viernes, 29 de abril de 2016

Organizarse (II): Cinco cosas que no hago

Continúo con mi entrada anterior sobre la organización del tiempo de una historiadora de la lengua. Esta parte que completa el decálogo reúne las cinco cosas que no hago con mi tiempo:
1. No trabajo los fines de semana. Adelantando trabajo el finde no consigues tener mucho menos trabajo, sino llegar cansadísima al lunes y rendir peor. Disfruto con muchas cosas que no son la Historia de la lengua, y la oportunidad para saborearlas con intensidad está en el fin de semana. Un principio asimilable a este me lo aconsejaron hace años: no te permitas ni medio trabajo ni medio descanso.
2. No digo que sí si quiero decir que no. Tengo mi agenda llena, sí, pero puedo decir que todo lo relevante que hay en ella lo quiero hacer. Voy a los congresos que me gustan y publico sobre los temas que me gustan. Desde hace años, además, puedo elegir las asignaturas que me gustan. Eso es una fortuna, lo sé, y una de las razones por las que para mí #FilologíaMola.

3. No mezclo la casa con el trabajo. Buena parte de mi trabajo de investigación lo hago en mi casa, y eso supone trabajar en el mismo sitio donde podrías ponerte a organizar armarios, lavadoras o comidas. Pues no. Yo comienzo mi jornada a las 9, antes de esa hora organizo cuanto puedo de la casa. A partir de esa hora, la casa no existe.
4. No descompenso la balanza. Dedico dos días a la semana a la investigación, dos días a las clases (donde incluyo a mis doctorandos, TFM...) y un día a un apartado de “otros”. Este principio es la parte del decálogo más difícil de respetar, porque hay etapas donde se me acumulan más tareas de un tipo que de otro, y también porque hay temporadas donde tengo muchos compromisos que me obligan a viajar y eso desconcentra notablemente.
5. No desprecio el tiempo, por corto que sea. Es cierto que trabajo mejor cuando tengo mucho tiempo seguido por delante, pero ya he asumido que no siempre dispongo de ese precioso recurso. Así que aprovecho todo. Si tras corregir ejercicios de los alumnos, solo me ha sobrado media hora, aprovecho para empezar a maquetar el ejemplario de la semana próxima, revisar la agenda, esbozar una entrada del blog o empezar a fichar datos para mi próximo artículo. Cualquier trayecto largo empezó por un paso pequeñito.
Muchos de estos principios eran inasumibles para mí cuando era becaria de investigación, cuando di clases fuera de España o cuando estaba consolidando mi carrera. Pero en cuanto pude permitírmelo, me lo empecé a aplicar. No sé si es un decálogo generalizable, pero a mí me funciona. Nunca tengo la sensación de estar perdiéndome algo y la vida, pese a sus golpes, sigue subiendo de volumen. 
¿Que cosas no haces tú con tu tiempo y tu agenda? Deja tu comentario 
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Continúo con mi entrada anterior sobre la organización del tiempo de una historiadora de la lengua. Esta parte que completa el decálogo reúne las cinco cosas que no hago con mi tiempo:
1. No trabajo los fines de semana. Adelantando trabajo el finde no consigues tener mucho menos trabajo, sino llegar cansadísima al lunes y rendir peor. Disfruto con muchas cosas que no son la Historia de la lengua, y la oportunidad para saborearlas con intensidad está en el fin de semana. Un principio asimilable a este me lo aconsejaron hace años: no te permitas ni medio trabajo ni medio descanso.
2. No digo que sí si quiero decir que no. Tengo mi agenda llena, sí, pero puedo decir que todo lo relevante que hay en ella lo quiero hacer. Voy a los congresos que me gustan y publico sobre los temas que me gustan. Desde hace años, además, puedo elegir las asignaturas que me gustan. Eso es una fortuna, lo sé, y una de las razones por las que para mí #FilologíaMola.

