jueves, 31 de mayo de 2018

Instantáneas #35. Mayo 2018

Innsbruck (Austria)
Este mes de mayo ha tenido cinco semanas, cada una con sus citas filológicas. 
1. El mes empezó con una tribuna de opinión en El País, en la que hablé sobre la peligrosa posición de los anglicismos bullying y mobbing frente a la palabra acoso. La podéis leer aquí
2. Me entrevistó Gonzalo Gragera en la revista literaria Zenda (enlace aquí)
3. Viajé a Austria, a una preciosa ciudad incrustada en el valle de los Alpes, Innsbruck. Allí dicté la conferencia plenaria del congreso "Investigando las hablas andaluzas" organizado por Lorenzo García-Amaya, Jannis Harjus, Hanna Ruch y Nicholas Henriksen. Preparar esa conferencia me ha hecho estar varios meses dedicada a cuestiones de dialectología y gramática del español, y me ha gustado tanto que ya sé que voy a retomar esos temas en próximos congresos. 
4. Este mes he tenido varias colaboraciones con Verne-El País. Escribí el 1 de mayo sobre la palabra trabajo (este es el artículo) y también sobre qué es hablar pedante (aquí); luego, la actualidad me llevó a comentar las cuitas del pianista James Rhodes para aprender español (con este texto sobre los acentos en nuestro idioma) y el asunto inmobiliario de Pablo Iglesias e Irene Montero me hizo discurrir sobre la palabra chalé como forma de que se hagan amigos de nuevo Kichi e Iglesias (lo cuento en este artículo).
5. Firmé de nuevo en la Feria del Libro de Sevilla. Y (para mi sorpresa) hubo hasta cola (una cola muy muy larga, permitidme la broma). En la foto estoy con un estudiante canadiense que usa mi manual La lengua de ayer. 
Acabo. Empieza junio, ya sí el calor sobre Sevilla, ya la galvana tras el almuerzo y el penoso mediodía volviendo a casa. También la noche fresca, las piscinas, la agenda que empieza a despejarse, el final de curso para frotarse las manos pensando en un verano donde el tiempo seguido me permita terminar los textos inacabados. Y
 en la cabeza, el gran Jaime Gil de Biedma diciendo:
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.
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Innsbruck (Austria)
Este mes de mayo ha tenido cinco semanas, cada una con sus citas filológicas. 
1. El mes empezó con una tribuna de opinión en El País, en la que hablé sobre la peligrosa posición de los anglicismos bullying y mobbing frente a la palabra acoso. La podéis leer aquí
2. Me entrevistó Gonzalo Gragera en la revista literaria Zenda (enlace aquí)
3. Viajé a Austria, a una preciosa ciudad incrustada en el valle de los Alpes, Innsbruck. Allí dicté la conferencia plenaria del congreso "Investigando las hablas andaluzas" organizado por Lorenzo García-Amaya, Jannis Harjus, Hanna Ruch y Nicholas Henriksen. Preparar esa conferencia me ha hecho estar varios meses dedicada a cuestiones de dialectología y gramática del español, y me ha gustado tanto que ya sé que voy a retomar esos temas en próximos congresos. 
4. Este mes he tenido varias colaboraciones con Verne-El País. Escribí el 1 de mayo sobre la palabra trabajo (este es el artículo) y también sobre qué es hablar pedante (aquí); luego, la actualidad me llevó a comentar las cuitas del pianista James Rhodes para aprender español (con este texto sobre los acentos en nuestro idioma) y el asunto inmobiliario de Pablo Iglesias e Irene Montero me hizo discurrir sobre la palabra chalé como forma de que se hagan amigos de nuevo Kichi e Iglesias (lo cuento en este artículo).
5. Firmé de nuevo en la Feria del Libro de Sevilla. Y (para mi sorpresa) hubo hasta cola (una cola muy muy larga, permitidme la broma). En la foto estoy con un estudiante canadiense que usa mi manual La lengua de ayer. 
Acabo. Empieza junio, ya sí el calor sobre Sevilla, ya la galvana tras el almuerzo y el penoso mediodía volviendo a casa. También la noche fresca, las piscinas, la agenda que empieza a despejarse, el final de curso para frotarse las manos pensando en un verano donde el tiempo seguido me permita terminar los textos inacabados. Y
 en la cabeza, el gran Jaime Gil de Biedma diciendo:
Alguna vez recuerdo
ciertas noches de junio de aquel año,
casi borrosas, de mi adolescencia
(era en mil novecientos me parece
cuarenta y nueve)
porque en ese mes
sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña
lo mismo que el calor que empezaba,
nada más
que la especial sonoridad del aire
y una disposición vagamente afectiva.

