martes, 29 de octubre de 2013

Dos días haciendo historia

¿Qué te parece este plan
-La idea de juntar Filología e Historia en dos mañanas y una tarde amigables.
-Martes y miércoles próximos. 
-Charlas de profesores de la Universidad de Sevilla, Birmingham, Salamanca, Huelva y Córdoba.
-Una visita al Fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.
-Desayunos y merienda gratis, gracias a Starbucks.
-Créditos ECTS o de L.C.
¡Yo me apunto! Estáis todos invitados a asistir a las Jornadas de Historiografía e Historia de la Lengua que ha organizado la compañera Blanca Garrido la semana próxima (5 y 6 de noviembre) en la facultad. La inscripción es solo de cinco euros y los datos concretos los tenéis aquí. La semana que viene... ¡hará historia!
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¿Qué te parece este plan
-La idea de juntar Filología e Historia en dos mañanas y una tarde amigables.
-Martes y miércoles próximos. 
-Charlas de profesores de la Universidad de Sevilla, Birmingham, Salamanca, Huelva y Córdoba.
-Una visita al Fondo antiguo de la Biblioteca de la Universidad de Sevilla.
-Desayunos y merienda gratis, gracias a Starbucks.
-Créditos ECTS o de L.C.
¡Yo me apunto! Estáis todos invitados a asistir a las Jornadas de Historiografía e Historia de la Lengua que ha organizado la compañera Blanca Garrido la semana próxima (5 y 6 de noviembre) en la facultad. La inscripción es solo de cinco euros y los datos concretos los tenéis aquí. La semana que viene... ¡hará historia!

lunes, 21 de octubre de 2013

Ha muerto mi maestro Manuel Ariza

Quienes hemos tenido un maestro de la altura humana e intelectual de Manuel Ariza Viguera (Madrid 1946-Sevilla 2013) sabemos que caer en las manos de un buen profesor es la mejor forma de aprender a serlo, y muchas veces, solos ante la pizarra, hemos construido la mejor versión de nosotros mismos recordando y repitiendo las frases y modos de quien nos enseñó. Todo hombre que a otro llama maestro, por la ciencia que es en él lo llama e porque quiere ser enseñado de él decía un texto castellano del siglo XV. El catedrático de la Universidad de Sevilla Manuel Ariza era uno de tales maestros.
Bajo el magisterio de Rafael Lapesa, a quien respetaba y admiraba profundamente, Ariza se formó en la Complutense de Madrid en el estudio de la Historia de la Lengua Española.
Reunía en sí un conocimiento científico vastísimo y en él se reconocían los intereses de la Escuela de Filología Española que a principios del XX fundó don Ramón Menéndez Pidal: el amor a los textos y el respeto por el dato dialectal, caminos uno y otro para llegar a describir con solidez la Historia del Español.
En estos ámbitos destacó por la magnitud de sus publicaciones: libros (La lengua del siglo XII, Sobre fonética histórica del español, Estudios sobre el extremeño, y, con título provocador, Insulte usted sabiendo lo que dice y otros estudios sobre el léxico) y artículos de investigación que suman más de un centenar. Investigó sobre Dialectología (sobre todo extremeña y andaluza) y sobre Fonología Histórica del Español: nos reveló detalles y pormenores de los porqués históricos de la escisión dialectal sevillana, descubrió vivos en zonas rurales procesos fónicos que pensábamos desaparecidos, aclaró y reformuló sin aspavientos ni protagonismos teorías que se tenían por inamovibles... Investigó también, con fina sensibilidad, sobre textos antiguos; en su última etapa y pese a las despiadadas arremetidas de la enfermedad, localizó un fondo de manuscritos judeoespañoles en Italia y soñaba con rescatarlos.