3. No mezclo la casa con el trabajo. Buena parte de mi trabajo de investigación lo hago en mi casa, y eso supone trabajar en el mismo sitio donde podrías ponerte a organizar armarios, lavadoras o comidas. Pues no. Yo comienzo mi jornada a las 9, antes de esa hora organizo cuanto puedo de la casa. A partir de esa hora, la casa no existe.
4. No descompenso la balanza. Dedico dos días a la semana a la investigación, dos días a las clases (donde incluyo a mis doctorandos, TFM...) y un día a un apartado de “otros”. Este principio es la parte del decálogo más difícil de respetar, porque hay etapas donde se me acumulan más tareas de un tipo que de otro, y también porque hay temporadas donde tengo muchos compromisos que me obligan a viajar y eso desconcentra notablemente.
5. No desprecio el tiempo, por corto que sea. Es cierto que trabajo mejor cuando tengo mucho tiempo seguido por delante, pero ya he asumido que no siempre dispongo de ese precioso recurso. Así que aprovecho todo. Si tras corregir ejercicios de los alumnos, solo me ha sobrado media hora, aprovecho para empezar a maquetar el ejemplario de la semana próxima, revisar la agenda, esbozar una entrada del blog o empezar a fichar datos para mi próximo artículo. Cualquier trayecto largo empezó por un paso pequeñito.
Muchos de estos principios eran inasumibles para mí cuando era becaria de investigación, cuando di clases fuera de España o cuando estaba consolidando mi carrera. Pero en cuanto pude permitírmelo, me lo empecé a aplicar. No sé si es un decálogo generalizable, pero a mí me funciona. Nunca tengo la sensación de estar perdiéndome algo y la vida, pese a sus golpes, sigue subiendo de volumen. 
¿Que cosas no haces tú con tu tiempo y tu agenda? Deja tu comentario 

