sábado, 26 de marzo de 2016

Enredos de reloj

Hoy ha tocado adelantar el reloj una hora, a las dos de la madrugada... ¡Cómo nos enredamos siempre con estos cambios! 
La verdad es que reloj es también una palabra fonéticamente bastante enredosa en nuestra lengua; la podríamos hermanar con otras dos igualmente raras: el árbol boj y el carcaj o aljaba (es decir, el cartucho donde Robin Hood o Légolas guardaban sus flechas). Pero, pese a su rareza fónica, la palabra reloj es bien antigua, aunque antes se escribiera relox. Nos la hemos traído desde el latín (horologium) posiblemente a través del catalán antiguo (relotge), de donde vendría reloje y, con singular regresivo (o sea, construido ‘hacia atrás’), relox, reloj.
Por esa terminación en j tan distinta de lo común en español no es raro que existiera la variante reló (la Academia incluso la aceptó, en 1984, pero ya no), y que los mapas dialectales recojan variantes fonéticas del tipo relor, reloz o formas con diminutivos del tipo relojillo o relojín junto con otras como relillo o relorcico...

¡Cuánto ha variado en el tiempo la realidad a la que designamos con la palabra reloj! Los textos medievales ya traen muchas veces esta voz, aunque se referían con ella más bien a los relojes de arena o de sol: los relojes mecánicos comenzaron a extenderse por torres e iglesias a fines del XIV (en 1400 ya había uno en la Catedral de Sevilla) y los de bolsillo aún más tarde, en el siglo XVII. 
Cada cual le da un sentido al reloj: unos son esclavos de lo que va marcando, otros son dueños absolutos de este objeto e incluso los hay capaces de, sin tocar las manecillas, hacer que de una forma u otra se pare el tiempo. Hace años, un enamorado de los relojes decidió compartir conmigo todas las mañanas del mundo. A él dedico esta entrada. Y a vosotros os pregunto, ¿sois de reloj de campanario o de cuco?, ¿cómo pronunciáis reloj? ¿Usáis ese divertido plural de relores? Tic tac, tic tac... dejad comentarios...
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Hoy ha tocado adelantar el reloj una hora, a las dos de la madrugada... ¡Cómo nos enredamos siempre con estos cambios! 
La verdad es que reloj es también una palabra fonéticamente bastante enredosa en nuestra lengua; la podríamos hermanar con otras dos igualmente raras: el árbol boj y el carcaj o aljaba (es decir, el cartucho donde Robin Hood o Légolas guardaban sus flechas). Pero, pese a su rareza fónica, la palabra reloj es bien antigua, aunque antes se escribiera relox. Nos la hemos traído desde el latín (horologium) posiblemente a través del catalán antiguo (relotge), de donde vendría reloje y, con singular regresivo (o sea, construido ‘hacia atrás’), relox, reloj.
Por esa terminación en j tan distinta de lo común en español no es raro que existiera la variante reló (la Academia incluso la aceptó, en 1984, pero ya no), y que los mapas dialectales recojan variantes fonéticas del tipo relor, reloz o formas con diminutivos del tipo relojillo o relojín junto con otras como relillo o relorcico...

¡Cuánto ha variado en el tiempo la realidad a la que designamos con la palabra reloj! Los textos medievales ya traen muchas veces esta voz, aunque se referían con ella más bien a los relojes de arena o de sol: los relojes mecánicos comenzaron a extenderse por torres e iglesias a fines del XIV (en 1400 ya había uno en la Catedral de Sevilla) y los de bolsillo aún más tarde, en el siglo XVII. 
Cada cual le da un sentido al reloj: unos son esclavos de lo que va marcando, otros son dueños absolutos de este objeto e incluso los hay capaces de, sin tocar las manecillas, hacer que de una forma u otra se pare el tiempo. Hace años, un enamorado de los relojes decidió compartir conmigo todas las mañanas del mundo. A él dedico esta entrada. Y a vosotros os pregunto, ¿sois de reloj de campanario o de cuco?, ¿cómo pronunciáis reloj? ¿Usáis ese divertido plural de relores? Tic tac, tic tac... dejad comentarios...

lunes, 14 de marzo de 2016

¿Capirote o cucurucho?

