viernes, 26 de noviembre de 2010

Mis últimas adquisiciones

Al parecer, lo último en la Red es tener un blog de moda y hacerse fotos diarias comentando de dónde proceden las prendas que componen la vestimenta particular. Yo aprovecho nosolodeyod para contaros mi visita a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que está instalada en estas fechas en Sevilla y a la que ya dedicamos una entrada hace un año. La adquisición que más me ha ilusionado es esta:


Por 4 euros me he hecho con dos viejas cartillas escolares de hace 70 años editadas por la Real Academia Española, una de primeras letras, para aprender a leer, y otra de grado medio, la primera de ellas fue escrita por el historiador de la lengua y dialectólogo Vicente García de Diego.
El tema me interesa especialmente por un trabajo que estoy preparando actualmente con mi compañero Daniel Sáez Rivera, para el que estoy leyendo los volúmenes sobre Cartillas escolares del XVI al XVIII que publicaron Víctor Infantes y Ana Martínez. La investigación sobre libros escolares relacionados con la lengua española está en alza, de hecho en el próximo Congreso de Hispanistas Alemanes en Passau habrá una sección dedicada al asunto.
El aumento del nivel de escolarización es sin duda un factor muy influyente en la historia de las lenguas, ya que contribuye a lo que llamamos estandarización, esto es, hace crecer el acceso a una variedad de lengua elaborada. La alfabetización pone en contacto a los hablantes con normas de escritura y los hace ser capaces de generar documentos que siglos después se estudian en Historia de la Lengua. Al crecer la instrucción se editan más libros escolares, o sea, prolifera la producción de gramáticas, diccionarios, lecturas adaptadas... De hecho, una ley de enseñanza escolar como la famosa Ley Moyano de 1857 fue decisiva para la historia de las ideas lingüísticas en España al proponer que los maestros de las escuelas públicas usaran como texto obligatorio para enseñar gramática las obras publicadas por la Real Academia Española, como las que os he mostrado aquí.
Y como mañana sábado es 27 de noviembre, día del maestro en España en honor a San José de Calasanz, os pregunto: ¿recordáis cómo era la cartilla con que aprendisteis a leer?, ¿y vuestro maestro? ¿Cuál fue vuestro primer libro de infancia? Haz memoria y cuéntame...
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Al parecer, lo último en la Red es tener un blog de moda y hacerse fotos diarias comentando de dónde proceden las prendas que componen la vestimenta particular. Yo aprovecho nosolodeyod para contaros mi visita a la Feria del Libro Antiguo y de Ocasión que está instalada en estas fechas en Sevilla y a la que ya dedicamos una entrada hace un año. La adquisición que más me ha ilusionado es esta:


Por 4 euros me he hecho con dos viejas cartillas escolares de hace 70 años editadas por la Real Academia Española, una de primeras letras, para aprender a leer, y otra de grado medio, la primera de ellas fue escrita por el historiador de la lengua y dialectólogo Vicente García de Diego.
El tema me interesa especialmente por un trabajo que estoy preparando actualmente con mi compañero Daniel Sáez Rivera, para el que estoy leyendo los volúmenes sobre Cartillas escolares del XVI al XVIII que publicaron Víctor Infantes y Ana Martínez. La investigación sobre libros escolares relacionados con la lengua española está en alza, de hecho en el próximo Congreso de Hispanistas Alemanes en Passau habrá una sección dedicada al asunto.
El aumento del nivel de escolarización es sin duda un factor muy influyente en la historia de las lenguas, ya que contribuye a lo que llamamos estandarización, esto es, hace crecer el acceso a una variedad de lengua elaborada. La alfabetización pone en contacto a los hablantes con normas de escritura y los hace ser capaces de generar documentos que siglos después se estudian en Historia de la Lengua. Al crecer la instrucción se editan más libros escolares, o sea, prolifera la producción de gramáticas, diccionarios, lecturas adaptadas... De hecho, una ley de enseñanza escolar como la famosa Ley Moyano de 1857 fue decisiva para la historia de las ideas lingüísticas en España al proponer que los maestros de las escuelas públicas usaran como texto obligatorio para enseñar gramática las obras publicadas por la Real Academia Española, como las que os he mostrado aquí.
Y como mañana sábado es 27 de noviembre, día del maestro en España en honor a San José de Calasanz, os pregunto: ¿recordáis cómo era la cartilla con que aprendisteis a leer?, ¿y vuestro maestro? ¿Cuál fue vuestro primer libro de infancia? Haz memoria y cuéntame...