Además de por la ciencia que en él era, Ariza era maestro porque todos querían ser enseñados de él. Fue docente de la Università di Pisa, de la de Málaga y luego, largos años, de la Universidad de Extremadura; a Sevilla, lugar de donde era oriunda su familia, llegó en 1989. Son miles los alumnos que lo han tenido como profesor, en presencia o a través de sus libros, porque Manuel Ariza fue también maestro de los alumnos que nunca tuvo, estudiantes de otras universidades, españolas o extranjeras, que usaban alguno de sus manuales universitarios, todos redactados en un estilo transparente y cómodo: su Comentario de textos dialectales, el librito acerca del Comentario filológico de textos o su Manual de Fonología Histórica del Español son parte de la biblioteca de referencia de quienes quieran enfrentarse a una disciplina tan compleja y amplia como la Historia de la Lengua Española. Era un maestro porque hacía fácil lo difícil, atendiendo en clase cualquier pregunta, por absurda que pareciera, y haciendo chistes (¡malísimos!) que permitieran entender mejor el contenido. La clase magistral entendida como la exposición pulcra pero amable, no el verbo de impresión que abruma y del que nada queda, sino una Filología expresada desde la palabra cotidiana, desde la cercanía. Otra lección de pedagogía: la tarima para llegar más lejos, nunca para estarlo.
No me es posible imaginar una unanimidad mayor en las simpatías que concitaba. Nos parece una inevitable forma de supervivencia profesional que un médico no se implique afectivamente con sus pacientes, pero el Dr. Hugo Galera, que luchó hasta el final por salvarlo, lo pasaba casi peor que él cuando tenía que informarlo de los avances de su enfermedad. Ariza, como siempre, le hacía fácil lo difícil, desdramatizando, allanando el camino, destruyendo muros, despilfarrando en humanidad. Todos lo querían. Y no como se quiere al bueno que nada dice y todo consiente. Lo querían decanos, vicedecanos y profesores, que también tuvieron que lidiar con sus principios insobornables y sus imperturbables rechazos; lo queríamos sus compañeros de departamento; lo quería sin fisuras el personal de la Facultad, los conserjes, bibliotecarios, administrativos. Lo querían los alumnos, a los que suspendía a canastos: sabida la noticia de su muerte, el martes llenaron las redes sociales de mensajes de consternación y admiración por su profesor. Lo adorábamos sus discípulos, a quienes nos daba la dirección que cada uno necesitaba, dejándonos navegar solos. Sin quererlo, sin saberlo, nos enseñó a tener en él un modelo avasallador de libertad. Cuando todos recelábamos de la burocracia que vino a la Universidad con el proceso de Bolonia, solo él se atrevió a hacerle un quiebro, amable, como eran los suyos, redactando un programa docente descacharrante, en que se reía abiertamente de los dislates del formulario que nos proponían.
Duele pensar que ya no vamos a ver por nuestro edificio de la Antigua Fábrica de Tabacos la figura altísima y desgarbada de Manolo. Vendrán homenajes y no dudo de que serán multitudinarios, emotivos y por supuesto merecidos, pero sé que cualquiera de los muchos alumnos que tuvo, futuro o actual profesor de Lengua Española en Secundaria o de español como segunda lengua, va a recordar en sus clases las enseñanzas de Manolo y comprenderá entonces que aquella pedagogía tradicional e intuitiva funcionaba. Serán esas decenas de homenajes anónimos e íntimos, rendidos dentro de las aulas de quién sabe qué lugares del mundo, los que hagan perdurar la memoria del maestro. Esos profesores de Lengua y Literatura que se han estado formando durante años al abrigo del magisterio del profesor Ariza son los mismos que alimentan ahora otras nuevas vocaciones: con ellos la Filología sigue, la Historia de la Lengua sigue, el amor por los textos y el cuidar de la palabra perdura. Decía Pablo Neruda, el poeta preferido de Manolo, que todo llega a la tinta de la muerte. Pero me permito añadir: el rastro del buen magisterio es capaz de esquivarla y trascenderla.
Deja tu comentario...  

(Este texto, abreviado, ha salido también publicado en el Diario de Sevilla. Dos cosas: estáis todos invitados al homenaje a Manolo el próximo viernes 25 a las 12,30 en el Paraninfo de la US. Y os invito a ver también el divertidísimo vídeo de su "Discurso de la patata" que he subido a mi canal de Youtube).
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Quienes hemos tenido un maestro de la altura humana e intelectual de Manuel Ariza Viguera (Madrid 1946-Sevilla 2013) sabemos que caer en las manos de un buen profesor es la mejor forma de aprender a serlo, y muchas veces, solos ante la pizarra, hemos construido la mejor versión de nosotros mismos recordando y repitiendo las frases y modos de quien nos enseñó. Todo hombre que a otro llama maestro, por la ciencia que es en él lo llama e porque quiere ser enseñado de él decía un texto castellano del siglo XV. El catedrático de la Universidad de Sevilla Manuel Ariza era uno de tales maestros.
Bajo el magisterio de Rafael Lapesa, a quien respetaba y admiraba profundamente, Ariza se formó en la Complutense de Madrid en el estudio de la Historia de la Lengua Española.
Reunía en sí un conocimiento científico vastísimo y en él se reconocían los intereses de la Escuela de Filología Española que a principios del XX fundó don Ramón Menéndez Pidal: el amor a los textos y el respeto por el dato dialectal, caminos uno y otro para llegar a describir con solidez la Historia del Español.
En estos ámbitos destacó por la magnitud de sus publicaciones: libros (La lengua del siglo XII, Sobre fonética histórica del español, Estudios sobre el extremeño, y, con título provocador, Insulte usted sabiendo lo que dice y otros estudios sobre el léxico) y artículos de investigación que suman más de un centenar. Investigó sobre Dialectología (sobre todo extremeña y andaluza) y sobre Fonología Histórica del Español: nos reveló detalles y pormenores de los porqués históricos de la escisión dialectal sevillana, descubrió vivos en zonas rurales procesos fónicos que pensábamos desaparecidos, aclaró y reformuló sin aspavientos ni protagonismos teorías que se tenían por inamovibles... Investigó también, con fina sensibilidad, sobre textos antiguos; en su última etapa y pese a las despiadadas arremetidas de la enfermedad, localizó un fondo de manuscritos judeoespañoles en Italia y soñaba con rescatarlos.

