domingo, 31 de octubre de 2010

Explicando las características de los fantasmas

En la entrada de hoy vamos a intentar aclarar, para calmar a la población asustadiza en la noche de Halloween, la diferencia entre un fantasma y una palabra fantasma. Las palabras fantasma o fantasmas lexicográficos son palabras que nunca se han usado en nuestro idioma, que jamás nadie pronunció o escribió y que por errores en la lectura de un texto, en la impresión de un libro o por cualquier azar ajeno al idioma se han colado en los diccionarios y se han mantenido durante siglos. En este artículo de P. Álvarez de Miranda podemos encontrar varios casos pormenorizadamente descritos. Por ejemplo, la palabra amarrazón figuró durante años en el diccionario de la Real Academia Española con el significado ‘conjunto de amarras’ y era mera errata al leerse la frase del Quijote “cortar la amarra con que este barco está atado”. En otras ocasiones, la palabra existe y se usa pero el fantasma está en uno de los significados que se da, como muestra Javier Rodríguez Molina en este trabajo. Ocurre para el español decocción que significa en español ‘acción de cocer’ pero que desde 1936 apareció en los diccionarios con un significado más: ‘amputación de un miembro’, acepción fantasma que procede de la confusión con decolación, sinónimo de degollación que sí significa, en efecto, ‘corte de la cabeza’. Eran dos palabras contiguas en la lista de voces definidas en el DRAE y el significado de una “subió” como acepción a la palabra anterior, fue un mero lapsus azaroso de imprenta. Con instrumental menos sofisticado que el usado por los Cazafantasmas de la peli de 1984, sin uniforme ni actitud brigadista, también hay persecución de fantasmas entre los historiadores de la lengua, como vemos.
Los fantasmas y las palabras fantasma son claramente criaturas distintas, lo que se muestra en que, a diferencia del fantasma convencional, la palabra fantasma no es antropomórfica ni nebulosa, no provoca miedo ni es hostil al que la lee y no se percibe extrasensorialmente sino visualmente en la página impresa del diccionario. Cuando alguien dice haber visto un fantasma despierta el mismo general escepticismo que cuando se descubre una palabra fantasma. De hecho, muchas demostradas palabras fantasma siguen en los diccionarios sin que nadie se haya convencido a borrarlas.
Apostilla fantasmal: una lectura muy recomendable, para las tardes del invierno que se avecina: Cuentos de fantasmas de Montague R.James, quien se aficionó a escribir historias clásicas de criaturas fantasmagóricas y de sus efectos en la umbría y boscosa Inglaterra victoriana. James fue profesor de Eton y Cambridge y, como sabemos los que trabajamos en el mundo universitario, estaría más que acostumbrado a ver fantasmas... ¿Alguna experiencia con fantasmas léxicos? Deja tu comentario...
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En la entrada de hoy vamos a intentar aclarar, para calmar a la población asustadiza en la noche de Halloween, la diferencia entre un fantasma y una palabra fantasma. Las palabras fantasma o fantasmas lexicográficos son palabras que nunca se han usado en nuestro idioma, que jamás nadie pronunció o escribió y que por errores en la lectura de un texto, en la impresión de un libro o por cualquier azar ajeno al idioma se han colado en los diccionarios y se han mantenido durante siglos. En este artículo de P. Álvarez de Miranda podemos encontrar varios casos pormenorizadamente descritos. Por ejemplo, la palabra amarrazón figuró durante años en el diccionario de la Real Academia Española con el significado ‘conjunto de amarras’ y era mera errata al leerse la frase del Quijote “cortar la amarra con que este barco está atado”. En otras ocasiones, la palabra existe y se usa pero el fantasma está en uno de los significados que se da, como muestra Javier Rodríguez Molina en este trabajo. Ocurre para el español decocción que significa en español ‘acción de cocer’ pero que desde 1936 apareció en los diccionarios con un significado más: ‘amputación de un miembro’, acepción fantasma que procede de la confusión con decolación, sinónimo de degollación que sí significa, en efecto, ‘corte de la cabeza’. Eran dos palabras contiguas en la lista de voces definidas en el DRAE y el significado de una “subió” como acepción a la palabra anterior, fue un mero lapsus azaroso de imprenta. Con instrumental menos sofisticado que el usado por los Cazafantasmas de la peli de 1984, sin uniforme ni actitud brigadista, también hay persecución de fantasmas entre los historiadores de la lengua, como vemos.
Los fantasmas y las palabras fantasma son claramente criaturas distintas, lo que se muestra en que, a diferencia del fantasma convencional, la palabra fantasma no es antropomórfica ni nebulosa, no provoca miedo ni es hostil al que la lee y no se percibe extrasensorialmente sino visualmente en la página impresa del diccionario. Cuando alguien dice haber visto un fantasma despierta el mismo general escepticismo que cuando se descubre una palabra fantasma. De hecho, muchas demostradas palabras fantasma siguen en los diccionarios sin que nadie se haya convencido a borrarlas.
Apostilla fantasmal: una lectura muy recomendable, para las tardes del invierno que se avecina: Cuentos de fantasmas de Montague R.James, quien se aficionó a escribir historias clásicas de criaturas fantasmagóricas y de sus efectos en la umbría y boscosa Inglaterra victoriana. James fue profesor de Eton y Cambridge y, como sabemos los que trabajamos en el mundo universitario, estaría más que acostumbrado a ver fantasmas... ¿Alguna experiencia con fantasmas léxicos? Deja tu comentario...

