miércoles, 23 de noviembre de 2016

El español en la encrucijada

Tengo un compañero, historiador de la lengua y profesor de una universidad española (la de las Islas Baleares) que dirige documentales. ¿Por qué no? Uno se pasa la vida narrando procesos por escrito, en artículos, y en vivo, a los alumnos. ¿Por qué no pasarlos a una narración audiovisual? Me resulta admirable que haya dado el paso, y de forma tan profesional, a ese formato.
Doctorado en Estados Unidos, el profesor Andrés Enrique Arias aprovechó su estancia americana para idear y dirigir el documental sobre el judeoespañol de Los Angeles Once upon a time at 55th and Hoover En esta página se puede ver el tráiler y acceder a la compra de una copia.
El documental cuenta el caso de la comunidad sefardita que, procedente de la isla griega de Rodas, se instaló en el sur de Los Ángeles en la primera mitad del siglo XX. Como sabéis (y hablé del tema en esta otra entrada) al decretar en 1492 los Reyes Católicos la conversión forzosa o expulsión de España de los judíos, muchos de ellos iniciaron una diáspora por África y Europa, un camino en el que se llevaron el español que hablaban en la Castilla del XV. Esa lengua sale de España con los sonidos y el vocabulario del Medievo y sucesivas generaciones venidas de esos judíos expulsados la mantuvieron por siglos en su destierro, influida por los idiomas (francés, griego, turco...) con que convivieron en sus emplazamientos. Uno de esos lugares donde migraron los judíos españoles o sefarditas fue la isla de Rodas.
La historia da un giro en el siglo XX: muchos de esos judíos de Rodas migraron por motivos económicos a Estados Unidos, y mantuvieron en un cruce de  calles en Los Ángeles, hasta que el tiempo y la memoria lo quiso, un núcleo sefardí con sinagoga, centro cultural y actas escritas en ese español distinto.
Andrés Enrique tuvo la fortuna de localizar a los últimos miembros vivos de esa comunidad, hablantes de español sefardí, de judeoespañol: dos señoras a las que grabó rememorando su vida (y qué vida: su salida de Grecia, el barco, la llegada a América...). Y la rememoran en ese sefardí que en Estados Unidos fue para sus hijos lengua entendida pero apenas hablada: el hijo que ya habla solo inglés, el nieto judío que ya no conoce esa vieja raíz que lo unía a España, la sinagoga que termina siendo vendida a otra corporación religiosa. 
Ahora que nos felicitamos por la expansión que tiene el español gracias a los latinos en Estados Unidos, no está de más recordar a estos migrantes que llevaron otro español allí, el español minoritario, minorizado de una comunidad expulsada. 
Será un encuentro de calles más, pero se me figura que ese vértice entre la calle 55 y la Hoover es  símbolo de una de las encrucijadas por las que ha transitado la identidad lingüística y social de España desde el siglo XV.
Leer más
Tengo un compañero, historiador de la lengua y profesor de una universidad española (la de las Islas Baleares) que dirige documentales. ¿Por qué no? Uno se pasa la vida narrando procesos por escrito, en artículos, y en vivo, a los alumnos. ¿Por qué no pasarlos a una narración audiovisual? Me resulta admirable que haya dado el paso, y de forma tan profesional, a ese formato.
Doctorado en Estados Unidos, el profesor Andrés Enrique Arias aprovechó su estancia americana para idear y dirigir el documental sobre el judeoespañol de Los Angeles Once upon a time at 55th and Hoover En esta página se puede ver el tráiler y acceder a la compra de una copia.
El documental cuenta el caso de la comunidad sefardita que, procedente de la isla griega de Rodas, se instaló en el sur de Los Ángeles en la primera mitad del siglo XX. Como sabéis (y hablé del tema en esta otra entrada) al decretar en 1492 los Reyes Católicos la conversión forzosa o expulsión de España de los judíos, muchos de ellos iniciaron una diáspora por África y Europa, un camino en el que se llevaron el español que hablaban en la Castilla del XV. Esa lengua sale de España con los sonidos y el vocabulario del Medievo y sucesivas generaciones venidas de esos judíos expulsados la mantuvieron por siglos en su destierro, influida por los idiomas (francés, griego, turco...) con que convivieron en sus emplazamientos. Uno de esos lugares donde migraron los judíos españoles o sefarditas fue la isla de Rodas.
La historia da un giro en el siglo XX: muchos de esos judíos de Rodas migraron por motivos económicos a Estados Unidos, y mantuvieron en un cruce de  calles en Los Ángeles, hasta que el tiempo y la memoria lo quiso, un núcleo sefardí con sinagoga, centro cultural y actas escritas en ese español distinto.
Andrés Enrique tuvo la fortuna de localizar a los últimos miembros vivos de esa comunidad, hablantes de español sefardí, de judeoespañol: dos señoras a las que grabó rememorando su vida (y qué vida: su salida de Grecia, el barco, la llegada a América...). Y la rememoran en ese sefardí que en Estados Unidos fue para sus hijos lengua entendida pero apenas hablada: el hijo que ya habla solo inglés, el nieto judío que ya no conoce esa vieja raíz que lo unía a España, la sinagoga que termina siendo vendida a otra corporación religiosa. 
Ahora que nos felicitamos por la expansión que tiene el español gracias a los latinos en Estados Unidos, no está de más recordar a estos migrantes que llevaron otro español allí, el español minoritario, minorizado de una comunidad expulsada. 
Será un encuentro de calles más, pero se me figura que ese vértice entre la calle 55 y la Hoover es  símbolo de una de las encrucijadas por las que ha transitado la identidad lingüística y social de España desde el siglo XV.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Regalos para los que aman las letras