Para mí es como el inicio de la temporada de buen tiempo. La primavera asoma la patita, toda Sevilla se echa a la calle, yo salgo de clase por la tarde y me doy el regalo de tomarme de vuelta a casa un helado. Cucurucho en mano, paseo por el centro con tranquilidad viendo cómo empieza a acelerarse en la calle el trajín de gente que va buscando preparar atuendos, viajes y encuentros para las fiestas que se avecinan: la Semana Santa y la Feria. En ese ajetreo es común toparse con quien lleva para su casa el capirote recién comprado para la ropa de nazareno. (Como sabéis, quienes salen en las procesiones de Semana Santa en España suelen llevar en la cabeza esa estructura cónica, hecha de cartón, sobre la que se pone la tela del antifaz para taparse la cara. Es un uso antiguo, con el que se trata de remedar los escarnios que sufrió Jesús hasta la cruz).
Solo con la Historia de la Lengua puede explicarse de forma científica esa conexión sentimental que para mí se da entre el cucurucho que me zampo y el capirote que se pasea en las manos de un sevillano.
Capirote viene de la familia léxica de capa. Entre derivados como capilleja, caperuza, capote, capirón, caperote y similares tenemos a este capirote copiado desde capirot, del occitano, lengua romance. Y ese referente del capirote fue llamado también cucurucho en otro tiempo; así, en el primer Diccionario de la Academia (1726-1739) se definía así esta palabra: Papel o cartón revuelto de forma que remata en punta por un lado, y ancho por la boca. Los de papel sirven para dar recado en las tiendas de confitería o mercería, y los de cartón largos como de una vara, o mayores, para capirotes de diciplinante o penitente.
Cucurucho es una palabra muy simpática, por lo menos si la comparamos con el equivalente que tienen otros idiomas para llamar a ese barquillo para el helado (por ejemplo, el alemán Tüte, ‘bolsa’, o sea, pides algo así como una bola de chocolate en una bolsa...). Es derivado de cuculla (cogulla, ‘capucha’) que conoció variantes como cucurulla en catalán o cucurucho en español.
Hubo, pues, en otro tiempo, cucuruchos y capirotes para los penitentes. Hoy los primeros son los recipientes de los helados y, en mi caso, el lugar donde se mete el simbólico arranque de un tiempo distinto, con otra luz y con otros ritmos.
¿Y tú? ¿Eres de ponerte capirote o de tomarte un cucurucho? ¿Qué palabras o usos lingüísticos de Semana Santa tienes por más particulares o te hacen más gracia? ¡Al cielo con tu comentario!
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Para mí es como el inicio de la temporada de buen tiempo. La primavera asoma la patita, toda Sevilla se echa a la calle, yo salgo de clase por la tarde y me doy el regalo de tomarme de vuelta a casa un helado. Cucurucho en mano, paseo por el centro con tranquilidad viendo cómo empieza a acelerarse en la calle el trajín de gente que va buscando preparar atuendos, viajes y encuentros para las fiestas que se avecinan: la Semana Santa y la Feria. En ese ajetreo es común toparse con quien lleva para su casa el capirote recién comprado para la ropa de nazareno. (Como sabéis, quienes salen en las procesiones de Semana Santa en España suelen llevar en la cabeza esa estructura cónica, hecha de cartón, sobre la que se pone la tela del antifaz para taparse la cara. Es un uso antiguo, con el que se trata de remedar los escarnios que sufrió Jesús hasta la cruz).
Solo con la Historia de la Lengua puede explicarse de forma científica esa conexión sentimental que para mí se da entre el cucurucho que me zampo y el capirote que se pasea en las manos de un sevillano.
Capirote viene de la familia léxica de capa. Entre derivados como capilleja, caperuza, capote, capirón, caperote y similares tenemos a este capirote copiado desde capirot, del occitano, lengua romance. Y ese referente del capirote fue llamado también cucurucho en otro tiempo; así, en el primer Diccionario de la Academia (1726-1739) se definía así esta palabra: Papel o cartón revuelto de forma que remata en punta por un lado, y ancho por la boca. Los de papel sirven para dar recado en las tiendas de confitería o mercería, y los de cartón largos como de una vara, o mayores, para capirotes de diciplinante o penitente.
Cucurucho es una palabra muy simpática, por lo menos si la comparamos con el equivalente que tienen otros idiomas para llamar a ese barquillo para el helado (por ejemplo, el alemán Tüte, ‘bolsa’, o sea, pides algo así como una bola de chocolate en una bolsa...). Es derivado de cuculla (cogulla, ‘capucha’) que conoció variantes como cucurulla en catalán o cucurucho en español.
Hubo, pues, en otro tiempo, cucuruchos y capirotes para los penitentes. Hoy los primeros son los recipientes de los helados y, en mi caso, el lugar donde se mete el simbólico arranque de un tiempo distinto, con otra luz y con otros ritmos.
¿Y tú? ¿Eres de ponerte capirote o de tomarte un cucurucho? ¿Qué palabras o usos lingüísticos de Semana Santa tienes por más particulares o te hacen más gracia? ¡Al cielo con tu comentario!

domingo, 6 de marzo de 2016

¿Para qué llevas ese gorro, insensata?