jueves, 28 de octubre de 2010

...y esta es la crónica en imágenes

Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.

El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa a ninguno.

Actualizo inopinadamente para aportar algunas imágenes del grato acto in memoriam López Estrada que se celebró ayer en la Universidad de Sevilla. Los versos que inician esta crónica apresurada son los que interpretó el cuarteto Rime sparse, que intervino abriendo y cerrando el homenaje. El ideal cortesano de la Fama como reputación de honestidad y valía de caballero, única gloria que trasciende al hombre, reaparecía ayer en las palabras de recuerdo al profesor López Estrada.
En la primera parte del acto se hizo un recuerdo a la importancia de López Estrada como gestor de la antigua Facultad de Filosofía y Letras y una evocación de ese antiguo centro cuyo testigo fue recogido por tres facultades distintas, representadas allí por los Decanos de Filosofía, Geografía e Historia y Filología, quienes insistieron en la pertinencia de reconstruir la memoria histórica de esa facultad perdida o diseminada.
La segunda mesa contó con la presencia del hijo del profesor López Estrada, Gustavo López García-Berdoy, y antiguos alumnos del maestro, como la poetisa Julia Uceda y los ahora docentes en Literatura Española, Historia y Filosofía Begoña López Bueno, Pedro Piñero, Rogelio Reyes. Rafael Sánchez Mantero y José Villalobos. El Dr. Piñero repasó los nombres de Marcel Bataillon, Eugenio Asensio, Américo Castro y Sánchez-Albornoz, sumados en su docencia por López Estrada, de quien dijo “nos enseñó a leer”; de “afable, abierto, refinado” lo calificó el profesor Villalobos, quien abrió además la cuestión de la “Universitas, quo vadis?”, al elogiar las clases magistrales de López Estrada y mencionar la persecución que se hace de la clase magistral en las reformas metodológicas promovidas por la implantación de los acuerdos de Bolonia en la Universidad española; “horror de pedagogos, novatores y Bolonia” serían esas prácticas hoy, como afirmó la catedrática de Literatura Española Begoña López Bueno, que calificó a López Estrada de “titán de la investigación”.
“A tal investigador, tal honor”, dijo la profesora López Bueno; a tal maestro, tal homenaje, que fue sentido y no lacrimógeno, respetuoso pero esmaltado de anécdotas. Como el lema medieval "Non omnis moriar" (no moriré del todo), que resume esa búsqueda de la fama a la que nos referíamos al principio de la entrada, el buen maestro no muere si pervive en el recuerdo admirado de sus discípulos y de tantos estudiantes que reciben su legado.
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Todos los bienes del mundo
pasan presto y su memoria,
salvo la fama y la gloria.