sábado, 23 de abril de 2016

Organizarse (I): Cinco cosas que hago

Esta entrada no tiene que ver con la Historia de la Lengua, sino con cómo me organizo mi trabajo de historiadora de la lengua. Ser profesora universitaria es ser también investigadora (escribir libros, artículos, capítulos de libros, reseñas), gestora (en mi caso la gestión se centra fundamentalmente en dirigir mi proyecto de investigación, Historia15), directora (de tesis doctorales, TFG, TFM...), revisora de trabajos ajenos... ¡Y aún no he dicho lo fundamental y más importante!, preparar clases e impartirlas.
En las últimas semanas estoy teniendo una verdadera acumulación de trabajo, tanto del que exige mucha dedicación (terminar de escribir un libro) como del que no necesita gran esfuerzo pero sí roba mucho tiempo (contestar a decenas de correos, completar informes...). Cuando estoy sin tiempo para nada es cuando más me esfuerzo por dedicar un rato a organizarme.
El objetivo para mí no es ser productiva para poder así trabajar más, sino, justo al contrario, aprovechar bien el tiempo para disfrutar de todas las cosas que me gustan tanto como la Filología. En esta entrada os cuento qué hago para organizarme el tiempo de trabajo, y en la siguiente os contaré lo que no hago. Juntas formarán un decálogo con mis herramientas de gestión del tiempo, que espero puedan servir a alguien.
Estas son las cinco cosas que hago:
1. Mantengo una rutina temporal bastante sólida. Al menos en una parte del día, que en mi caso son las mañanas, tengo ya establecido un horario fijo en que seguro estoy sentada en mi mesa trabajando. 
2. No mantengo una rutina espacial sólida. Suelo trabajar en casa, pero trato de que al menos una o dos veces a la semana mi trabajo de investigación se desarrolle en alguna biblioteca cercana; en esas mañanas, además, tengo establecido no conectarme a Internet, así que me llevo tareas de lectura o escritura. Trabajar siempre en el mismo sitio me agota y aburre. Cuando llevo varios días trabajando en casa, disfruto al cambiar de vistas; y cuando llevo varios días fuera de casa, añoro mi espacio propio. ¡Estudio el cambio lingüístico, es normal que me gusten los cambios! 
3. Uso herramientas digitales de organización. Algunas las he conocido leyendo en la prensa artículos sobre gestión de empresas y otras gracias a compañeros. Últimamente uso estas:
  • Toggl es una herramienta en línea que permite cronometrar cuánto tiempo dedicas a cada tarea. La recomiendo muchísimo para hacer una evaluación inicial que te permita cronometrar (listando proyectos y activando o desactivando el timer) cuánto tiempo de verdad estás trabajando en una cosa. La primera semana que la usé me sorprendió comprobar que no era tanto tiempo como pensaba. A partir de los resultados que obtengas al ver cada día cuánto has hecho en cada uno de tus proyectos puedes evaluar y empezar a tomar decisiones.
  • Stay Focusd: una parte de la pérdida de tiempo ante la pantalla se debe a las distracciones con webs que te resulten de interés. Por eso, tengo instalado en mi navegador Stay focusd, donde he listado las webs “robatiempos” y los minutos máximos que en total puedo dedicar a ellas cada día (en mi caso, 8 entre todas). Pasado ese tiempo que tú mismo te has puesto, la aplicación no te permite navegar por esas páginas. Además, me gusta Stay Focusd porque con ella se instala también una página de inicio de navegador con un delicioso paisaje que cambia cada día y un simulacro de post-it donde tengo apuntadas las tareas largas pendientes. Y esa es otra herramienta: intento que estas tareas sean como máximo 10, de forma que si quiero apuntar una nueva  he de borrar (terminar) una ya existente.
4. Uso herramientas no digitales: mi “pomodoro”, mi cuaderno y mi agenda. Llamo pomodoro a un mero temporizador con forma de tetera con el que controlo los 25 minutos matutinos de correo electrónico. La técnica pomodoro propone dividir el tiempo en segmentos de 25 minutos con descanso intermedio, y se llama así porque quien la creó trabajaba con un reloj en forma de tomate (pomodoro en italiano). El segmento pomodoro solo lo uso para el correo y para, al final de la jornada, dedicar un rato, otros 25 minutos, a reordenar mi despacho y mis cosas para el día siguiente. Respecto a la agenda, no me separo de ella. Antes confiaba más en la memoria, ahora delego en la agenda; mi Moleskine es de planificación semanal y lo apunto todo, en un lado, las citas, en otros la lista de cosas para esa semana, desde el tema de la entrada que quiero publicar en el blog a los libros que he de sacar de la biblioteca. Y por último, tengo el cuaderno de trabajo, al lado del ordenador, donde apunto todo lo que voy leyendo. Completo uno por curso y a veces vuelvo a abrir el de cursos pasados para revisar cosas.
5.       Me lo curro. Lo siento, no hay otra. Le echo muchas horas, y le he echado más todavía. Esto a lo mejor no es tan meritorio porque #FilologíaMola.


Y para terminar, una regla número cero: me salto las reglas anteriores muchas veces.

