miércoles, 28 de mayo de 2014

Instantáneas #13. Mayo 2014.


Dedico de forma monográfica la sección de Instantáneas de este mes a la experiencia filológica más original y enriquecedora que he tenido hasta ahora. Hace unos meses, el contratenor Carlos Mena me solicitó que colaborase con la producción “De lo humano... y divino”. Nunca imaginé que recibiría una llamada del tipo: “Tengo unos textos del XVII y necesito a un historiador de la lengua”. ¡Qué propuesta más apetecible!
El espectáculo es un homenaje al compositor madrileño Juan  Hidalgo (1614-1685), que musicó textos de dramaturgos de su tiempo como Salazar y Torres, Fernández de León, Juan Vélez de Guevara... Estas piezas se han conservado en manuscritos, teatrales o musicales, y a su vez han sido copiados por musicólogos o editores literarios.
Algunos de ellos solo eran conocidos a partir de transcripciones hechas en las notas a alguna grabación moderna. Como director musical del espectáculo, Mena se encontró con algunos textos que no parecían completamente fiables y que necesitaban también (ay, esas oscuridades barrocas) explicaciones sobre su significado y contenido. Me gustó mucho explorar en busca de las fuentes, modificar algunas lecturas deturpadas, reordenar estrofas, aclarar sentidos... 
La semana pasada estuve en Madrid para ver la representación de la obra, que se estrenó el 14 de mayo en el Teatro de la Zarzuela con buena críticaComo en la ópera, el espectáculo proyectaba en una pantalla los textos que se iban cantando, e íntimamente algo se me removía cuando los cantantes decían esas partes que yo había restituido. El director de escena Antón Rechi creó un envoltorio para el espectáculo muy intelectual y rompedor, hirientemente barroco. La instrumentación fue impecable; los bailarines, conmovedores; los cantantes, virtuosos. Y yo sentada en la butaca daba las gracias a lo divino y a lo humano por ser filóloga. 
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Dedico de forma monográfica la sección de Instantáneas de este mes a la experiencia filológica más original y enriquecedora que he tenido hasta ahora. Hace unos meses, el contratenor Carlos Mena me solicitó que colaborase con la producción “De lo humano... y divino”. Nunca imaginé que recibiría una llamada del tipo: “Tengo unos textos del XVII y necesito a un historiador de la lengua”. ¡Qué propuesta más apetecible!
El espectáculo es un homenaje al compositor madrileño Juan  Hidalgo (1614-1685), que musicó textos de dramaturgos de su tiempo como Salazar y Torres, Fernández de León, Juan Vélez de Guevara... Estas piezas se han conservado en manuscritos, teatrales o musicales, y a su vez han sido copiados por musicólogos o editores literarios.
Algunos de ellos solo eran conocidos a partir de transcripciones hechas en las notas a alguna grabación moderna. Como director musical del espectáculo, Mena se encontró con algunos textos que no parecían completamente fiables y que necesitaban también (ay, esas oscuridades barrocas) explicaciones sobre su significado y contenido. Me gustó mucho explorar en busca de las fuentes, modificar algunas lecturas deturpadas, reordenar estrofas, aclarar sentidos... 
La semana pasada estuve en Madrid para ver la representación de la obra, que se estrenó el 14 de mayo en el Teatro de la Zarzuela con buena críticaComo en la ópera, el espectáculo proyectaba en una pantalla los textos que se iban cantando, e íntimamente algo se me removía cuando los cantantes decían esas partes que yo había restituido. El director de escena Antón Rechi creó un envoltorio para el espectáculo muy intelectual y rompedor, hirientemente barroco. La instrumentación fue impecable; los bailarines, conmovedores; los cantantes, virtuosos. Y yo sentada en la butaca daba las gracias a lo divino y a lo humano por ser filóloga. 
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lunes, 19 de mayo de 2014