El tiempo lleva los unos,
a otros fortuna y suerte.
y al cabo viene la muerte,
que no nos dexa a ninguno.

Actualizo inopinadamente para aportar algunas imágenes del grato acto in memoriam López Estrada que se celebró ayer en la Universidad de Sevilla. Los versos que inician esta crónica apresurada son los que interpretó el cuarteto Rime sparse, que intervino abriendo y cerrando el homenaje. El ideal cortesano de la Fama como reputación de honestidad y valía de caballero, única gloria que trasciende al hombre, reaparecía ayer en las palabras de recuerdo al profesor López Estrada.
En la primera parte del acto se hizo un recuerdo a la importancia de López Estrada como gestor de la antigua Facultad de Filosofía y Letras y una evocación de ese antiguo centro cuyo testigo fue recogido por tres facultades distintas, representadas allí por los Decanos de Filosofía, Geografía e Historia y Filología, quienes insistieron en la pertinencia de reconstruir la memoria histórica de esa facultad perdida o diseminada.
La segunda mesa contó con la presencia del hijo del profesor López Estrada, Gustavo López García-Berdoy, y antiguos alumnos del maestro, como la poetisa Julia Uceda y los ahora docentes en Literatura Española, Historia y Filosofía Begoña López Bueno, Pedro Piñero, Rogelio Reyes. Rafael Sánchez Mantero y José Villalobos. El Dr. Piñero repasó los nombres de Marcel Bataillon, Eugenio Asensio, Américo Castro y Sánchez-Albornoz, sumados en su docencia por López Estrada, de quien dijo “nos enseñó a leer”; de “afable, abierto, refinado” lo calificó el profesor Villalobos, quien abrió además la cuestión de la “Universitas, quo vadis?”, al elogiar las clases magistrales de López Estrada y mencionar la persecución que se hace de la clase magistral en las reformas metodológicas promovidas por la implantación de los acuerdos de Bolonia en la Universidad española; “horror de pedagogos, novatores y Bolonia” serían esas prácticas hoy, como afirmó la catedrática de Literatura Española Begoña López Bueno, que calificó a López Estrada de “titán de la investigación”.
“A tal investigador, tal honor”, dijo la profesora López Bueno; a tal maestro, tal homenaje, que fue sentido y no lacrimógeno, respetuoso pero esmaltado de anécdotas. Como el lema medieval "Non omnis moriar" (no moriré del todo), que resume esa búsqueda de la fama a la que nos referíamos al principio de la entrada, el buen maestro no muere si pervive en el recuerdo admirado de sus discípulos y de tantos estudiantes que reciben su legado.