¿Y tú como te organizas? 
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Esta entrada no tiene que ver con la Historia de la Lengua, sino con cómo me organizo mi trabajo de historiadora de la lengua. Ser profesora universitaria es ser también investigadora (escribir libros, artículos, capítulos de libros, reseñas), gestora (en mi caso la gestión se centra fundamentalmente en dirigir mi proyecto de investigación, Historia15), directora (de tesis doctorales, TFG, TFM...), revisora de trabajos ajenos... ¡Y aún no he dicho lo fundamental y más importante!, preparar clases e impartirlas.
En las últimas semanas estoy teniendo una verdadera acumulación de trabajo, tanto del que exige mucha dedicación (terminar de escribir un libro) como del que no necesita gran esfuerzo pero sí roba mucho tiempo (contestar a decenas de correos, completar informes...). Cuando estoy sin tiempo para nada es cuando más me esfuerzo por dedicar un rato a organizarme.
El objetivo para mí no es ser productiva para poder así trabajar más, sino, justo al contrario, aprovechar bien el tiempo para disfrutar de todas las cosas que me gustan tanto como la Filología. En esta entrada os cuento qué hago para organizarme el tiempo de trabajo, y en la siguiente os contaré lo que no hago. Juntas formarán un decálogo con mis herramientas de gestión del tiempo, que espero puedan servir a alguien.
Estas son las cinco cosas que hago:
1. Mantengo una rutina temporal bastante sólida. Al menos en una parte del día, que en mi caso son las mañanas, tengo ya establecido un horario fijo en que seguro estoy sentada en mi mesa trabajando. 
2. No mantengo una rutina espacial sólida. Suelo trabajar en casa, pero trato de que al menos una o dos veces a la semana mi trabajo de investigación se desarrolle en alguna biblioteca cercana; en esas mañanas, además, tengo establecido no conectarme a Internet, así que me llevo tareas de lectura o escritura. Trabajar siempre en el mismo sitio me agota y aburre. Cuando llevo varios días trabajando en casa, disfruto al cambiar de vistas; y cuando llevo varios días fuera de casa, añoro mi espacio propio. ¡Estudio el cambio lingüístico, es normal que me gusten los cambios! 
3. Uso herramientas digitales de organización. Algunas las he conocido leyendo en la prensa artículos sobre gestión de empresas y otras gracias a compañeros. Últimamente uso estas:
  • Toggl es una herramienta en línea que permite cronometrar cuánto tiempo dedicas a cada tarea. La recomiendo muchísimo para hacer una evaluación inicial que te permita cronometrar (listando proyectos y activando o desactivando el timer) cuánto tiempo de verdad estás trabajando en una cosa. La primera semana que la usé me sorprendió comprobar que no era tanto tiempo como pensaba. A partir de los resultados que obtengas al ver cada día cuánto has hecho en cada uno de tus proyectos puedes evaluar y empezar a tomar decisiones.
  • Stay Focusd: una parte de la pérdida de tiempo ante la pantalla se debe a las distracciones con webs que te resulten de interés. Por eso, tengo instalado en mi navegador Stay focusd, donde he listado las webs “robatiempos” y los minutos máximos que en total puedo dedicar a ellas cada día (en mi caso, 8 entre todas). Pasado ese tiempo que tú mismo te has puesto, la aplicación no te permite navegar por esas páginas. Además, me gusta Stay Focusd porque con ella se instala también una página de inicio de navegador con un delicioso paisaje que cambia cada día y un simulacro de post-it donde tengo apuntadas las tareas largas pendientes. Y esa es otra herramienta: intento que estas tareas sean como máximo 10, de forma que si quiero apuntar una nueva  he de borrar (terminar) una ya existente.
4. Uso herramientas no digitales: mi “pomodoro”, mi cuaderno y mi agenda. Llamo pomodoro a un mero temporizador con forma de tetera con el que controlo los 25 minutos matutinos de correo electrónico. La técnica pomodoro propone dividir el tiempo en segmentos de 25 minutos con descanso intermedio, y se llama así porque quien la creó trabajaba con un reloj en forma de tomate (pomodoro en italiano). El segmento pomodoro solo lo uso para el correo y para, al final de la jornada, dedicar un rato, otros 25 minutos, a reordenar mi despacho y mis cosas para el día siguiente. Respecto a la agenda, no me separo de ella. Antes confiaba más en la memoria, ahora delego en la agenda; mi Moleskine es de planificación semanal y lo apunto todo, en un lado, las citas, en otros la lista de cosas para esa semana, desde el tema de la entrada que quiero publicar en el blog a los libros que he de sacar de la biblioteca. Y por último, tengo el cuaderno de trabajo, al lado del ordenador, donde apunto todo lo que voy leyendo. Completo uno por curso y a veces vuelvo a abrir el de cursos pasados para revisar cosas.
5.       Me lo curro. Lo siento, no hay otra. Le echo muchas horas, y le he echado más todavía. Esto a lo mejor no es tan meritorio porque #FilologíaMola.


Y para terminar, una regla número cero: me salto las reglas anteriores muchas veces.