Mi Isidoro y vuestro Isidro

San Isidoro de Sevilla,
en el centro Fernando III el Santo
y a la derecha san Leandro, hermano de san Isidoro
Los filólogos sevillanos contamos con protección celestial extra porque hemos colocado al gran filólogo san Isidoro de Sevilla (556-636) en el escudo de nuestra ciudad. Isidoro de Sevilla supo recuperar y compilar la cultura grecolatina tal como se conocía en su tiempo, la época visigoda. Sus Etymologiae (Etimologías), escritas en latín son el precedente de la investigación en el origen de las palabras que hoy es una de las tareas filológicas.
Menos erudito fue en cambio san Isidro Labrador, santo de los campesinos: un madrileño nacido en el siglo XI al que se homenajea cada 15 de mayo en varias ciudades españolas, entre ellas Madrid, ciudad de la cual es patrón. Con ocasión de esta fiesta se celebra en la capital de España una feria en la Pradera de san Isidro.
Son figuras históricas distintas, pero ambas tienen el mismo nombre: la forma griega don de Isis  o Iσίδωρoς. La palabra se adaptó en latín de dos formas: 
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San Isidoro de Sevilla,
en el centro Fernando III el Santo
y a la derecha san Leandro, hermano de san Isidoro
Los filólogos sevillanos contamos con protección celestial extra porque hemos colocado al gran filólogo san Isidoro de Sevilla (556-636) en el escudo de nuestra ciudad. Isidoro de Sevilla supo recuperar y compilar la cultura grecolatina tal como se conocía en su tiempo, la época visigoda. Sus Etymologiae (Etimologías), escritas en latín son el precedente de la investigación en el origen de las palabras que hoy es una de las tareas filológicas.
Menos erudito fue en cambio san Isidro Labrador, santo de los campesinos: un madrileño nacido en el siglo XI al que se homenajea cada 15 de mayo en varias ciudades españolas, entre ellas Madrid, ciudad de la cual es patrón. Con ocasión de esta fiesta se celebra en la capital de España una feria en la Pradera de san Isidro.
Son figuras históricas distintas, pero ambas tienen el mismo nombre: la forma griega don de Isis  o Iσίδωρoς. La palabra se adaptó en latín de dos formas: 

lunes, 12 de mayo de 2014

Conchita Wurst en la historia de la lengua española

Una exposición bizarra de coreografía y vestuario al son de una música que para mi gusto es siempre la misma balada... pero si puedo ¡veo Eurovisión! Os presento a la ganadora de la edición de este año, la representante de Austria Conchita Wurst, con esta imagen impactante.
¡Una mujer barbuda! –dirán algunos. ¡Un sufijo en –udo!-digo yo al escucharlos. Udo es un sufijo patrimonial, esto es, heredado del latín (-UTU), que expresa una intensidad positiva en forzudo o concienzudo, pero que está bastante más cargado negativamente cuando se adjunta a partes del cuerpo humano: velludo, orejudo, barrigudo, peludo, cabezudo, dentudo... y a animales: aludo, cornudo, picudo... Su rival en –ón es menos humorístico pero también apunta a una dimensión aumentativa de exceso (barrigón, cabezón...).
Nuestra amiga austriaca no sería muy del gusto del Arcipreste de Hita, que en el Buen Amor daba este consejo para elegir mujer: Guárdate que non sea bellosa nin barbuda, mostrando el uso medieval del sufijo. Pero -udo, con su punto de parodia, crece sobre todo a partir del siglo XVI, justo cuando ya han desaparecido completamente los participios en –udo que tuvieron algunos verbos de la segunda conjugación (de tener se dijo tenudo, de conocer fue conoçudo y de saber, sabudo). Yakov Malkiel explica muy bien la posible conexión entre ambos fenómenos en este trabajo.
Lo que fue en la Edad Media el símbolo insuperable de la virilidad (¡esa barba del Cid!) aparece ahora en la figura de la austriaca Conchita, replanteando nuestra forma de entender la imagen femenina. Cambia la forma en que miramos a una mujer barbuda, pero el sufijo permanece. Yo saco la conclusión de que la Historia de la Lengua es más duradera que la estética eurovisiva. Morfología del español, twelve points. Deja tu comentario...
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Una exposición bizarra de coreografía y vestuario al son de una música que para mi gusto es siempre la misma balada... pero si puedo ¡veo Eurovisión! Os presento a la ganadora de la edición de este año, la representante de Austria Conchita Wurst, con esta imagen impactante.
¡Una mujer barbuda! –dirán algunos. ¡Un sufijo en –udo!-digo yo al escucharlos. Udo es un sufijo patrimonial, esto es, heredado del latín (-UTU), que expresa una intensidad positiva en forzudo o concienzudo, pero que está bastante más cargado negativamente cuando se adjunta a partes del cuerpo humano: velludo, orejudo, barrigudo, peludo, cabezudo, dentudo... y a animales: aludo, cornudo, picudo... Su rival en –ón es menos humorístico pero también apunta a una dimensión aumentativa de exceso (barrigón, cabezón...).
Nuestra amiga austriaca no sería muy del gusto del Arcipreste de Hita, que en el Buen Amor daba este consejo para elegir mujer: Guárdate que non sea bellosa nin barbuda, mostrando el uso medieval del sufijo. Pero -udo, con su punto de parodia, crece sobre todo a partir del siglo XVI, justo cuando ya han desaparecido completamente los participios en –udo que tuvieron algunos verbos de la segunda conjugación (de tener se dijo tenudo, de conocer fue conoçudo y de saber, sabudo). Yakov Malkiel explica muy bien la posible conexión entre ambos fenómenos en este trabajo.
Lo que fue en la Edad Media el símbolo insuperable de la virilidad (¡esa barba del Cid!) aparece ahora en la figura de la austriaca Conchita, replanteando nuestra forma de entender la imagen femenina. Cambia la forma en que miramos a una mujer barbuda, pero el sufijo permanece. Yo saco la conclusión de que la Historia de la Lengua es más duradera que la estética eurovisiva. Morfología del español, twelve points. Deja tu comentario...