En un mes estaremos buscando desesperadamente los regalos navideños. He pensado en seis posibles adquisiciones destinadas a ser regaladas a gente a las que les gusta pensar, enseñar o aprender sobre lengua española. Regalos para profesores, para estudiantes, para padres, para cuñados, para hijos, para jefes... A ver si te cuadra alguno de estos:
1. ¡El primero! Pues qué voy a recomendaros yo... que regaléis mi libro Una lengua muy larga, porque acaba de salir ya la tercera edición y porque yo misma, si me lo hacéis llegar, os puedo poner un autógrafo de dedicatoria a la persona obsequiada. Se puede comprar aquí
2. Un cuadro con una caligrafía chula,por ejemplo, los que hace Happy Letters, o un curso de caligrafía molona que también ofrece esta editorial.
3. Un juego de mesa sobre palabras, Verbalia. Para enriquecer vocabulario dentro de un tablero que recrea un país donde el poder legislativo lo ejercen los diccionarios; viene con letras, sílabas... y 50 juegos de palabras explicados.
4. Las palabras se anclan sobre los mapas, ¿no es así? Piensa en la ciudad que te hizo cambiar, las calles que te molan, las coordenadas de tus recuerdos... verbaliza un mapa para personalizarlo y encargarlo a esta pareja de emprendedores que dirige con gusto exquisito tusmapas.es/.
5. Un libro más: el de Pedro Álvarez de Miranda, Más que palabras, este también divulgativo, pero pensado más para filólogos. Explica sobre todo la historia en los diccionarios y en el uso de algunas palabras o dichos del español (por ejemplo, ¿por qué decimos "pasarlas moradas"?).


6. Y más libros: Anatomía de la lengua de Elena Álvarez Mellado, un libro divulgativo que explica cómo son las lenguas, con ejemplos de idiomas lejanos y cercanos y un lenguaje muy cercano para contestar a preguntas que nos habremos hecho alguna vez sobre el idioma.


Leer más
En un mes estaremos buscando desesperadamente los regalos navideños. He pensado en seis posibles adquisiciones destinadas a ser regaladas a gente a las que les gusta pensar, enseñar o aprender sobre lengua española. Regalos para profesores, para estudiantes, para padres, para cuñados, para hijos, para jefes... A ver si te cuadra alguno de estos:
1. ¡El primero! Pues qué voy a recomendaros yo... que regaléis mi libro Una lengua muy larga, porque acaba de salir ya la tercera edición y porque yo misma, si me lo hacéis llegar, os puedo poner un autógrafo de dedicatoria a la persona obsequiada. Se puede comprar aquí
2. Un cuadro con una caligrafía chula,por ejemplo, los que hace Happy Letters, o un curso de caligrafía molona que también ofrece esta editorial.
3. Un juego de mesa sobre palabras, Verbalia. Para enriquecer vocabulario dentro de un tablero que recrea un país donde el poder legislativo lo ejercen los diccionarios; viene con letras, sílabas... y 50 juegos de palabras explicados.
4. Las palabras se anclan sobre los mapas, ¿no es así? Piensa en la ciudad que te hizo cambiar, las calles que te molan, las coordenadas de tus recuerdos... verbaliza un mapa para personalizarlo y encargarlo a esta pareja de emprendedores que dirige con gusto exquisito tusmapas.es/.
5. Un libro más: el de Pedro Álvarez de Miranda, Más que palabras, este también divulgativo, pero pensado más para filólogos. Explica sobre todo la historia en los diccionarios y en el uso de algunas palabras o dichos del español (por ejemplo, ¿por qué decimos "pasarlas moradas"?).


6. Y más libros: Anatomía de la lengua de Elena Álvarez Mellado, un libro divulgativo que explica cómo son las lenguas, con ejemplos de idiomas lejanos y cercanos y un lenguaje muy cercano para contestar a preguntas que nos habremos hecho alguna vez sobre el idioma.