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domingo, 17 de abril de 2016

La Z es la última

He aquí la crónica del maratón de letras...
El pistoletazo de salida dio curso a una carrera donde la zeta se quedó la última. Representantes de la Real Academia Española estaban en la grada haciendo observaciones al público de que su nombre es ZETA y no pueden usarse los gritos de zeda, ceta, ceda, que se empleaban antiguamente.
Su dorsal revela que la han inscrito la última porque se reintrodujo en latín en el siglo I a. C. desde el griego, y se colocó al final del alfabeto latino ya existente.
En la grada se observa a una mujer abanicándose indignada, es la madre de la Z; a las preguntas del periodista ella revela la causa de su enfado: la z apenas puede competir en algunas zonas hispanohablantes dado que es completamente ignorada cuando se habla, ya que ha sido relegada por la invasora /s/. ¿Es que hay un boicot a mi zeta? ¡Si hasta la reina Letizia la lleva en su nombre en clara muestra de apoyo a mi letra!-declara iracunda.
Habla su entrenador: "El problema con Zeta es que en la escritura no ha podido usarse demasiado en posición inicial de palabra ni ante e o i, por eso no puede acercarse a las marcas logradas por ce-ci. El público español, en efecto, prefiere usarla ante a, o, u en inicial (zapato, zoquete, zumo), en interior o en final de palabra". Se confirma lo que dice el entrenador: es muy rara ante e, i (zig-zag, Ezequiel)
La entrevistamos en la línea de meta: "Bueno, he llegado la última pero recordemos a compañeros que durante siglos fueron medallistas y que ya se han retirado, como mi prima ç o las gemelas ss; yo por lo menos perduro en el idioma". Ya agotada, aún alcanza a hacernos una última declaración antes de irse a casa: "Ahora me voy a dedicar básicamente a dormir, que es para lo que sirvo en los cómics”. 
¿Eres fan de la Z aunque sea la que siempre llega la última? Deja tu comentario..
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He aquí la crónica del maratón de letras...
El pistoletazo de salida dio curso a una carrera donde la zeta se quedó la última. Representantes de la Real Academia Española estaban en la grada haciendo observaciones al público de que su nombre es ZETA y no pueden usarse los gritos de zeda, ceta, ceda, que se empleaban antiguamente.
Su dorsal revela que la han inscrito la última porque se reintrodujo en latín en el siglo I a. C. desde el griego, y se colocó al final del alfabeto latino ya existente.
En la grada se observa a una mujer abanicándose indignada, es la madre de la Z; a las preguntas del periodista ella revela la causa de su enfado: la z apenas puede competir en algunas zonas hispanohablantes dado que es completamente ignorada cuando se habla, ya que ha sido relegada por la invasora /s/. ¿Es que hay un boicot a mi zeta? ¡Si hasta la reina Letizia la lleva en su nombre en clara muestra de apoyo a mi letra!-declara iracunda.
Habla su entrenador: "El problema con Zeta es que en la escritura no ha podido usarse demasiado en posición inicial de palabra ni ante e o i, por eso no puede acercarse a las marcas logradas por ce-ci. El público español, en efecto, prefiere usarla ante a, o, u en inicial (zapato, zoquete, zumo), en interior o en final de palabra". Se confirma lo que dice el entrenador: es muy rara ante e, i (zig-zag, Ezequiel)
La entrevistamos en la línea de meta: "Bueno, he llegado la última pero recordemos a compañeros que durante siglos fueron medallistas y que ya se han retirado, como mi prima ç o las gemelas ss; yo por lo menos perduro en el idioma". Ya agotada, aún alcanza a hacernos una última declaración antes de irse a casa: "Ahora me voy a dedicar básicamente a dormir, que es para lo que sirvo en los cómics”. 
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domingo, 10 de abril de 2016