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¡Felicidades atrasadas!


No nos hemos dado cuenta pero... ¡este blog ha cumplido ya un año! La aventura comenzó el 11 de noviembre de 2009 y, quién nos lo iba a decir, ha pasado un año de eso. Con unos días de retraso, ¡feliz nosolodeyod! Gracias a los que dais sentido a este invento: amigos, alumnos y ex-alumnos, visitantes casuales o fijos, de España y de fuera de España. ¡Vivan mis lectores! Estoy planeando algunas cosas para celebrarlo, ya os contaré...
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No nos hemos dado cuenta pero... ¡este blog ha cumplido ya un año! La aventura comenzó el 11 de noviembre de 2009 y, quién nos lo iba a decir, ha pasado un año de eso. Con unos días de retraso, ¡feliz nosolodeyod! Gracias a los que dais sentido a este invento: amigos, alumnos y ex-alumnos, visitantes casuales o fijos, de España y de fuera de España. ¡Vivan mis lectores! Estoy planeando algunas cosas para celebrarlo, ya os contaré...

domingo, 21 de noviembre de 2010

Lo que hablaste de niño

Piensa en tu infancia, en la lengua que utilizabas con tus padres y entre tus amigos. Imagina que nadie hablase ya ese idioma. Eso le sucede a Marcel Cohen, que escribió en 1985 una carta a su amigo, el pintor español Antonio Saura, diciendo:
“No saves, Antonio, lo ke es morirse en su lingua. Es komo kedarse soliko en el silensyo kada dya ke Dyo da, komo ser sikileoso sin saver porke”.
Esta frase, inteligible para cualquier hablante de español (salvo sikileoso, ‘oprimido’) está escrita en judeoespañol, lengua también llamada sefardí, sefardita y judezmo. Los judíos expulsados de España en 1492 por mandato de los Reyes Católicos (Edicto de la Alhambra) se fueron hablando en castellano, y lo siguieron usando durante siglos después en sus diversos territorios de exilio. Esa es la lengua que manejó en su niñez Cohen y que hoy nadie tiene como lengua materna, aunque se emplee, más como reivindicación que como instrumento, en la radio, algunos periódicos o en wikipedia.
“No ay, no avra mas realitad para mi porke no ay realitad sino en las palavras y ke el avlar djudyo ya se mourio kon los ke lo avlavan. Nunka me demandi si me gustava esta lingua, si amava yo a los ke mourieron: eyos stava yo, eyos kedo al fondo de mi”.
Supe de Marcel Cohen por el artículo de Muñoz Molina “Holocaustos para todos” donde se da noticia de esa carta que que ahora ha reaparecido en la editorial Ibis con el título In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura. Haciendo juego de palabras con la novela de Proust, esta obrita, en inglés y en judeoespañol, permite reconstruir la memoria de una identidad forjada en el destierro. Los antepasados del escritor Marcel Cohen procedían de uno de esos espacios de destierro, la comunidad judeoespañola de Salónica, toda ella desaparecida o dispersa por la aniquilación nazi. El autor evoca con nostalgia y sobrio dolor ese colectivo en la lengua de su infancia; curiosamente, él, el último miembro de su familia capaz de hablar judeoespañol, fue el primero en visitar España desde la expulsión:
“Me fue en Toledo para tener una idea desta sivdad ke tanto les dava eskarigno a mis padres. Puedo dizirte ke nunka el padre myo tuvo la okazion de irse a Espanya, y el mismo para mi papou”.