jueves, 10 de noviembre de 2016

La casa de Pidal

En el despacho de Pidal
¿Cuánto debe nuestra obra a nuestro entorno de trabajo? Hace unos años hubiese contestado que poco, que la obra está por encima del sitio de la mesa, la entrada de la luz o el ruido que te circunda. Ahora, en cambio, creo muchísimo en esa vinculación, y en el efecto que, al menos sobre mí, tiene trabajar en un entorno ordenado, con una silla gustosa, una pluma que se desliza limpiamente... un lugar apacible y poco agobiante, en suma.
Os cuento esto porque la semana pasada tuve la fortuna de visitar en Madrid la casa de D. Ramón Menéndez Pidal. En ella se celebraban unas jornadas sobre la obra considerada programática de Pidal: su libro Orígenes del español, en que no solo retrata a través de los escritos de la época cómo eran los romances hablados en la Península Ibérica hasta el siglo XI, sino que también fundamenta su visión del cambio lingüístico, del valor de la documentación, o de la ausencia de documentación para la reconstrucción de hechos lingüísticos.
En mi intervención expliqué cómo y para qué se usa el siglo XV en Orígenes y, en general, en la obra pidalina. Orígenes es una de esas obras que deben ser leídas varias veces: sus notas al pie abren caminos que aún quedan por recorrer, el propio texto contiene aseveraciones muy sugerentes que están abiertas a confirmación, revisión, estudio...
La casa vista desde fuera. Olivos, árboles frutales..
Pero sin duda, estas jornadas dejan para mí como huella fundamental la visita a la casa de don Ramón. Ya en otra entrada del blog os hablé de cómo había disfrutado leyendo la biografía que sobre él escribió Pérez Pascual y os conté algunas curiosidades al respecto; incluso últimamente he escrito un artículo sobre las cartas que escribieron discípulos de su entorno como Rafael Lapesa o Dámaso Alonso (podéis leerlo aquí). Pero todo eso es indirecto, y lo directo ha sido ver su despacho, sus ficheros, su biblioteca, sus papeles
El solárium
Su casa, en el olivar de Chamartín, está ahora rodeada de bloques de pisos, pero otrora fue un lunar en medio de un campo. Y allí Pidal estudiaba, pero también tomaba el sol en un solárium que sigue en pie, se aseaba y bañaba mucho (en un tiempo en que los españoles se bañaban una vez a la semana), daba paseos, hacía sus caminatas y “gimnasia sueca”. Pero sobre todo estudiaba, leía, escribía. Compruebo en mi visita que Pidal supo rodearse de un entorno tranquilo, estimulante, lejos de los ruidos (físicos y emocionales) de la capital. De alguna forma esa visita me ayuda a entender aún mejor al personaje. Pero de alguna forma esta visita me obliga también a transmitir a mis alumnos que esa coherencia entre la vida y el trabajo es también una buena lección de Filología. Deja tu comentario.


Leer más
En el despacho de Pidal
¿Cuánto debe nuestra obra a nuestro entorno de trabajo? Hace unos años hubiese contestado que poco, que la obra está por encima del sitio de la mesa, la entrada de la luz o el ruido que te circunda. Ahora, en cambio, creo muchísimo en esa vinculación, y en el efecto que, al menos sobre mí, tiene trabajar en un entorno ordenado, con una silla gustosa, una pluma que se desliza limpiamente... un lugar apacible y poco agobiante, en suma.
Os cuento esto porque la semana pasada tuve la fortuna de visitar en Madrid la casa de D. Ramón Menéndez Pidal. En ella se celebraban unas jornadas sobre la obra considerada programática de Pidal: su libro Orígenes del español, en que no solo retrata a través de los escritos de la época cómo eran los romances hablados en la Península Ibérica hasta el siglo XI, sino que también fundamenta su visión del cambio lingüístico, del valor de la documentación, o de la ausencia de documentación para la reconstrucción de hechos lingüísticos.
En mi intervención expliqué cómo y para qué se usa el siglo XV en Orígenes y, en general, en la obra pidalina. Orígenes es una de esas obras que deben ser leídas varias veces: sus notas al pie abren caminos que aún quedan por recorrer, el propio texto contiene aseveraciones muy sugerentes que están abiertas a confirmación, revisión, estudio...
La casa vista desde fuera. Olivos, árboles frutales..
Pero sin duda, estas jornadas dejan para mí como huella fundamental la visita a la casa de don Ramón. Ya en otra entrada del blog os hablé de cómo había disfrutado leyendo la biografía que sobre él escribió Pérez Pascual y os conté algunas curiosidades al respecto; incluso últimamente he escrito un artículo sobre las cartas que escribieron discípulos de su entorno como Rafael Lapesa o Dámaso Alonso (podéis leerlo aquí). Pero todo eso es indirecto, y lo directo ha sido ver su despacho, sus ficheros, su biblioteca, sus papeles
El solárium
Su casa, en el olivar de Chamartín, está ahora rodeada de bloques de pisos, pero otrora fue un lunar en medio de un campo. Y allí Pidal estudiaba, pero también tomaba el sol en un solárium que sigue en pie, se aseaba y bañaba mucho (en un tiempo en que los españoles se bañaban una vez a la semana), daba paseos, hacía sus caminatas y “gimnasia sueca”. Pero sobre todo estudiaba, leía, escribía. Compruebo en mi visita que Pidal supo rodearse de un entorno tranquilo, estimulante, lejos de los ruidos (físicos y emocionales) de la capital. De alguna forma esa visita me ayuda a entender aún mejor al personaje. Pero de alguna forma esta visita me obliga también a transmitir a mis alumnos que esa coherencia entre la vida y el trabajo es también una buena lección de Filología. Deja tu comentario.