El TFG, el TFM... empezar a investigar

TFG, TFM... son horribles esas siglas, pero en España nos hemos hecho a ellas porque con la reforma de Bolonia se hacen obligatoriamente trabajos de fin de grado (TFG) y al terminar los másteres se hacen trabajos de fin de máster (TFM). Después de años dirigiendo trabajos de este tipo y juzgándolos en tribunales me permito hacer públicas algunas recomendaciones a los alumnos que emprenden este camino con la intención de superar a esa sigla a final de curso. Como tutora, suelo organizar la dirección de mis alumnos así:
1. Elegimos tema. Normalmente pregunto al alumno qué NO le gusta y en qué asignaturas se ha desenvuelto mejor; a partir de ahí, consensuamos uno o dos temas y pido al alumno que lea un par de referencias de bibliografía para que se cerciore de que está en sintonía con el objeto de estudio.
2. Temporalizamos: a quienes empiezan a investigar les recomiendo que comiencen reservando una tarde, mañana o un día completo de su semana al trabajo. Siempre las mismas horas, siempre los mismos días, al menos al principio. Tratar la investigación como una cita ineludible da constancia y ayuda a irse centrando. Con mis dirigidos suelo fijar un cronograma (aunque no siempre se cumpla...) de manera que el trabajo esté listo para su revisión final con suficiente antelación.
3. Organizamos el trabajo: normalmente se pasa por estas fases: 1.leer la bibliografía (esto va desde que comienzas hasta que estás a punto de depositar); 2.fijar el tema; 3.preparar el índice; 4.empezar a redactar. En mi opinión lo más difícil es preparar el índice: desglosado en epígrafes y subepígrafes, con indicación de cuántas páginas te va a ocupar cada parte y de la bibliografía que mencionarás en cada una de ellas.
4. Preparamos archivos: haz en tu ordenador una carpeta con cuatro archivos de Word: 1) lista de bibliografía (marca de un color la leída y de otro la que está por leer); 2) diario de trabajo (lo que haces en cada una de esas sesiones semanales en torno al tema, así no te olvidas de una semana a otra, hay quien prefiere llevar esto en un cuaderno a propósito); 3) citas sacadas de la bibliografía; 4) trabajo redactado. Para no liarte con versiones ponle estos nombres: bibliografía / trabajo / citas de interes / apellidos_Nombre_TFM.  Esta última es la versión que debes ir enviando o pasando a tu tutor. Lo que él te corrija ha de ir a otra carpeta... algún alumno mío ha terminado depositando una versión de su trabajo previa por liarse con los archivos.
5. Optimizamos el tiempo de corrección: intenta que tu tutor no pierda el tiempo corrigiéndote erratas; entrega tus sucesivas versiones con la lista de bibliografía que te has leído (recuerda que solo has de poner aquello que cites), pon números de página a tu archivo... El tiempo de los profesores es limitado, y si pasamos el rato corrigiéndote detalles de forma, pierdes la posibilidad de que atendamos con detalle al fondo.
6. Cuidamos la última versión: no seas cutre y haz las cosas bien. Maqueta bien, sangra párrafos, pon encabezamientos de página. Permítete saborear el caramelo y que los demás lo lean con agrado.
7. Preparamos la defensa oral: ve a otras defensas (¡muy recomendable!) y ensaya en casa la tuya.