miércoles, 7 de mayo de 2014

La serie que me gusta

Trato de hacer la foto pero no me sale. Se mueve, se desenfoca, aparece inestable. Y cuando creo que está todo quieto y que es fotografiable sin riesgo de fracaso, obtengo una imagen tan mansa, estática y muerta que dejo a un lado la Polaroid aun antes de que se fijen todos los colores en el papel brillante en que se imprime la foto.
Esa mansedumbre del río del que no se sabe hacia qué lado se mueve... no la quiero, no es real. Con tanta mansedumbre el cristalino / Tajo en aquella parte caminaba, / que pudiera los ojos el camino / determinar apenas que llevaba (Garcilaso de la Vega, Égloga III).
El texto antiguo me ofrece cuanto puede, pero es río quieto. Tampoco mejora la foto si me voy al texto de hoy: el oído atento a la conversación que otros tienen junto a mí en el tren rezuma datos cuya importancia o intrascendencia aún no sé cómo tasar. ¿Se quedará ese giro lingüístico que acabo de oír durante largos años en el idioma o se perderá como aquella palabra perdida que, de plena moda en mi juventud, no se me caía de la boca? Trato de hacer la foto pero se activan solos otros filtros que no me dan una imagen exacta.

Si estudias, investigas o trabajas sobre la lengua sabes de qué contradicción hablo. Hacer la historia de la lengua de otro tiempo es ser el spoiler de la serie; ya sabes que se terminó perdiendo el caso ablativo y que al final desapareció aqueste y ganó este. Hacer el retrato de la lengua de hoy es ser el espectador inquieto que no sabe cuándo y cómo cambiará su personaje favorito en la temporada que viene. Pero a mi manera, como espectadora de la historia de la lengua que se ha hecho por los hablantes de ayer y que cada día se hace por los hablantes de hoy, pienso disfrutar de la serie terminada y de la serie cuya nueva temporada se estrena cada día. ¿Te sientas a disfrutar conmigo? Deja tu comentario.
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Trato de hacer la foto pero no me sale. Se mueve, se desenfoca, aparece inestable. Y cuando creo que está todo quieto y que es fotografiable sin riesgo de fracaso, obtengo una imagen tan mansa, estática y muerta que dejo a un lado la Polaroid aun antes de que se fijen todos los colores en el papel brillante en que se imprime la foto.
Esa mansedumbre del río del que no se sabe hacia qué lado se mueve... no la quiero, no es real. Con tanta mansedumbre el cristalino / Tajo en aquella parte caminaba, / que pudiera los ojos el camino / determinar apenas que llevaba (Garcilaso de la Vega, Égloga III).
El texto antiguo me ofrece cuanto puede, pero es río quieto. Tampoco mejora la foto si me voy al texto de hoy: el oído atento a la conversación que otros tienen junto a mí en el tren rezuma datos cuya importancia o intrascendencia aún no sé cómo tasar. ¿Se quedará ese giro lingüístico que acabo de oír durante largos años en el idioma o se perderá como aquella palabra perdida que, de plena moda en mi juventud, no se me caía de la boca? Trato de hacer la foto pero se activan solos otros filtros que no me dan una imagen exacta.

Si estudias, investigas o trabajas sobre la lengua sabes de qué contradicción hablo. Hacer la historia de la lengua de otro tiempo es ser el spoiler de la serie; ya sabes que se terminó perdiendo el caso ablativo y que al final desapareció aqueste y ganó este. Hacer el retrato de la lengua de hoy es ser el espectador inquieto que no sabe cuándo y cómo cambiará su personaje favorito en la temporada que viene. Pero a mi manera, como espectadora de la historia de la lengua que se ha hecho por los hablantes de ayer y que cada día se hace por los hablantes de hoy, pienso disfrutar de la serie terminada y de la serie cuya nueva temporada se estrena cada día. ¿Te sientas a disfrutar conmigo? Deja tu comentario.