El judeoespañol comenzó a ponerse por escrito usando alfabeto latino en el siglo XIX y, como se puede ver en las citas aquí extraídas, ha tendido a usar un sistema gráfico muy rupturista y llamativo (recomiendo este trabajo de Manuel Ariza sobre el tema); justamente por una escritura tan distinta de la estándar y por los préstamos que el español ha tomado del árabe o el francés, en ocasiones en algunos pasajes es más asequible leer el libro en inglés que en ese otro español, la lengua de quienes fueron siempre los otros. Deja tu comentario...
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Piensa en tu infancia, en la lengua que utilizabas con tus padres y entre tus amigos. Imagina que nadie hablase ya ese idioma. Eso le sucede a Marcel Cohen, que escribió en 1985 una carta a su amigo, el pintor español Antonio Saura, diciendo:
“No saves, Antonio, lo ke es morirse en su lingua. Es komo kedarse soliko en el silensyo kada dya ke Dyo da, komo ser sikileoso sin saver porke”.
Esta frase, inteligible para cualquier hablante de español (salvo sikileoso, ‘oprimido’) está escrita en judeoespañol, lengua también llamada sefardí, sefardita y judezmo. Los judíos expulsados de España en 1492 por mandato de los Reyes Católicos (Edicto de la Alhambra) se fueron hablando en castellano, y lo siguieron usando durante siglos después en sus diversos territorios de exilio. Esa es la lengua que manejó en su niñez Cohen y que hoy nadie tiene como lengua materna, aunque se emplee, más como reivindicación que como instrumento, en la radio, algunos periódicos o en wikipedia.
“No ay, no avra mas realitad para mi porke no ay realitad sino en las palavras y ke el avlar djudyo ya se mourio kon los ke lo avlavan. Nunka me demandi si me gustava esta lingua, si amava yo a los ke mourieron: eyos stava yo, eyos kedo al fondo de mi”.
Supe de Marcel Cohen por el artículo de Muñoz Molina “Holocaustos para todos” donde se da noticia de esa carta que que ahora ha reaparecido en la editorial Ibis con el título In search of a lost ladino. Letter to Antonio Saura. Haciendo juego de palabras con la novela de Proust, esta obrita, en inglés y en judeoespañol, permite reconstruir la memoria de una identidad forjada en el destierro. Los antepasados del escritor Marcel Cohen procedían de uno de esos espacios de destierro, la comunidad judeoespañola de Salónica, toda ella desaparecida o dispersa por la aniquilación nazi. El autor evoca con nostalgia y sobrio dolor ese colectivo en la lengua de su infancia; curiosamente, él, el último miembro de su familia capaz de hablar judeoespañol, fue el primero en visitar España desde la expulsión:
“Me fue en Toledo para tener una idea desta sivdad ke tanto les dava eskarigno a mis padres. Puedo dizirte ke nunka el padre myo tuvo la okazion de irse a Espanya, y el mismo para mi papou”.
El judeoespañol comenzó a ponerse por escrito usando alfabeto latino en el siglo XIX y, como se puede ver en las citas aquí extraídas, ha tendido a usar un sistema gráfico muy rupturista y llamativo (recomiendo este trabajo de Manuel Ariza sobre el tema); justamente por una escritura tan distinta de la estándar y por los préstamos que el español ha tomado del árabe o el francés, en ocasiones en algunos pasajes es más asequible leer el libro en inglés que en ese otro español, la lengua de quienes fueron siempre los otros. Deja tu comentario...

