domingo, 22 de abril de 2012

Por la yod al arte (II): la tierra que cerramos


En algún momento, el hombre mira lo que hay en la naturaleza y trata de reproducirlo como puede. Históricamente, eso se ha llamado mímesis y tal es el nombre que se dio a la serie de fotografías que en los años 70 hicieron Michael y Barbara Leisgens (ella es la mujer que posa y que se acopla al horizonte para dominarlo... podéis ver más imágenes aquí).
En las fotos de los Leisgens se trata de imitar la naturaleza a través de los rasgos que parecen más llamativos. También en la historia de la lengua vemos esa imitación de la realidad del mundo a través de las palabras del hombre. Son los nombres de los lugares o topónimos. Empequeñecido ante una inmensidad natural que quiere someter, y que conquista primero dándole una denominación, el hombre recrea a su manera en la toponimia las condiciones físicas de los lugares que habita. Nuestros antepasados llamaron Rioseco a ese río poco caudaloso con el que convivían, a aquel lugar plagado de viñas lo llamaron La Viñuela, a la sierra pequeña bajo la que instalaron sus casas la llamaron Serrata... son nombres transparentes que comprendemos, como Almendricos, Los lobos, El Olmo, Alameda... A veces la evolución fónica nos ha borrado la motivación primitiva del nombre: un lugar pleno de encinas al que los árabes llamaron Qaryat al-Bollut (‘Alquería de las Encinas’) hoy es Albolote (Granada) frente al más claro Encinas de Abajo (Salamanca). Los ejemplos podrían multiplicarse.
Las fotos de Mímesis son viejas, brumosas, como la historia de muchos de nuestros topónimos. Decía Menéndez Pidal en su Historia de la Lengua:
El interés evocador de la toponimia se simboliza bien en aquella leyenda de la ciudad sumergida en un lago sobre cuyas aguas se siguen oyendo las voces de los habitantes allí desaparecidos. En los nombres de los ríos, montes y lugares escuchamos efectivamente ahora la voz lejana de los pueblos que nos precedieron sobre nuestro suelo”.
Algunos son nombres misteriosos, otros han dejado de serlo por la investigación en historia lingüística y otros, aunque transparentes, son igualmente  enigmáticos: ¿qué hubo en Palencia para que alguien llamara a su lar "Caserío de Magialengua"?
Piensa en los nombres que se dan a las tierras que te circundan y deja tu comentario. Feliz Día de la Tierra desde Nosolodeyod.

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En algún momento, el hombre mira lo que hay en la naturaleza y trata de reproducirlo como puede. Históricamente, eso se ha llamado mímesis y tal es el nombre que se dio a la serie de fotografías que en los años 70 hicieron Michael y Barbara Leisgens (ella es la mujer que posa y que se acopla al horizonte para dominarlo... podéis ver más imágenes aquí).
En las fotos de los Leisgens se trata de imitar la naturaleza a través de los rasgos que parecen más llamativos. También en la historia de la lengua vemos esa imitación de la realidad del mundo a través de las palabras del hombre. Son los nombres de los lugares o topónimos. Empequeñecido ante una inmensidad natural que quiere someter, y que conquista primero dándole una denominación, el hombre recrea a su manera en la toponimia las condiciones físicas de los lugares que habita. Nuestros antepasados llamaron Rioseco a ese río poco caudaloso con el que convivían, a aquel lugar plagado de viñas lo llamaron La Viñuela, a la sierra pequeña bajo la que instalaron sus casas la llamaron Serrata... son nombres transparentes que comprendemos, como Almendricos, Los lobos, El Olmo, Alameda... A veces la evolución fónica nos ha borrado la motivación primitiva del nombre: un lugar pleno de encinas al que los árabes llamaron Qaryat al-Bollut (‘Alquería de las Encinas’) hoy es Albolote (Granada) frente al más claro Encinas de Abajo (Salamanca). Los ejemplos podrían multiplicarse.
Las fotos de Mímesis son viejas, brumosas, como la historia de muchos de nuestros topónimos. Decía Menéndez Pidal en su Historia de la Lengua:
El interés evocador de la toponimia se simboliza bien en aquella leyenda de la ciudad sumergida en un lago sobre cuyas aguas se siguen oyendo las voces de los habitantes allí desaparecidos. En los nombres de los ríos, montes y lugares escuchamos efectivamente ahora la voz lejana de los pueblos que nos precedieron sobre nuestro suelo”.
Algunos son nombres misteriosos, otros han dejado de serlo por la investigación en historia lingüística y otros, aunque transparentes, son igualmente  enigmáticos: ¿qué hubo en Palencia para que alguien llamara a su lar "Caserío de Magialengua"?
Piensa en los nombres que se dan a las tierras que te circundan y deja tu comentario. Feliz Día de la Tierra desde Nosolodeyod.