domingo, 24 de octubre de 2010

El maestro en la Magna

El aula más grande de la Facultad en que trabajo se llama en los planos Aula 201, es “la Magna” en la nomenclatura de los alumnos y profesores, y tiene nombre de persona, Francisco López Estrada, en la placa honorífica que está en su puerta. En el mes de mayo murió en Valencia el profesor López Estrada (1918-2010), que fue durante más de treinta años catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla.
Era aquella una universidad muy distinta a la de ahora; López Estrada llegó desde La Laguna como catedrático y transitó en Sevilla el camino del viejo edificio de la calle Laraña hacia la Fábrica de Tabacos recién adaptada a universidad y aún transida de olor a fardos (“yo conocí aún el polvo del tabaco flotando en el aire y saliendo las últimas cigarreras por las puertas que hoy acogen el bullicio estudiantil” dijo en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla en 1999). Eran los alrededores de los patios de Arte los espacios guardados para la enseñanza, los patios que aún tienen las macetas de costilla de Adán y ficus como recuerdo de esos años en que las Facultades eran más humanas y pequeñas.
No conocí como profesor a López Estrada salvo por su obra, particularmente por su manual de Introducción a la literatura medieval, por sus ediciones (de la Embajada a Tamorlán, del Abencerraje) y sus estudios críticos sobre la literatura áurea. Quienes fueron sus alumnos dicen que era distraído -se llevó toda una mañana llamando Sr. Beethoven al profesor de Literatura Española Klaus Wagner-, sabio y bueno; lo llamaron (J. L. Pavón) “una ventana de aire limpio en un ambiente castrante” y le rinden homenaje el miércoles próximo en Sevilla en un acto pulcramente organizado por el catedrático de Literatura Española Juan Montero (podéis ver el programa aquí).
Desde nosolodeyod os invitamos a asistir y os preguntamos: ¿qué maestros os han parecido ejemplares y por qué?, ¿cómo ha de ser un profesor para que consideremos que su docencia es “magistral”?
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El aula más grande de la Facultad en que trabajo se llama en los planos Aula 201, es “la Magna” en la nomenclatura de los alumnos y profesores, y tiene nombre de persona, Francisco López Estrada, en la placa honorífica que está en su puerta. En el mes de mayo murió en Valencia el profesor López Estrada (1918-2010), que fue durante más de treinta años catedrático de Literatura Española en la Universidad de Sevilla.
Era aquella una universidad muy distinta a la de ahora; López Estrada llegó desde La Laguna como catedrático y transitó en Sevilla el camino del viejo edificio de la calle Laraña hacia la Fábrica de Tabacos recién adaptada a universidad y aún transida de olor a fardos (“yo conocí aún el polvo del tabaco flotando en el aire y saliendo las últimas cigarreras por las puertas que hoy acogen el bullicio estudiantil” dijo en su discurso de investidura como doctor honoris causa por la Universidad de Sevilla en 1999). Eran los alrededores de los patios de Arte los espacios guardados para la enseñanza, los patios que aún tienen las macetas de costilla de Adán y ficus como recuerdo de esos años en que las Facultades eran más humanas y pequeñas.
No conocí como profesor a López Estrada salvo por su obra, particularmente por su manual de Introducción a la literatura medieval, por sus ediciones (de la Embajada a Tamorlán, del Abencerraje) y sus estudios críticos sobre la literatura áurea. Quienes fueron sus alumnos dicen que era distraído -se llevó toda una mañana llamando Sr. Beethoven al profesor de Literatura Española Klaus Wagner-, sabio y bueno; lo llamaron (J. L. Pavón) “una ventana de aire limpio en un ambiente castrante” y le rinden homenaje el miércoles próximo en Sevilla en un acto pulcramente organizado por el catedrático de Literatura Española Juan Montero (podéis ver el programa aquí).
Desde nosolodeyod os invitamos a asistir y os preguntamos: ¿qué maestros os han parecido ejemplares y por qué?, ¿cómo ha de ser un profesor para que consideremos que su docencia es “magistral”?