Además de por la ciencia que en él era, Ariza era maestro porque todos querían ser enseñados de él. Fue docente de la Università di Pisa, de la de Málaga y luego, largos años, de la Universidad de Extremadura; a Sevilla, lugar de donde era oriunda su familia, llegó en 1989. Son miles los alumnos que lo han tenido como profesor, en presencia o a través de sus libros, porque Manuel Ariza fue también maestro de los alumnos que nunca tuvo, estudiantes de otras universidades, españolas o extranjeras, que usaban alguno de sus manuales universitarios, todos redactados en un estilo transparente y cómodo: su Comentario de textos dialectales, el librito acerca del Comentario filológico de textos o su Manual de Fonología Histórica del Español son parte de la biblioteca de referencia de quienes quieran enfrentarse a una disciplina tan compleja y amplia como la Historia de la Lengua Española. Era un maestro porque hacía fácil lo difícil, atendiendo en clase cualquier pregunta, por absurda que pareciera, y haciendo chistes (¡malísimos!) que permitieran entender mejor el contenido. La clase magistral entendida como la exposición pulcra pero amable, no el verbo de impresión que abruma y del que nada queda, sino una Filología expresada desde la palabra cotidiana, desde la cercanía. Otra lección de pedagogía: la tarima para llegar más lejos, nunca para estarlo.
No me es posible imaginar una unanimidad mayor en las simpatías que concitaba. Nos parece una inevitable forma de supervivencia profesional que un médico no se implique afectivamente con sus pacientes, pero el Dr. Hugo Galera, que luchó hasta el final por salvarlo, lo pasaba casi peor que él cuando tenía que informarlo de los avances de su enfermedad. Ariza, como siempre, le hacía fácil lo difícil, desdramatizando, allanando el camino, destruyendo muros, despilfarrando en humanidad. Todos lo querían. Y no como se quiere al bueno que nada dice y todo consiente. Lo querían decanos, vicedecanos y profesores, que también tuvieron que lidiar con sus principios insobornables y sus imperturbables rechazos; lo queríamos sus compañeros de departamento; lo quería sin fisuras el personal de la Facultad, los conserjes, bibliotecarios, administrativos. Lo querían los alumnos, a los que suspendía a canastos: sabida la noticia de su muerte, el martes llenaron las redes sociales de mensajes de consternación y admiración por su profesor. Lo adorábamos sus discípulos, a quienes nos daba la dirección que cada uno necesitaba, dejándonos navegar solos. Sin quererlo, sin saberlo, nos enseñó a tener en él un modelo avasallador de libertad. Cuando todos recelábamos de la burocracia que vino a la Universidad con el proceso de Bolonia, solo él se atrevió a hacerle un quiebro, amable, como eran los suyos, redactando un programa docente descacharrante, en que se reía abiertamente de los dislates del formulario que nos proponían.
Duele pensar que ya no vamos a ver por nuestro edificio de la Antigua Fábrica de Tabacos la figura altísima y desgarbada de Manolo. Vendrán homenajes y no dudo de que serán multitudinarios, emotivos y por supuesto merecidos, pero sé que cualquiera de los muchos alumnos que tuvo, futuro o actual profesor de Lengua Española en Secundaria o de español como segunda lengua, va a recordar en sus clases las enseñanzas de Manolo y comprenderá entonces que aquella pedagogía tradicional e intuitiva funcionaba. Serán esas decenas de homenajes anónimos e íntimos, rendidos dentro de las aulas de quién sabe qué lugares del mundo, los que hagan perdurar la memoria del maestro. Esos profesores de Lengua y Literatura que se han estado formando durante años al abrigo del magisterio del profesor Ariza son los mismos que alimentan ahora otras nuevas vocaciones: con ellos la Filología sigue, la Historia de la Lengua sigue, el amor por los textos y el cuidar de la palabra perdura. Decía Pablo Neruda, el poeta preferido de Manolo, que todo llega a la tinta de la muerte. Pero me permito añadir: el rastro del buen magisterio es capaz de esquivarla y trascenderla.
Deja tu comentario...  

