domingo, 24 de octubre de 2010

El maestro en la Magna

El aula más grande de la Facultad en que trabajo se llama en los planos Aula 201, es “la Magna” en la nomenclatura de los alumnos y profesores, y tiene nombre de persona, Francisco López Estrada, en la placa honorífica que está en su puerta. En el mes de mayo murió en Valencia el profesor López Estrada (1918-2010), que fue durante más de treinta años catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla.
Era aquella una universidad muy distinta a la de ahora; López Estrada llegó desde La Laguna como catedrático y transitó en Sevilla el camino del viejo edificio de la calle Laraña hacia la Fábrica de Tabacos recién adaptada a universidad y aún transida de olor a fardos (“yo conocí aún el polvo del tabaco flotando en el aire y saliendo las últimas cigarreras por las puertas que hoy acogen el bullicio estudiantil” dijo en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla en 1999). Eran los alrededores de los patios de Arte los espacios guardados para la enseñanza, los patios que aún tienen las macetas de costilla de Adán y ficus como recuerdo de esos años en que las Facultades eran más humanas y pequeñas.
No conocí como profesor a López Estrada salvo por su obra, particularmente por su manual de Introducción a la literatura medieval, por sus ediciones (de la Embajada a Tamorlán, del Abencerraje) y sus estudios críticos sobre la literatura áurea. Quienes fueron sus alumnos dicen que era distraído -se llevó toda una mañana llamando Sr. Beethoven al profesor de Literatura Española Klaus Wagner-, sabio y bueno; lo llamaron (J. L. Pavón) “una ventana de aire limpio en un ambiente castrante” y le rinden homenaje el miércoles próximo en Sevilla en un acto pulcramente organizado por el catedrático de Literatura Española Juan Montero (podéis ver el programa aquí).
Desde nosolodeyod os invitamos a asistir y os preguntamos: ¿qué maestros os han parecido ejemplares y por qué?, ¿cómo ha de ser un profesor para que consideremos que su docencia es “magistral”?
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El aula más grande de la Facultad en que trabajo se llama en los planos Aula 201, es “la Magna” en la nomenclatura de los alumnos y profesores, y tiene nombre de persona, Francisco López Estrada, en la placa honorífica que está en su puerta. En el mes de mayo murió en Valencia el profesor López Estrada (1918-2010), que fue durante más de treinta años catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla.
Era aquella una universidad muy distinta a la de ahora; López Estrada llegó desde La Laguna como catedrático y transitó en Sevilla el camino del viejo edificio de la calle Laraña hacia la Fábrica de Tabacos recién adaptada a universidad y aún transida de olor a fardos (“yo conocí aún el polvo del tabaco flotando en el aire y saliendo las últimas cigarreras por las puertas que hoy acogen el bullicio estudiantil” dijo en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla en 1999). Eran los alrededores de los patios de Arte los espacios guardados para la enseñanza, los patios que aún tienen las macetas de costilla de Adán y ficus como recuerdo de esos años en que las Facultades eran más humanas y pequeñas.
No conocí como profesor a López Estrada salvo por su obra, particularmente por su manual de Introducción a la literatura medieval, por sus ediciones (de la Embajada a Tamorlán, del Abencerraje) y sus estudios críticos sobre la literatura áurea. Quienes fueron sus alumnos dicen que era distraído -se llevó toda una mañana llamando Sr. Beethoven al profesor de Literatura Española Klaus Wagner-, sabio y bueno; lo llamaron (J. L. Pavón) “una ventana de aire limpio en un ambiente castrante” y le rinden homenaje el miércoles próximo en Sevilla en un acto pulcramente organizado por el catedrático de Literatura Española Juan Montero (podéis ver el programa aquí).
Desde nosolodeyod os invitamos a asistir y os preguntamos: ¿qué maestros os han parecido ejemplares y por qué?, ¿cómo ha de ser un profesor para que consideremos que su docencia es “magistral”?

4 comentarios:

Miguel Lasida dijo...

Una tal Lola Pons, pese a su insultante juventud, tenía ya dotes magistrales por aquel 2004. Las destrezas, a saber, consistían en su elocuencia, erudición, amenidad y exigencia hasta con ella misma. Me lo has puesto como se las ponían a Fernando VII.

Lola Pons dijo...

Ja, ja, no era mi pretensión hacerme calificar de maestro. Para eso hacen falta, según creo, más años, mayor asentamiento y menor bisoñez de lo que yo tenía en 2004, y aún tengo. Pero gracias por el halago; que podría devolver en respuesta a una pregunta sobre cómo debe ser un buen alumno...

Pedro dijo...

Manuel Ariza, por su risueña sabiduría; Pedro Carbonero, porque nos enseñó que la duda es la certificación de un buen aprendizaje; María Márquez, por su vitalidad, empuje y amor a la Gramática Histórica.

Lola Pons dijo...

Gracias por tu comentario y por mencionar la profesionalidad de mis tres compañeros de departamento.

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