domingo, 17 de octubre de 2010

La diosa del primer texto

Hace más de 2500 años, tal vez en el siglo VII a.C., alguien en Sevilla se arrodilló ante esta figura de mujer y le dio las gracias por haberle cumplido una petición. Se trata de la representación de la diosa fenicia Astarté encontrada en el área de El Carambolo y hoy preservada en el Museo Arqueológico de Sevilla. En la peana de esta diosa sedente de la fecundidad aparece un mensaje en alfabeto fenicio que ha sido traducido como:
Este (voto) ha hecho Baalytn hijo de D'mlk y Abdabaal hijo de D'mlk hijo de Yš'l para 'Aštarté de la colina ya que ha escuchado la voz de sus plegarias
La inscripción de Astarté es particularmente interesante porque puede tratarse del primer testimonio de texto que tenemos en la Península Ibérica. Aunque este blog se dedique a historia de la lengua española, hoy consagramos un espacio a una escultura que testimonia la situación lingüística de la Península Ibérica antes de la llegada del latín en el 218 a.C.: la convivencia de un mosaico de lenguas (fenicio y griego a través del comercio colonial junto con lenguas prerromanas vernáculas llamadas “paleohispánicas” como el ibérico, tartésico-turdetano, celta o vasco) de filiación muy diversa y con distinto grado de extensión por nuestro territorio. La lengua fenicia terminó desapareciendo de la Península, aunque aún en época romana podían encontrarse inscripciones latinas con nombres fenicios de personas.
Más allá del texto que sostiene, esta figura es también la representación del anhelo de quien encamina una oración en la esperanza de ser oído y la agradece materialmente; y ese símbolo aún me parece que está vivo, por eso, el aliento que todavía quede en el bronce de esta mujer desnuda, encajado dentro del vidrio de un museo, yo lo deseo dirigir desde Sevilla en dirección al hospital alemán donde el amigo convalece. Y esa es mi plegaria para la diosa pagana de las primeras palabras.
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Hace más de 2500 años, tal vez en el siglo VII a.C., alguien en Sevilla se arrodilló ante esta figura de mujer y le dio las gracias por haberle cumplido una petición. Se trata de la representación de la diosa fenicia Astarté encontrada en el área de El Carambolo y hoy preservada en el Museo Arqueológico de Sevilla. En la peana de esta diosa sedente de la fecundidad aparece un mensaje en alfabeto fenicio que ha sido traducido como:
Este (voto) ha hecho Baalytn hijo de D'mlk y Abdabaal hijo de D'mlk hijo de Yš'l para 'Aštarté de la colina ya que ha escuchado la voz de sus plegarias
La inscripción de Astarté es particularmente interesante porque puede tratarse del primer testimonio de texto que tenemos en la Península Ibérica. Aunque este blog se dedique a historia de la lengua española, hoy consagramos un espacio a una escultura que testimonia la situación lingüística de la Península Ibérica antes de la llegada del latín en el 218 a.C.: la convivencia de un mosaico de lenguas (fenicio y griego a través del comercio colonial junto con lenguas prerromanas vernáculas llamadas “paleohispánicas” como el ibérico, tartésico-turdetano, celta o vasco) de filiación muy diversa y con distinto grado de extensión por nuestro territorio. La lengua fenicia terminó desapareciendo de la Península, aunque aún en época romana podían encontrarse inscripciones latinas con nombres fenicios de personas.
Más allá del texto que sostiene, esta figura es también la representación del anhelo de quien encamina una oración en la esperanza de ser oído y la agradece materialmente; y ese símbolo aún me parece que está vivo, por eso, el aliento que todavía quede en el bronce de esta mujer desnuda, encajado dentro del vidrio de un museo, yo lo deseo dirigir desde Sevilla en dirección al hospital alemán donde el amigo convalece. Y esa es mi plegaria para la diosa pagana de las primeras palabras.

