Como cada mañana, el imperfecto se despierta pensando que es incapaz de hacer nada
solo. Sale de la cama y dice: Mientras
dormías, soñaste cosas. Su pareja contesta: Me gusta cómo me das el
trasfondo para que sueñe. El imperfecto de indicativo lo tiene asumido: es
capaz de pintar un escenario (estaba
oscuro), de hablar del tiempo (llovía),
pero no puede expresar lo que alguien hizo cuando esas cosas pasaban.
Para eso el pretérito perfecto es fulminante, rapídisimo, tajante como la perfección. Soñaba, creía y vivía son, cosas de la vida, acciones imperfectas.
Para eso el pretérito perfecto es fulminante, rapídisimo, tajante como la perfección. Soñaba, creía y vivía son, cosas de la vida, acciones imperfectas.
A
media mañana, y en clase, el imperfecto es un contenido que enseñar en la asignatura de Historia de la Lengua: se explica que la terminación latina (-BAM) se partió en dos en español (aba 1.ª conjugación / ía 2.ª y 3ª conjugación). Pero en otra clase, la de una guardería, un niño dice entonces me creíba e iguala las terminaciones, tumba a la etimología y hace vencedoras
a la similitud y a la analogía. Alguien lo corrige y desbarata a ese nuevo
imperfecto del español; no pasa nada: dentro de poco, otro niño volverá a crearlo.
Tras
la comida, un imperfecto de cortesía (yo
quería un café) deja lugar y tiempo para la evocación. En la serenidad de la sobremesa alguien recuerda para sí un romance (Yo me era mora moraima /
morilla de un bel catar...). Recuerdo la frase de Antonio Machado: “Del imperfecto
brotó el romance en Castilla” y desde casa se me va el pensamiento a Toledo
donde alguien dice veniemos por veniamos, con el ie que era normal para imperfecto en la Edad Media castellana; escondida dialectalmente hay viva mucha lengua antigua.
Por
la tarde y tras la merienda, el imperfecto se alborota, es el de los juegos, el de un niño
que juega a la simulación en el patio y dice a su amigo: Yo era un ladrón y tú me perseguías, y luego yo me escondía en un
bosque, ¿vale?
Por
la noche, aparece el imperfecto de la cena, en el que contar las mil cosas de un día
normal, de nuevo el imperfecto del escenario secundario: Me estaba leyendo el libro 24
horas en la vida de una mujer de Stefan Zweig cuando pensé que debía
escribir esta entrada del blog y que alguien como tú dejaba su comentario...
9 comentarios:
Qué forma de contarlo, Lola! La verdad es que desde el colegio he estudiado que el imperfecto es la forma de la narración, pero nunca me había dado cuenta de que el imperfecto solo queda incompleto... Así que menos mal que le has dado una pareja :)
Sara
Qué buena entrada, Lola. Te ha quedado PERFECTA. Un saludo
¡Gracias! Esperaba (imperfecto) algún comentario.
Ahora sé porqué me ENCANTABA ir a tus clases. Siempre me DEJABAS sorprendida... :)
Muy buena entrada Lola. El párrafo del imperfecto de los niños es genial.
Gracias a ambos.
Quiero agradecer a no solo yod una vez más entradas como ésta que despiertan sentidos escondidos y amuermados en los hombres y mujeres de ciencia. Donde la evocación, lo subliminal, la esencia de muchas cosas no tienen cabida. No solo yod sigue despertando en mi algo olvidado cada vez que lo leo. Gracias.
Iba a cerrar el ordenador cuando vi una notificación de tu blog...genial.
Y cuando por la noche se ponía llorón, la madre del imperfecto se quejaba: "Él me daba a mí la noche... él me la daba..." :)
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