Por lo demás, échale tiempo y pega el trasero a la silla para trabajar. Como sabiamente me decía alguien hace poco: la investigación no es tanto cuestión de cabeza sino de... Termina la frase, deja tu comentario.
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TFG, TFM... son horribles esas siglas, pero en España nos hemos hecho a ellas porque con la reforma de Bolonia se hacen obligatoriamente trabajos de fin de grado (TFG) y al terminar los másteres se hacen trabajos de fin de máster (TFM). Después de años dirigiendo trabajos de este tipo y juzgándolos en tribunales me permito hacer públicas algunas recomendaciones a los alumnos que emprenden este camino con la intención de superar a esa sigla a final de curso. Como tutora, suelo organizar la dirección de mis alumnos así:
1. Elegimos tema. Normalmente pregunto al alumno qué NO le gusta y en qué asignaturas se ha desenvuelto mejor; a partir de ahí, consensuamos uno o dos temas y pido al alumno que lea un par de referencias de bibliografía para que se cerciore de que está en sintonía con el objeto de estudio.
2. Temporalizamos: a quienes empiezan a investigar les recomiendo que comiencen reservando una tarde, mañana o un día completo de su semana al trabajo. Siempre las mismas horas, siempre los mismos días, al menos al principio. Tratar la investigación como una cita ineludible da constancia y ayuda a irse centrando. Con mis dirigidos suelo fijar un cronograma (aunque no siempre se cumpla...) de manera que el trabajo esté listo para su revisión final con suficiente antelación.
3. Organizamos el trabajo: normalmente se pasa por estas fases: 1.leer la bibliografía (esto va desde que comienzas hasta que estás a punto de depositar); 2.fijar el tema; 3.preparar el índice; 4.empezar a redactar. En mi opinión lo más difícil es preparar el índice: desglosado en epígrafes y subepígrafes, con indicación de cuántas páginas te va a ocupar cada parte y de la bibliografía que mencionarás en cada una de ellas.
4. Preparamos archivos: haz en tu ordenador una carpeta con cuatro archivos de Word: 1) lista de bibliografía (marca de un color la leída y de otro la que está por leer); 2) diario de trabajo (lo que haces en cada una de esas sesiones semanales en torno al tema, así no te olvidas de una semana a otra, hay quien prefiere llevar esto en un cuaderno a propósito); 3) citas sacadas de la bibliografía; 4) trabajo redactado. Para no liarte con versiones ponle estos nombres: bibliografía / trabajo / citas de interes / apellidos_Nombre_TFM.  Esta última es la versión que debes ir enviando o pasando a tu tutor. Lo que él te corrija ha de ir a otra carpeta... algún alumno mío ha terminado depositando una versión de su trabajo previa por liarse con los archivos.
5. Optimizamos el tiempo de corrección: intenta que tu tutor no pierda el tiempo corrigiéndote erratas; entrega tus sucesivas versiones con la lista de bibliografía que te has leído (recuerda que solo has de poner aquello que cites), pon números de página a tu archivo... El tiempo de los profesores es limitado, y si pasamos el rato corrigiéndote detalles de forma, pierdes la posibilidad de que atendamos con detalle al fondo.
6. Cuidamos la última versión: no seas cutre y haz las cosas bien. Maqueta bien, sangra párrafos, pon encabezamientos de página. Permítete saborear el caramelo y que los demás lo lean con agrado.
7. Preparamos la defensa oral: ve a otras defensas (¡muy recomendable!) y ensaya en casa la tuya.

Por lo demás, échale tiempo y pega el trasero a la silla para trabajar. Como sabiamente me decía alguien hace poco: la investigación no es tanto cuestión de cabeza sino de... Termina la frase, deja tu comentario.

viernes, 1 de abril de 2016

Instantáneas #20. Marzo 2016

Marzo se acaba con muchísimas más instantáneas que de costumbre. Desde hace un mes estoy en la red social Instagram, donde se publican fotos con comentarios. Si estáis en Instagram, podéis agregarme. Y si no, igualmente podéis ver mis publicaciones pinchando aquí: Instagram. Saco de esa galería algunas fotos, y otras las pongo nuevas, a ver si coincidís conmigo en que este ha sido un mes muy agradable:

-Me reuní con Ana Campano y María Fernández, alumnas del Tercer Curso de hispánica que han estado en el primer cuatrimestre de este año de Erasmus en Brno (República Checa), un acuerdo Erasmus que yo coordino y que, por eso, me atrevo a recomendar.
Si conocéis a Ana o María podéis preguntarles directamente a ellas, pero me adelanto a dar un anticipo: ¡Brno es un destino Erasmus estupendo! La vida es barata; la residencia, amplia y cómoda; los administrativos encargados de atender a los Erasmus están pendientes en todo momento de las dudas que se puedan plantear; las clases son en español o inglés y ¡hasta te dan una tarjeta de telefonía para que la uses allí! ¿Qué más se puede pedir? Si te quieres ir de Erasmus... ¡apúntate a Brno!
-Amigos de fuera que visitan Sevilla. 