domingo, 10 de octubre de 2010

Un viaje de ida y vuelta a Perú

Un viaje de ida a Perú en el siglo XVI nos hubiera llevado al Virreinato del Perú, ancho territorio dependiente de España que ocupaba lo que hoy es Perú, Ecuador, Bolivia y parte de Chile. En ese viaje habríamos constatado el uso del español entre criollos y dirigentes procedentes de la metrópoli y el empleo indígena del quechua. En un viaje a Perú de ida llegó la lengua española, que ganó hablantes en detrimento de la lengua indígena aunque sin hacerla desaparecer de la zona andina, como sí ocurrió con muchas otras lenguas precolombinas hoy perdidas. Curiosamente, tras independizarse las colonias de España en el XIX, las lenguas indoamericanas no resultaron favorecidas sino que perdieron hablantes, ya que los nuevos estados americanos consideraron que el plurilingüismo podía ser un freno para el progreso nacional. Las nuevas repúblicas independientes tenían mayoritariamente una población que no hablaba español, aunque sus dirigentes, criollos blancos, sí lo hablasen; por eso en el XIX y en el XX, se llevaron a cabo campañas de castellanización, de modo que la verdadera difusión del español en el Nuevo Mundo se produjo —paradójicamente— con la emancipación de la metrópoli. El libro de Humberto López Morales La aventura del español en América, en un estilo científico-divulgativo muy ameno y de fecunda lectura, narra ese proceso de consolidación de la lengua española en el continente americano. Valga como recomendación bibliográfica en vísperas del día de la Hispanidad.
Los viajes de vuelta desde Perú hicieron que quienes regresaban de América cubiertos de fortuna fueran llamados peruleros, y que valiera un Perú o un Potosí lo que mucho importaba. Del quechua hablado allí llegaron al español palabras como cancha o papa, y de Perú viene ahora el estrenado Nobel de Mario Vargas Llosa.
La primera de las novelas hispanoamericanas que leí fue La tía Julia y el escribidor, ella me llevó a todos los demás: García Márquez, Bioy Casares, Mutis y a algunas otras de nuestro Nobel inmediato. Hoy recuerdo personajes como el escribidor Camacho, el odiado Fonchito, la estridencia del Sinchi, la frustración de Urania y frases como la célebre "En qué momento se jodió el Perú" de la que para mí es la mejor novela de Vargas Llosa. ¿Qué libro de este autor más os gustó? Deja tu comentario o alguna cita de su obra, literaria o periodística
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Un viaje de ida a Perú en el siglo XVI nos hubiera llevado al Virreinato del Perú, ancho territorio dependiente de España que ocupaba lo que hoy es Perú, Ecuador, Bolivia y parte de Chile. En ese viaje habríamos constatado el uso del español entre criollos y dirigentes procedentes de la metrópoli y el empleo indígena del quechua. En un viaje a Perú de ida llegó la lengua española, que ganó hablantes en detrimento de la lengua indígena aunque sin hacerla desaparecer de la zona andina, como sí ocurrió con muchas otras lenguas precolombinas hoy perdidas. Curiosamente, tras independizarse las colonias de España en el XIX, las lenguas indoamericanas no resultaron favorecidas sino que perdieron hablantes, ya que los nuevos estados americanos consideraron que el plurilingüismo podía ser un freno para el progreso nacional. Las nuevas repúblicas independientes tenían mayoritariamente una población que no hablaba español, aunque sus dirigentes, criollos blancos, sí lo hablasen; por eso en el XIX y en el XX, se llevaron a cabo campañas de castellanización, de modo que la verdadera difusión del español en el Nuevo Mundo se produjo —paradójicamente— con la emancipación de la metrópoli. El libro de Humberto López Morales La aventura del español en América, en un estilo científico-divulgativo muy ameno y de fecunda lectura, narra ese proceso de consolidación de la lengua española en el continente americano. Valga como recomendación bibliográfica en vísperas del día de la Hispanidad.
Los viajes de vuelta desde Perú hicieron que quienes regresaban de América cubiertos de fortuna fueran llamados peruleros, y que valiera un Perú o un Potosí lo que mucho importaba. Del quechua hablado allí llegaron al español palabras como cancha o papa, y de Perú viene ahora el estrenado Nobel de Mario Vargas Llosa.
La primera de las novelas hispanoamericanas que leí fue La tía Julia y el escribidor, ella me llevó a todos los demás: García Márquez, Bioy Casares, Mutis y a algunas otras de nuestro Nobel inmediato. Hoy recuerdo personajes como el escribidor Camacho, el odiado Fonchito, la estridencia del Sinchi, la frustración de Urania y frases como la célebre "En qué momento se jodió el Perú" de la que para mí es la mejor novela de Vargas Llosa. ¿Qué libro de este autor más os gustó? Deja tu comentario o alguna cita de su obra, literaria o periodística