lunes, 15 de noviembre de 2010

Un punto ye ye

La y griega tiene su punto. Y lo digo en el sentido literal. Cuando se utilizaba en los manuscritos medievales una y, se solía escribir encima de ella un punto para que, si la pluma no hacía un trazo grueso de la línea de caída de la y, no se confundiera a ésta con una V. Así puede verse en esta frase de un manuscrito del XV (del pueblo de ysrrael):Desde el alfabeto griego, el alfabeto romano introdujo la letra ipsilon (Y) que se denomina habitualmente en España y griega. En la nueva ortografía de la Academia, que se está cerrando ahora y que sustituirá a la última, de 1999, se propone que el nombre de esa letra sea de ahora en adelante ye, según es común en América. La controversia en torno a esta medida ha estallado, como se puede ver en la prensa, y se une a otras propuestas que, a la inversa, tienen más efecto en América que en España, como la eliminación del nombre “be corta” para la uve (v).
Desde la primera ortografía, en 1741, la Real Academia Española ha propuesto cambios diversos en la escritura: desaparecieron ç, th, ph, se han dictado nuevas normas de acentuación y mayúsculas y se ha modificado la escritura de algunas palabras. Algunas normas también afectaron a la escritura de y: en 1815 la RAE fijó que y sólo se usaría como vocal a final de palabra en secuencias de diptongo (soy, rey y ya nunca más Ysrael, leydo, etc). Otras iniciativas no han tenido éxito, como el uso de acento circunflejo ^ en español, por ejemplo.
Somos los usuarios del idioma quienes dispensaremos de éxito o fracaso a estas propuestas. Yo tengo una, que lanzo tarareando de fondo la música de la chica ye-ye. Por esa pátina extranjera que no parece haber perdido, por quienes se llaman Fátima, Loli o Mari y firman Faty, Loly o Mary; por el Lancia Ypsilon a quien nadie llamará Lancia Ye ni Lancia Y griega; por esa autopista Y que une tres ciudades asturianas, y, en definitiva, por ese punto que tiene la Y, yo digo que la llamemos Y griega ye-ye. Deja tu comentario...
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La y griega tiene su punto. Y lo digo en el sentido literal. Cuando se utilizaba en los manuscritos medievales una y, se solía escribir encima de ella un punto para que, si la pluma no hacía un trazo grueso de la línea de caída de la y, no se confundiera a ésta con una V. Así puede verse en esta frase de un manuscrito del XV (del pueblo de ysrrael):Desde el alfabeto griego, el alfabeto romano introdujo la letra ipsilon (Y) que se denomina habitualmente en España y griega. En la nueva ortografía de la Academia, que se está cerrando ahora y que sustituirá a la última, de 1999, se propone que el nombre de esa letra sea de ahora en adelante ye, según es común en América. La controversia en torno a esta medida ha estallado, como se puede ver en la prensa, y se une a otras propuestas que, a la inversa, tienen más efecto en América que en España, como la eliminación del nombre “be corta” para la uve (v).
Desde la primera ortografía, en 1741, la Real Academia Española ha propuesto cambios diversos en la escritura: desaparecieron ç, th, ph, se han dictado nuevas normas de acentuación y mayúsculas y se ha modificado la escritura de algunas palabras. Algunas normas también afectaron a la escritura de y: en 1815 la RAE fijó que y sólo se usaría como vocal a final de palabra en secuencias de diptongo (soy, rey y ya nunca más Ysrael, leydo, etc). Otras iniciativas no han tenido éxito, como el uso de acento circunflejo ^ en español, por ejemplo.
Somos los usuarios del idioma quienes dispensaremos de éxito o fracaso a estas propuestas. Yo tengo una, que lanzo tarareando de fondo la música de la chica ye-ye. Por esa pátina extranjera que no parece haber perdido, por quienes se llaman Fátima, Loli o Mari y firman Faty, Loly o Mary; por el Lancia Ypsilon a quien nadie llamará Lancia Ye ni Lancia Y griega; por esa autopista Y que une tres ciudades asturianas, y, en definitiva, por ese punto que tiene la Y, yo digo que la llamemos Y griega ye-ye. Deja tu comentario...

lunes, 8 de noviembre de 2010

¿García Lorca o Lorca García?

Una reciente iniciativa del Gobierno español rompe con la tradición de que en España se usan dos apellidos, el del padre y el de la madre, en este orden. Desde el año 1991, era posible inscribir a los nacidos poniendo primero el apellido de la madre, pero era necesario un trámite que ahora se elimina. Por defecto, no habrá prevalencia del apellido del padre y serán los progenitores quienes especifiquen qué apellido quieren poner primero. Esto hace levantar la polémica sobre la aparente ruptura de una costumbre común en español, frente a otros idiomas donde sólo hay un apellido o el primero es el de la madre. La Historia de la Lengua tiene algo que decir al respecto:
Mira el árbol familiar del Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza:

Diego Hurtado de Mendoza & Leonor de la Vega [padres de:]
Íñigo López de Mendoza & Catalina Suárez de Figueroa
[padres de:]
Pedro Laso de la Vega
Diego Hurtado de Mendoza
María de Mendoza
Íñigo López de Mendoza
Lorenzo Suárez de Mendoza
Juan Hurtado de Mendoza
Mencía de Mendoza
Pedro Hurtado de Mendoza
Pedro González de Mendoza
Leonor de la Vega