Vino Mónica Castillo, de la Universidad de Lausana (Suiza) para dar una ponencia sobre fueros en el Máster de Estudios Hispánicos Superiores. Solemos dedicar a los textos legales prealfonsíes una clase en Historia del español 1, y la conferencia de la Dra. Castillo me ayudó a entender mejor la trascendencia de estas fuentes.
-Como cada año, llevo a mis alumnos de Historia del Español al Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Esta visita nunca defrauda.¿A que algunos de los que me estáis leyendo ahora la habéis hecho conmigo?

-Anduve por el precioso pueblo Castaño del Robledo, en la sierra de Huelva. Los escalones que llevan a su iglesia están llenos de incisiones, algunas muy antiguas (años 50, 70), que me recuerdan a algunas de las que fotografié en Sevilla cuando preparaba el libro del paisaje lingüístico. Os dejo algunas muestras:



Pero no os miento, en Castaño el mejor plan no es mirar hacia abajo, sino hacia arriba, a las montañas, y caminar su cerro y sus senderos. El aire fresco de la sierra limpia la cabeza, la vacía y paradójicamente parece nutrirla para seguir caminando, para de nuevo retomar el trajín del curso tras las vacaciones de Semana Santa. 
¡Buenos deseos para abril!
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Marzo se acaba con muchísimas más instantáneas que de costumbre. Desde hace un mes estoy en la red social Instagram, donde se publican fotos con comentarios. Si estáis en Instagram, podéis agregarme. Y si no, igualmente podéis ver mis publicaciones pinchando aquí: Instagram. Saco de esa galería algunas fotos, y otras las pongo nuevas, a ver si coincidís conmigo en que este ha sido un mes muy agradable:

-Me reuní con Ana Campano y María Fernández, alumnas del Tercer Curso de hispánica que han estado en el primer cuatrimestre de este año de Erasmus en Brno (República Checa), un acuerdo Erasmus que yo coordino y que, por eso, me atrevo a recomendar.
Si conocéis a Ana o María podéis preguntarles directamente a ellas, pero me adelanto a dar un anticipo: ¡Brno es un destino Erasmus estupendo! La vida es barata; la residencia, amplia y cómoda; los administrativos encargados de atender a los Erasmus están pendientes en todo momento de las dudas que se puedan plantear; las clases son en español o inglés y ¡hasta te dan una tarjeta de telefonía para que la uses allí! ¿Qué más se puede pedir? Si te quieres ir de Erasmus... ¡apúntate a Brno!
-Amigos de fuera que visitan Sevilla. 

Vino Mónica Castillo, de la Universidad de Lausana (Suiza) para dar una ponencia sobre fueros en el Máster de Estudios Hispánicos Superiores. Solemos dedicar a los textos legales prealfonsíes una clase en Historia del español 1, y la conferencia de la Dra. Castillo me ayudó a entender mejor la trascendencia de estas fuentes.
-Como cada año, llevo a mis alumnos de Historia del Español al Archivo Histórico Provincial de Sevilla. Esta visita nunca defrauda.¿A que algunos de los que me estáis leyendo ahora la habéis hecho conmigo?

-Anduve por el precioso pueblo Castaño del Robledo, en la sierra de Huelva. Los escalones que llevan a su iglesia están llenos de incisiones, algunas muy antiguas (años 50, 70), que me recuerdan a algunas de las que fotografié en Sevilla cuando preparaba el libro del paisaje lingüístico. Os dejo algunas muestras:



Pero no os miento, en Castaño el mejor plan no es mirar hacia abajo, sino hacia arriba, a las montañas, y caminar su cerro y sus senderos. El aire fresco de la sierra limpia la cabeza, la vacía y paradójicamente parece nutrirla para seguir caminando, para de nuevo retomar el trajín del curso tras las vacaciones de Semana Santa. 
¡Buenos deseos para abril!