7 comentarios:

Joaquín Borge dijo...

La toponimia es algo que me atrae especialmente,no se por qué. Supongo que será por el misterio que guarda en muchos casos para alguien profano como yo en esta materia.El extracto de Menéndez Pidal me pareció precioso cuando lo vi en un texto que nos mandó usted a comentar en clase. Me parece que es genial porque nos habla con ese misterio de algo que la cotidianidad ha hecho que ya casi nadie se pregunte por ello. Me resultan curiosos muchos nombres de lugar. Yo vivo en un pueblo del Aljarafe(que por cierto,viene del árabe Al-Xaraf,que significa elevación)llamado Castilleja de la Cuesta y se tienen noticias de esta zona desde los tartessos(a 10 minutos de mi casa está el lugar donde se encontró el famoso tesoro del Carambolo)y que según tengo entendido,los musulmanes la llaman Castalla Talasana. Cuando Fernando III la conquista para los cristianos la renombra como Alixar pero no gusta en el pueblo y al final se queda con el actual. Es un nombre curioso,a mí al menos me lo parece sobre todo al final, "de la Cuesta". Siempre he oído la explicación al respecto de que aquí otra cosa no, pero cuestas hay en todas partes,y sí que es verdad,hay poco llano por aquí,pero ni por asomo es el pueblo con más cuestas que conozco. Aún así me parece bonito. En cuanto a la primera parte,"Castilleja",me suena como a diminutivo de Castilla,en señal de pertenencia. Sea como fuere,la cosa es que actualmente casi nadie dice el nombre completo,quedándose en Castilleja a secas,añadiendo siempre "sí,donde está el Ikea",lo cual me da mucha pena porque antes de que nos colonizaran los suecos,lo que se añadía era "sí,donde murió Hernán Cortés".

Ángel Luis Robles dijo...

Una bonita entrada.

Nombres que me han rodeado durante mi infancia y adolescencia y me han gustado mucho:

Trujala, Orcera, el Yelmo (no sé si de helm o de eremu, ya que es una montaña, pero que no tiene vegetación en su parte alta), Rus, Sabiote, mi propia ciudad Úbeda.

Me encanta El Arroyo del Ojanco...aderezada con una leyenda de "las Canalejas", aldea que ya no existe, donde aparece Polifemo bajo este nombre... increíble.

Bueno, la lista se podría alargar, aquí dejo algunos nombres que siempre me han gustado y por tanto he paladeado cada vez que los he pronunciado.

Juan Fco. Cózar Peralta. dijo...

Vivo en Medina Sidonia, topónimo que repite la palabra "ciudad". "Medina" es más fácil saber de dónde es y lo que significa. "Sidonia" es por el nombre fenicio "Assidón", que luego derivó a "Assido" romana. Era un homenaje a los habitantes de Sidón (y de Tiro) que la fundaron. Me cuentan que en fenicio "Sidón" también significa ciudad, por lo que es un pueblo doblemente ciudad.
Y la calle en la que vivo se llama "Atahona" derivación de "Tahona", lugar donde hacían y vendían pan.