Esta pregunta la puede decir cualquiera que se pasee por el Royal Meeting, esa carrera de caballos que se celebra cada año en el hipódromo inglés de Ascott, y que reúne a señoras que, aun bajo un protocolo de lo más estricto, adornan su cabeza con cosas como la de la foto. 
Pero no me refiero a eso. Mi pregunta va por otro camino: si juntas la tilde típica del español (acento agudo: ´) con la que hay en otras lenguas como el francés (acento grave: `) te sale una especie de gorro con forma de triángulo que llamamos acento circunflejo y que es así: ^
¿Para que se pondría un gorro así una insensata palabra? Tomado del griego, este uso gráfico se introdujo en Europa occidental en el siglo XVI, y algunos ortógrafos recomendaron su empleo en español. 
La Real Academia Española lo utilizó desde 1741 para separar los dos posibles valores consonánticos de la letra x
  • Si x equivalía a /ks/, se añadía a la vocal siguiente un acento circunflejo (exâmen, exôrbitante). 
  • Si la vocal no tenía acento circunflejo, la x equivaldría al sonido que hoy escribimos con ge, je, ji, gi, ja, jo: exercicio, y no llevaba circunflejo. Ese sonido dejó de escribirse con x en 1815, y por entonces ya quedó anulado también el uso de acento circunflejo. 
  • El circunflejo también se empleó, con similar valor aclaratorio, para ch cuando equivalía a /k/: mechânica.
Hace poco en Francia han declarado como norma firme la eliminación del circunflejo sobre las vocales i, u, salvo casos de confusión. Ya no se escribirá más disparaître o coût sino disparaitre y cout. Sobre las vocales a, e, o se mantiene. Esto, como cualquier cambio ortográfico (acordaos lo que pasó con nuestro solo, que conté aquí), no ha logrado el consenso general. Unos lo aceptan con gusto, por facilitar el aprendizaje del idioma; otros piensan que se ultraja una norma arraigada, lo que desvirtúa la identidad de la lengua. Estamos ante la pregunta de siempre: la lengua cambia, pero la ortografía, impuesta desde arriba ¿cómo y cuándo debe ser cambiada?
¿Y tú, cómo te llevas con este gorro? ¿Usas el circunflejo en español para algún emoticono? ¿Aprendiste francés y te familiarizaste con él o te resultaba imposible de estudiar? Tu comentario dêxa...
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Esta pregunta la puede decir cualquiera que se pasee por el Royal Meeting, esa carrera de caballos que se celebra cada año en el hipódromo inglés de Ascott, y que reúne a señoras que, aun bajo un protocolo de lo más estricto, adornan su cabeza con cosas como la de la foto. 
Pero no me refiero a eso. Mi pregunta va por otro camino: si juntas la tilde típica del español (acento agudo: ´) con la que hay en otras lenguas como el francés (acento grave: `) te sale una especie de gorro con forma de triángulo que llamamos acento circunflejo y que es así: ^
¿Para que se pondría un gorro así una insensata palabra? Tomado del griego, este uso gráfico se introdujo en Europa occidental en el siglo XVI, y algunos ortógrafos recomendaron su empleo en español. 
La Real Academia Española lo utilizó desde 1741 para separar los dos posibles valores consonánticos de la letra x
  • Si x equivalía a /ks/, se añadía a la vocal siguiente un acento circunflejo (exâmen, exôrbitante). 
  • Si la vocal no tenía acento circunflejo, la x equivaldría al sonido que hoy escribimos con ge, je, ji, gi, ja, jo: exercicio, y no llevaba circunflejo. Ese sonido dejó de escribirse con x en 1815, y por entonces ya quedó anulado también el uso de acento circunflejo. 
  • El circunflejo también se empleó, con similar valor aclaratorio, para ch cuando equivalía a /k/: mechânica.
Hace poco en Francia han declarado como norma firme la eliminación del circunflejo sobre las vocales i, u, salvo casos de confusión. Ya no se escribirá más disparaître o coût sino disparaitre y cout. Sobre las vocales a, e, o se mantiene. Esto, como cualquier cambio ortográfico (acordaos lo que pasó con nuestro solo, que conté aquí), no ha logrado el consenso general. Unos lo aceptan con gusto, por facilitar el aprendizaje del idioma; otros piensan que se ultraja una norma arraigada, lo que desvirtúa la identidad de la lengua. Estamos ante la pregunta de siempre: la lengua cambia, pero la ortografía, impuesta desde arriba ¿cómo y cuándo debe ser cambiada?
¿Y tú, cómo te llevas con este gorro? ¿Usas el circunflejo en español para algún emoticono? ¿Aprendiste francés y te familiarizaste con él o te resultaba imposible de estudiar? Tu comentario dêxa...