Era lectora de blogs femeninos y de
viajes; había vuelto de pasar un curso dando clases en Oxford y tenía en prensa
el manual La lengua de ayer. Un
amigo muy querido había abierto en septiembre un blog de música para secundaria
y me decía que funcionaba bien para
la clase. ¿Por qué no probar?
Pensé en varios
nombres para el blog (cualquier lengua
pasada fue durante días firme candidato en mi fuero interno), pero al final
lo llamé nosolodeyod, para jugar con ese concepto tan difícil que ya conocían
mis estudiantes de sus clases de Fonética Histórica. Puse mi nombre en sigla
(LPR) y escribí la primera entrada el 11 de noviembre de 2009. Tímidamente conté
el proyecto a mis alumnos. Subí las fotos de una visita que hicimos al Museo
Arqueológico y una chica, Sandra, dejó el primer comentario.
Han pasado cinco años, 225 entradas,
1480 comentarios, 272.000 visitas... y me ha pasado de todo con el blog, todo
bueno. Ahí sigo.
Sigo porque hay un componente de
lealtad, de no abandonar la entrada semanal salvo en verano. Y un afán
divulgativo, de enseñar, porque siempre he sabido que me gustaba dar clases. Pero
sobre todo hay un íntimo anhelo que el lector no detecta: el afán de salvarme. Sigo
por sacar la cabeza fuera y no nadar a favor de la corriente de la burocracia o
las modas de investigación. Porque descubrí que la creatividad es un salto al
vacío. Porque cada vez me aburren más el protocolo, los muros altos de la patria
mía universitaria, y en el blog tengo un aula con paredes transparentes, en que
entra gente de la calle a oírme en calidad de alumno transeúnte.
Tú crees que escribo por altruismo, para
culturizarte y atraerte a mi mundo, y yo lo hago porque quiero no hastiarme de
ese mundo mío en que tú, como lector, has
tenido el azar de entrar. Imaginas que lo hago para atraparte en las redes de
la Historia de la lengua, y lo hago para sentirme más libre. No es generosidad:
necesito salvarme y que me salves. Gracias por estar ahí.
Era lectora de blogs femeninos y de
viajes; había vuelto de pasar un curso dando clases en Oxford y tenía en prensa
el manual La lengua de ayer. Un
amigo muy querido había abierto en septiembre un blog de música para secundaria
y me decía que funcionaba bien para
la clase. ¿Por qué no probar?
Pensé en varios
nombres para el blog (cualquier lengua
pasada fue durante días firme candidato en mi fuero interno), pero al final
lo llamé nosolodeyod, para jugar con ese concepto tan difícil que ya conocían
mis estudiantes de sus clases de Fonética Histórica. Puse mi nombre en sigla
(LPR) y escribí la primera entrada el 11 de noviembre de 2009. Tímidamente conté
el proyecto a mis alumnos. Subí las fotos de una visita que hicimos al Museo
Arqueológico y una chica, Sandra, dejó el primer comentario.
Han pasado cinco años, 225 entradas,
1480 comentarios, 272.000 visitas... y me ha pasado de todo con el blog, todo
bueno. Ahí sigo.
Sigo porque hay un componente de
lealtad, de no abandonar la entrada semanal salvo en verano. Y un afán
divulgativo, de enseñar, porque siempre he sabido que me gustaba dar clases. Pero
sobre todo hay un íntimo anhelo que el lector no detecta: el afán de salvarme. Sigo
por sacar la cabeza fuera y no nadar a favor de la corriente de la burocracia o
las modas de investigación. Porque descubrí que la creatividad es un salto al
vacío. Porque cada vez me aburren más el protocolo, los muros altos de la patria
mía universitaria, y en el blog tengo un aula con paredes transparentes, en que
entra gente de la calle a oírme en calidad de alumno transeúnte.
Tú crees que escribo por altruismo, para
culturizarte y atraerte a mi mundo, y yo lo hago porque quiero no hastiarme de
ese mundo mío en que tú, como lector, has
tenido el azar de entrar. Imaginas que lo hago para atraparte en las redes de
la Historia de la lengua, y lo hago para sentirme más libre. No es generosidad:
necesito salvarme y que me salves. Gracias por estar ahí.