé qué enseñarles ni para qué les enseño. Las pocas clases que di los últimos
años me cansaban por la falta de objetivo.
En sus Coplas, Jorge Manrique decía que las ficciones
traen sabores de yerbas secretas. Su segundo apellido es “Manrique”, díganos qué
yervas de la ficción lo siguen envenenando. De las hierbas secretas me sigue gustando la
poesía en proporciones moderadas, e incluso sigo escribiendo poesía satírica.
He vivido desde joven entre escritores, de una generación anterior a la que me
corresponde: Jaime Gil de Biedma, Ana M.ª Matute, Carlos Barral, los Goytisolo,
y el que más he querido y admirado: Juan Benet. La ficción cada día me gusta
menos porque me cuesta mucho leer novelas; me interesa más la prosa de hechos
reales, la buena prosa narrativa de historiadores españoles modernos como Álvarez
Junco o el historiador de la literatura José-Carlos Mainer... Disfruto mucho
una buena prosa incluso tan artificiosa como la de Azorín o la de catalanes
espléndidos como Josep Pla, quizá el mejor prosista del siglo. En fin, mis yervas secretas son las menos secretas.
Un verso para terminar. Porque sepas que siempre te he querido. Es un verso
español de una historia rarísima: un endecasílabo que nadie sabe de quién es y
que no se documenta nunca en España. Lo cita Valerie Larbaud en una novela
preciosa, Fermina Márquez, luego
Eugene Montale (ambos eran amigos) y el ensayista y poeta irlandés Cyril
Connolly, que pudo usar a Larbaud como fuente. Me preguntaron una vez por este
verso, hice indagaciones con Pere Gimferrer y Andrés Trapiello pero no pudimos
encontrar nada. Tal vez no sea de un poeta sino de una canción, un cuplé del
estilo de Tórtola Valencia.
Agradecemos al profesor Rico
su disponibilidad para ser entrevistado en este blog
3 comentarios:
No soy tan tonto como parezco. Francisco Rico
[Hasta ahora que he podido volver a pasarme por aquí, no recordaba que tenía pendiente aquella firma que en su momento no se podía poner :( ¡Allá va! Mejor tarde que nunca :)]
¡Hola, Lola!
Interesantísima entrevista. Las sabias palabras de don Francisco Rico deberían ser leídas por todo el mundo (no solo por quienes formamos parte del mundo de las letras) y servir como norma principal a los más jóvenes que, como bien comenta el profesor, están sumergidos en una sociedad basada en continuas imposiciones. Para mí, una frase a destacar es la siguiente: "por ser hablante de verdad de la variedad castellana y luego por haberla purificado mucho con buenas lecturas".
Le agradezco a don Francisco su respuesta y a ti Lola el haberla incluido. No conocía algunas de esas revistas y nunca es tarde para comenzar nuevas lecturas ¿Sabes dónde podría encontrar el verso que ha comentado al final de la entrevista? Me he quedado con la intriga.
Cordiales saludos.
Qué suerte haber tenido un abuelo así.
Aunque le robase los adjetivos y los pronombres.
Pecata minuta.
María T.
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