Como vemos, los hijos del Marqués heredan apellidos de los abuelos y el padre indistintamente, los hermanos no tienen los mismos apellidos y hay hermanos con el mismo nombre de pila. Y es que el reparto de apellidos no era en el siglo XV tan rígido como el de hoy. El sistema actual se formalizó a partir de la Ley de Registro Civil de 17 de junio de 1870, que estableció que todos los españoles deben ser inscritos con nombre y dos apellidos. En español se había ido modificando el sistema denominativo latino, constituido por tres nombres (tria nomina: Praenomen +Nomen +Cognomen +Agnomen, del tipo, Quinto Cecilio Metelo Macedónico) hasta la situación medieval, cuando los nombres se formaban con Nombre + Patronímico (o sea, nombre propio + nombre del padre, de forma que Juan Benítez o Juan Benito era el hijo de Benito). De los patronímicos derivan nuestros actuales apellidos (esto es, cuando Juan Benítez es el hijo de Pedro Benítez el patronímico se ha convertido en apellido).
Dentro de la Historia de la Lengua, la disciplina de la Onomástica histórica se ocupa de estudiar precisamente esos cambios que se han dado en la forma de denominarse (ya en nosolodeyod dedicamos una entrada a ciertos nombres de mujer , y ahora recomendamos la tesis de María Simón Parra como referencia de onomástica muy actualizada ). Hay cuestiones muy interesantes que vinculan la historia de los territorios con los nombres y apellidos de sus sociedades. Por ejemplo, la moda de poner nombres germanos (Fernando, Rodrigo, Alonso...) que recorrió Europa desde el siglo IX, la popularización de nombres marianos (Remedios, Asunción, Dolores, Amparo...) que se dio en España a partir de la Contrarreforma o el uso de apellidos de santos (hagiopatronímicos como Santamaría, Santacruz...) por parte de los conversos cuando abandonaban sus nombres judíos. Muchos se empeñan en buscar el escudo de armas de su apellido o en decir que descienden de reyes. Pero, como dice el chiste, se les puede contestar: "Pues sí que has descendido". Deja tu comentario...
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Una reciente iniciativa del Gobierno español rompe con la tradición de que en España se usan dos apellidos, el del padre y el de la madre, en este orden. Desde el año 1991, era posible inscribir a los nacidos poniendo primero el apellido de la madre, pero era necesario un trámite que ahora se elimina. Por defecto, no habrá prevalencia del apellido del padre y serán los progenitores quienes especifiquen qué apellido quieren poner primero. Esto hace levantar la polémica sobre la aparente ruptura de una costumbre común en español, frente a otros idiomas donde sólo hay un apellido o el primero es el de la madre. La Historia de la Lengua tiene algo que decir al respecto:
Mira el árbol familiar del Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza:

Diego Hurtado de Mendoza & Leonor de la Vega [padres de:]
Íñigo López de Mendoza & Catalina Suárez de Figueroa
[padres de:]
Pedro Laso de la Vega
Diego Hurtado de Mendoza
María de Mendoza
Íñigo López de Mendoza
Lorenzo Suárez de Mendoza
Juan Hurtado de Mendoza
Mencía de Mendoza
Pedro Hurtado de Mendoza
Pedro González de Mendoza
Leonor de la Vega

Como vemos, los hijos del Marqués heredan apellidos de los abuelos y el padre indistintamente, los hermanos no tienen los mismos apellidos y hay hermanos con el mismo nombre de pila. Y es que el reparto de apellidos no era en el siglo XV tan rígido como el de hoy. El sistema actual se formalizó a partir de la Ley de Registro Civil de 17 de junio de 1870, que estableció que todos los españoles deben ser inscritos con nombre y dos apellidos. En español se había ido modificando el sistema denominativo latino, constituido por tres nombres (tria nomina: Praenomen +Nomen +Cognomen +Agnomen, del tipo, Quinto Cecilio Metelo Macedónico) hasta la situación medieval, cuando los nombres se formaban con Nombre + Patronímico (o sea, nombre propio + nombre del padre, de forma que Juan Benítez o Juan Benito era el hijo de Benito). De los patronímicos derivan nuestros actuales apellidos (esto es, cuando Juan Benítez es el hijo de Pedro Benítez el patronímico se ha convertido en apellido).
Dentro de la Historia de la Lengua, la disciplina de la Onomástica histórica se ocupa de estudiar precisamente esos cambios que se han dado en la forma de denominarse (ya en nosolodeyod dedicamos una entrada a ciertos nombres de mujer , y ahora recomendamos la tesis de María Simón Parra como referencia de onomástica muy actualizada ). Hay cuestiones muy interesantes que vinculan la historia de los territorios con los nombres y apellidos de sus sociedades. Por ejemplo, la moda de poner nombres germanos (Fernando, Rodrigo, Alonso...) que recorrió Europa desde el siglo IX, la popularización de nombres marianos (Remedios, Asunción, Dolores, Amparo...) que se dio en España a partir de la Contrarreforma o el uso de apellidos de santos (hagiopatronímicos como Santamaría, Santacruz...) por parte de los conversos cuando abandonaban sus nombres judíos. Muchos se empeñan en buscar el escudo de armas de su apellido o en decir que descienden de reyes. Pero, como dice el chiste, se les puede contestar: "Pues sí que has descendido". Deja tu comentario...