Continúo con mi entrada anterior sobre la organización
del tiempo de una historiadora de la lengua. Esta parte que completa el
decálogo reúne las cinco cosas que no hago con mi tiempo:
1. No trabajo los fines de semana. Adelantando trabajo
el finde no consigues tener mucho menos trabajo, sino llegar cansadísima al
lunes y rendir peor. Disfruto con muchas cosas que no son la Historia de la
lengua, y la oportunidad para saborearlas con intensidad está en el fin de semana. Un principio asimilable a este me lo aconsejaron hace años: no te permitas ni medio trabajo ni medio descanso.
2. No digo que sí si quiero decir que no. Tengo mi
agenda llena, sí, pero puedo decir que todo lo relevante que hay en ella lo
quiero hacer. Voy a los congresos que me gustan y publico sobre los temas que
me gustan. Desde hace años, además, puedo elegir las asignaturas que me gustan. Eso es una fortuna, lo sé, y una de las razones por las que para mí #FilologíaMola.
3. No mezclo la casa con el trabajo. Buena parte de mi trabajo de investigación lo hago en mi casa, y eso supone trabajar en el mismo sitio donde podrías ponerte a organizar armarios, lavadoras o comidas. Pues no. Yo comienzo mi jornada a las 9, antes de esa hora organizo cuanto puedo de la casa. A partir de esa hora, la casa no existe.
4. No descompenso la balanza. Dedico dos días a la
semana a la investigación, dos días a las clases (donde incluyo a mis
doctorandos, TFM...) y un día a un apartado de “otros”. Este principio es la parte del
decálogo más difícil de respetar, porque hay etapas donde se me acumulan más
tareas de un tipo que de otro, y también porque hay temporadas donde tengo
muchos compromisos que me obligan a viajar y eso desconcentra notablemente.
5. No desprecio el tiempo, por corto que sea. Es cierto
que trabajo mejor cuando tengo mucho tiempo seguido por delante, pero ya he
asumido que no siempre dispongo de ese precioso recurso. Así que aprovecho
todo. Si tras corregir ejercicios de los alumnos, solo me ha sobrado media hora, aprovecho para empezar a maquetar el ejemplario de la semana próxima, revisar la agenda, esbozar una entrada del blog o empezar
a fichar datos para mi próximo artículo. Cualquier trayecto largo empezó por un paso pequeñito.
Muchos de estos
principios eran inasumibles para mí cuando era becaria de investigación, cuando
di clases fuera de España o cuando estaba consolidando mi carrera. Pero en
cuanto pude permitírmelo, me lo empecé a aplicar. No sé si es un decálogo generalizable,
pero a mí me funciona. Nunca tengo la sensación de estar perdiéndome algo y la
vida, pese a sus golpes, sigue subiendo de volumen.
¿Que cosas no haces tú con tu tiempo y tu agenda? Deja tu comentario