domingo, 31 de octubre de 2010

Explicando las características de los fantasmas

En la entrada de hoy vamos a intentar aclarar, para calmar a la población asustadiza en la noche de Halloween, la diferencia entre un fantasma y una palabra fantasma. Las palabras fantasma o fantasmas lexicográficos son palabras que nunca se han usado en nuestro idioma, que jamás nadie pronunció o escribió y que por errores en la lectura de un texto, en la impresión de un libro o por cualquier azar ajeno al idioma se han colado en los diccionarios y se han mantenido durante siglos. En este artículo de P. Álvarez de Miranda podemos encontrar varios casos pormenorizadamente descritos. Por ejemplo, la palabra amarrazón figuró durante años en el diccionario de la Real Academia Española con el significado ‘conjunto de amarras’ y era mera errata al leerse la frase del Quijote “cortar la amarra con que este barco está atado”. En otras ocasiones, la palabra existe y se usa pero el fantasma está en uno de los significados que se da, como muestra Javier Rodríguez Molina en este trabajo. Ocurre para el español decocción que significa en español ‘acción de cocer’ pero que desde 1936 apareció en los diccionarios con un significado más: ‘amputación de un miembro’, acepción fantasma que procede de la confusión con decolación, sinónimo de degollación que sí significa, en efecto, ‘corte de la cabeza’. Eran dos palabras contiguas en la lista de voces definidas en el DRAE y el significado de una “subió” como acepción a la palabra anterior, fue un mero lapsus azaroso de imprenta. Con instrumental menos sofisticado que el usado por los Cazafantasmas de la peli de 1984, sin uniforme ni actitud brigadista, también hay persecución de fantasmas entre los historiadores de la lengua, como vemos.
Los fantasmas y las palabras fantasma son claramente criaturas distintas, lo que se muestra en que, a diferencia del fantasma convencional, la palabra fantasma no es antropomórfica ni nebulosa, no provoca miedo ni es hostil al que la lee y no se percibe extrasensorialmente sino visualmente en la página impresa del diccionario. Cuando alguien dice haber visto un fantasma despierta el mismo general escepticismo que cuando se descubre una palabra fantasma. De hecho, muchas demostradas palabras fantasma siguen en los diccionarios sin que nadie se haya convencido a borrarlas.
Apostilla fantasmal: una lectura muy recomendable, para las tardes del invierno que se avecina: Cuentos de fantasmas de Montague R.James, quien se aficionó a escribir historias clásicas de criaturas fantasmagóricas y de sus efectos en la umbría y boscosa Inglaterra victoriana. James fue profesor de Eton y Cambridge y, como sabemos los que trabajamos en el mundo universitario, estaría más que acostumbrado a ver fantasmas... ¿Alguna experiencia con fantasmas léxicos? Deja tu comentario...

3 comentarios:

  1. Enhorabuena por tu blog, me sirve de grata compañía en las largas noche de insomnio. Al leer tu última entrada he encontrado fuerzas para preguntar por el fantasma de un "fantasma" que me cuentan lleva varios siglos vagando por las estrechas calles del sevillano barrio de Santa Cruz, que formó parte de mi pasado y que el tiempo aún no logró borrar de mis pensamientos. Decirme, si no es molestia, si lograís saber de él. Feliz día de todos los Santos. Atentamente

    Inés de Ulloa.

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  2. Mi querida doña Inés, tan joven y ya lectora insomne de blogs. Ya por el Barrio de Santa Cruz más que don Juan quien vaga es Ciuti vendiendo abanicos y postales manidas a los turistas. Olvídate de don Juan, que era un ripioso. Un saludo admirado. Lola

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  3. Lo más parecido a un fantasma lexicográfico que recuerdo es "Hepila", palabra que aparece en la primera edición del Quijote y que después alguien (no sabemos si el propio Cervantes) corrigió; no sabemos por tanto si la pobre Hepila existió para don Miguel o no.

    Me apena que esta sea la única "entrada premiada" sin comentarios dentro de la fecha; espero que no se trate de una entrada fantasma en la que, por alguna extraña razón, los comentarios no salen a la luz.

    En cuanto a don Juan, gracias a Inés (y a Zorrilla) está en el cielo, y no en uno cualquiera, sino en el de Sevilla. Dejémosle descansar por el bien de las mujeres. Curioso que el don Juan más infiel al mito sea a la vez el más fiel.

    Enhorabuena por el regalo de los libros. Iniciativas como esta hacen posible que dentro de 200 años no tengan que preguntarse si "generosidad" o "gratuidad" fueron o no palabras fantasma.

    Manuel

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