Vicente dijo...

"Tanto más perfecto es un arte: quanto imita y contrahace lo natural". Yo era un adolescente enamorado de la música antigua y recuerdo esta cita en el disco dedicado a Cristóbal de Morales del Taller Ziryab, me la han recordado estas hermosas fotografías.
Recuerdo después, ya en la Facultad, la toponimia como fuente para el estudio de la Historia de la Lengua: aquellas Grijotas, Grijalbas, Sancti Facundi> Sahagún...Luego,maduro y viajero, algún rotundo topónimo -palentino, si no me falla la memoria- como Ribota de Ordunte. Después y siempre, la toponimia más o menos inventada de la literatura: Valverde de Lucerna en San Manuel Bueno, mártir, Wahlheim en el Werther del que hablé hoy, Día del Libro, a mis alumnos de secundaria, la Mágina de Muñoz Molina o la "heroica ciudad", Vetusta. La toponimia nos provoca a los amantes de la palabra la misma fascinación que la arqueología, la leyenda, el poso y el sustrato:verdad que emerge.

Pascual Garrido dijo...

Preciosas las fotos de los Leisgens, Lola. Me viene a la mente: "la hermosura eterna me sorprende con nuevas armonías...", Carmen Linares cantando a Juan Ramón; los tengo de música de fondo estos días entre los albores del humanismo y el español preclásico: hay que estudiar la asignatura, hay que estudiar.
Y en cuanto a los topónimos, cuando yo estudiaba el bachiller en los maristas de Jaén, utilizábamos mucho el nombre de un barrio, Peñamefecit, no hay que ser latinista relevante para traducirlo, también llamado barrio de la guita, barriolaguita pronunciado, porque según la leyenda popular el caballero Peña hizo las casas tan pequeñas que no precisaban el metro para medirlas. Había en el colegio una costumbre, el paseo de émulos, con el que se premiaba a los que ganaban a su rival con una tarde de juegos, una vez al mes, en el barrio de Peñamefecit, el colegio no tenía aún instalaciones propias. Émulo, palabra prácticamente desaparecida hoy... Otro topónimo es la calle Arco del Consuelo, precioso nombre, ¿verdad?, con las maravillosas tascas de Jaén de toda la vida, buenísimas de verdad. Pero eso vino después del bachiller... Saludos

Andrés dijo...

Lola, mira este fragmento de "Doña Perfecta" de Gáldos: " -!El cerillo de los lirios! -dijo el caballero, saliendo de su meditación-. !Cómo abundan los nombres poéticos en estos sitios tan feos! Desde que viajo por estas tierras, me sorprende la horrible ironía de los nombres. Tal sitio que se distingue por su árido aspecto y la desolada tristeza del negro paisaje, se llama valle-ameno. Tal villorrio de adobes que miserablemente se extiende sobre un llano estéril y que de diversos modos pregona su pobreza, tiene la insolencia de nombrarse Villa-rica; y hay un barranco pedregoso y polvoriento, donde ni los cardos encuentran jugo, y que sin embargo se llama Valdeflores. ¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los lirios?¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas y realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno."

En Galdós parece que ocurre como con Pidal, que sin quererlo encontramos respuesta para casi todo. Qué pensarían ambos de una provincia que pasa por ser la segunda más montañosa de la Península y sin embargo hemos estado durante muchas años nombrándola como "Castellón de la Plana",¿ironías de la lengua?. Un saludo desde la "Puerta de la Carne", dónde la carnicería más cercana está allá por la Alfalfa.

Lola Pons dijo...

¡Qué comentarios más bonitos hacéis! Yo paladeo especialmente el nombre de una finca que tuvo mi abuelo, creo que tenía un nombre de lo más evocador: Arroyo del Lobo.

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