jueves, 17 de mayo de 2018

Por la yod al arte (VIII): los libros como abrigo

Varias veces en este blog he hablado de arte conceptual y, en concreto, de fotografía conceptual. De hecho, de esa disciplina se llenó el blog durante el tiempo que estuve trabajando con una serie temática que abandoné y que hoy recupero: por la yod al arte. Y vuelvo a ella porque estas fotografías del islandés Sigurdur Gudmundsson tienen los ingredientes que me gustan en esta clase de fotos. Me gustan porque la escenografía y las poses, en su escenario antiguo y en su calidad de fotos de los años setenta sin retoque digital, pierden pretenciosidad al verlas ahora, en 2018. Y me gustan porque son fotos que se pueden interpretar como el diálogo entre un hombre y una realidad. Reales sí, son los objetos y paisajes que nos rodean, y real es, al menos para mí, algo tan social como la lengua. Podéis ver más aquí.



El componente en común de todas las fotos de Gudmunsson es que la imagen está muy vacía; la representación es muy simple, pero siempre hay un diálogo con algo; ese diálogo se hace muy a menudo con libros o con palabras que no se ven pero se evocan como en esta foto de una pareja en la playa. Y me parece una metáfora bonita para pensar en estas semanas en que venimos de grandes fiestas librescas (el día del libro, la Feria del Libro) y vamos hacia otra etapa muy letrada como el mes de junio, con la entrega de trabajos de fin de máster, escritura de exámenes, cierre de capítulos que hay que entregar... El más solitario de los lectores de este blog, sea quien sea, está acompañado siempre de sus palabras y, ahora que me está leyendo, está también acompañado de las mías. Yo creo en el abrigo del lenguaje y en la compañía de los libros; me sereno más en la palabra escrita que en la hablada. Por eso mi foto favorita de Gudmunsson podría ser esta: leña para calentar los pies, panes para alimentar el estómago y, de pecho a cabeza, libros, libros y libros. La foto se llama 'Montaña' pero yo la llamo 'Abrigo':



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Varias veces en este blog he hablado de arte conceptual y, en concreto, de fotografía conceptual. De hecho, de esa disciplina se llenó el blog durante el tiempo que estuve trabajando con una serie temática que abandoné y que hoy recupero: por la yod al arte. Y vuelvo a ella porque estas fotografías del islandés Sigurdur Gudmundsson tienen los ingredientes que me gustan en esta clase de fotos. Me gustan porque la escenografía y las poses, en su escenario antiguo y en su calidad de fotos de los años setenta sin retoque digital, pierden pretenciosidad al verlas ahora, en 2018. Y me gustan porque son fotos que se pueden interpretar como el diálogo entre un hombre y una realidad. Reales sí, son los objetos y paisajes que nos rodean, y real es, al menos para mí, algo tan social como la lengua. Podéis ver más aquí.



El componente en común de todas las fotos de Gudmunsson es que la imagen está muy vacía; la representación es muy simple, pero siempre hay un diálogo con algo; ese diálogo se hace muy a menudo con libros o con palabras que no se ven pero se evocan como en esta foto de una pareja en la playa. Y me parece una metáfora bonita para pensar en estas semanas en que venimos de grandes fiestas librescas (el día del libro, la Feria del Libro) y vamos hacia otra etapa muy letrada como el mes de junio, con la entrega de trabajos de fin de máster, escritura de exámenes, cierre de capítulos que hay que entregar... El más solitario de los lectores de este blog, sea quien sea, está acompañado siempre de sus palabras y, ahora que me está leyendo, está también acompañado de las mías. Yo creo en el abrigo del lenguaje y en la compañía de los libros; me sereno más en la palabra escrita que en la hablada. Por eso mi foto favorita de Gudmunsson podría ser esta: leña para calentar los pies, panes para alimentar el estómago y, de pecho a cabeza, libros, libros y libros. La foto se llama 'Montaña' pero yo la llamo 'Abrigo':