sábado, 2 de octubre de 2010

Yoda y la historia del español

El blog nosodeyod se dedica hoy a Yoda, y no porque su nombre comience por un concepto como el de yod, ese sonido que da nombre a nuestro blog y que es tan importante para explicar los cambios del latín al español, sino por uno de sus rasgos lingüísticos más señeros y conocidos: la tendencia a colocar el verbo conjugado al final de la frase. Estas son algunas frases del longevo y reflexivo maestro Jedi:
"¿Tú crees que Yoda deja de enseñar, sólo porque su estudiante no quiere escuchar? Un maestro Yoda es. Yoda enseña como los borrachos beben, como los asesinos matan".
“No, si algo que decir al respecto yo tengo! [...] Al fin su reinado llego, y no lo bastante corto ha sido”.

Entre las posibilidades de orden de palabras en español, también está la colocación del verbo al final de la frase, una posición que puede aparecer espontáneamente (Sólo nos queda esperar a que buenamente vengan), pero que no es la más común, como podemos ver si es el verbo principal el que se coloca al final (Sólo esperar a que buenamente vengan nos queda).
En la literatura del siglo XV, especialmente en su primera mitad de siglo y en los textos que pertenecen a una corriente letrada, latinizante, esa colocación es bastante habitual: “Manifiesta cosa es” dice el Marqués de Santillana en esa centuria. Así parecía quererse imitar el orden de palabras tan común en la literatura latina, que colocaba el verbo al final (es el llamado orden SOV, sujeto-objeto-verbo). De hecho, algunos seguidores de la saga de las Galaxias sostienen que el habla de Yoda se compuso inspirada a partir del latín, de forma que Juan de Mena, el Marqués de Santillana y otros se inspiraron en la misma fuente que George Lucas y su galaxia ficticia.
El latín nos queda más cerca de lo que pensamos, aunque no lo recoja así nuestro sistema educativo. Deja tu comentario...
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El blog nosodeyod se dedica hoy a Yoda, y no porque su nombre comience por un concepto como el de yod, ese sonido que da nombre a nuestro blog y que es tan importante para explicar los cambios del latín al español, sino por uno de sus rasgos lingüísticos más señeros y conocidos: la tendencia a colocar el verbo conjugado al final de la frase. Estas son algunas frases del longevo y reflexivo maestro Jedi:
"¿Tú crees que Yoda deja de enseñar, sólo porque su estudiante no quiere escuchar? Un maestro Yoda es. Yoda enseña como los borrachos beben, como los asesinos matan".
“No, si algo que decir al respecto yo tengo! [...] Al fin su reinado llego, y no lo bastante corto ha sido”.

Entre las posibilidades de orden de palabras en español, también está la colocación del verbo al final de la frase, una posición que puede aparecer espontáneamente (Sólo nos queda esperar a que buenamente vengan), pero que no es la más común, como podemos ver si es el verbo principal el que se coloca al final (Sólo esperar a que buenamente vengan nos queda).
En la literatura del siglo XV, especialmente en su primera mitad de siglo y en los textos que pertenecen a una corriente letrada, latinizante, esa colocación es bastante habitual: “Manifiesta cosa es” dice el Marqués de Santillana en esa centuria. Así parecía quererse imitar el orden de palabras tan común en la literatura latina, que colocaba el verbo al final (es el llamado orden SOV, sujeto-objeto-verbo). De hecho, algunos seguidores de la saga de las Galaxias sostienen que el habla de Yoda se compuso inspirada a partir del latín, de forma que Juan de Mena, el Marqués de Santillana y otros se inspiraron en la misma fuente que George Lucas y su galaxia ficticia.
El latín nos queda más cerca de lo que pensamos, aunque no lo recoja así nuestro sistema educativo. Deja tu comentario...