(Este texto, abreviado, ha salido también publicado en el Diario de Sevilla. Dos cosas: estáis todos invitados al homenaje a Manolo el próximo viernes 25 a las 12,30 en el Paraninfo de la US. Y os invito a ver también el divertidísimo vídeo de su "Discurso de la patata" que he subido a mi canal de Youtube).

domingo, 13 de octubre de 2013

Porque eres de Sevilla

Llamas zapatero a la libélula y chaleco al jersey. Preguntas ustedes a qué hora os vais y andas ligero y no rápido cuando tienes prisa. Cuando tienes fatiga no es que estés cansado, es que vas a vomitar. Dices que alguien tiene los ojos celestes y no azules. Tus camisas son de listas y no de rayas. Cuando alguien se mancha dices que se ha llenado y cuando se te rompe algo, en general, se te ha partido. Puedes escribir cereza o sesión pero lo vas a pronunciar con un solo sonido porque eres seseante o ceceante. Alguna vez de chico y no de pequeño miraste hipnotizado la Giralda y ahora casi no te sorprende verla en tu horizonte diario.
Abrazando los tipismos a veces, otras dándoles la espalda. No eres el de los quillos y arsas que imitan en la tele para irritación tuya. Pero has pasado por la calle más estrecha de Sevilla que es, precisamente, la calle Aire; allí vivió el poeta Luis Cernuda la asfixia de su última etapa sevillana.
Sabes que alubias es lo que pone en el paquete de chícharos que compras en el súper, has oído en tu casa llamar resbaladera al tobogán y damasco al albaricoque.
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Llamas zapatero a la libélula y chaleco al jersey. Preguntas ustedes a qué hora os vais y andas ligero y no rápido cuando tienes prisa. Cuando tienes fatiga no es que estés cansado, es que vas a vomitar. Dices que alguien tiene los ojos celestes y no azules. Tus camisas son de listas y no de rayas. Cuando alguien se mancha dices que se ha llenado y cuando se te rompe algo, en general, se te ha partido. Puedes escribir cereza o sesión pero lo vas a pronunciar con un solo sonido porque eres seseante o ceceante. Alguna vez de chico y no de pequeño miraste hipnotizado la Giralda y ahora casi no te sorprende verla en tu horizonte diario.
Abrazando los tipismos a veces, otras dándoles la espalda. No eres el de los quillos y arsas que imitan en la tele para irritación tuya. Pero has pasado por la calle más estrecha de Sevilla que es, precisamente, la calle Aire; allí vivió el poeta Luis Cernuda la asfixia de su última etapa sevillana.
Sabes que alubias es lo que pone en el paquete de chícharos que compras en el súper, has oído en tu casa llamar resbaladera al tobogán y damasco al albaricoque.

domingo, 6 de octubre de 2013

Yo-d excursión: Lebrija

Qué alegría cerrar la agenda el fin de semana y poder darse un respiro. En la serie que hoy abro (Yod excursión) os cuento algunas escapadas que voy haciendo relacionadas con la Historia de la Lengua. La primera es Lebrija, el lugar de nacimiento y crianza de Antonio Martínez de Cala y Jarava, esto es, nuestro conocido Antonio de Nebrija (1444-1522), que tomó su apelativo de la forma latina de Lebrija: Nebrissa Veneria
La figura de Nebrija es fundamental para la historia del español por ser el autor de la primera gramática completa de una lengua romance, su Gramática castellana de 1492, aunque en su tiempo fue sobre todo conocido por latinista y autor de las Introductiones latinae que trajeron a la enseñanza del latín en España la impronta italiana de Lorenzo Valla. 

Yo no había estado nunca en Lebrija (aunque estudié en un colegio llamado "Academia Nebrija") y recomiendo mucho la visita: podéis ver fotos aquí.
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Qué alegría cerrar la agenda el fin de semana y poder darse un respiro. En la serie que hoy abro (Yod excursión) os cuento algunas escapadas que voy haciendo relacionadas con la Historia de la Lengua. La primera es Lebrija, el lugar de nacimiento y crianza de Antonio Martínez de Cala y Jarava, esto es, nuestro conocido Antonio de Nebrija (1444-1522), que tomó su apelativo de la forma latina de Lebrija: Nebrissa Veneria
La figura de Nebrija es fundamental para la historia del español por ser el autor de la primera gramática completa de una lengua romance, su Gramática castellana de 1492, aunque en su tiempo fue sobre todo conocido por latinista y autor de las Introductiones latinae que trajeron a la enseñanza del latín en España la impronta italiana de Lorenzo Valla. 

Yo no había estado nunca en Lebrija (aunque estudié en un colegio llamado "Academia Nebrija") y recomiendo mucho la visita: podéis ver fotos aquí.