Hay muchas maneras de destruir un libro. Puede romperse
a fuerza de manos, como en esta imagen, muy difundida en 1996: en ella, Marcel Reich-Ranicki, destacado crítico literario alemán, rompía literalmente la obra del novelista Günter Grass
Es cuento largo.
Un método clásico es quemar el libro al
fuego. Así se hizo con los libros de
don Enrique de Villena, un interesante intelectual del primer tercio del siglo XV. Para la historia de la lengua, nos interesa Villena por ser uno de los pioneros en la introducción de cultismos desde el latín y la copia de estructuras morfosintácticas de la lengua madre, según es tendencia común en muchos escritores del XV. Entroncado con la familia real de los Trastámara, se formó en la corte valenciana, se desplazó a la castellana y se casó con María de Albornoz. Aquí las crónicas de la época empiezan a ser oscuras al hablar de él: ¿tenía el rey Enrique II de Castilla relaciones con la esposa de Villena a sabiendas de éste? Dado que el maestrazgo de Calatrava obligaba a su portador a ser soltero, ¿obtuvo Villena ese título a cambio de su silencio y la nulidad de su matrimonio? Este episodio de la vida de Enrique de Villena, su defenestración posterior y su retirada dedicación a la astrología, la medicina y la teología hicieron crecer la leyenda en torno a nuestro personaje, cuya fama póstuma se fue haciendo más oscura con el correr de los siglos: se afirmó que el diablo le había enseñado brujería y terminó siendo llamado “El nigromante”o “El brujo” por las crónicas y las novelas posteriores.
Villena muere en 1434 y el rey Juan II manda inmediatamente requisar y expurgar su biblioteca. El obispo Lope de Barrientos se encarga de seleccionar los
libros aprobados, que pasaron a formar parte de las bibliotecas reales y de
quemar los libros peligrosos. Sin duda Cervantes tenía los libros quemados de Villena en la cabeza cuando escribió el famoso episodio del
donoso escrutinio de los libros de Quijote que veis ilustrado a la derecha.
(La imagen del escrutinio del Quijote está tomada de una fabulosa página web que os recomiendo visitar: el Banco de imágenes del Quijote, dirigido por José Manuel Lucía Megías, en el que hay casi 15000 imágenes de los grabados e ilustraciones que han tenido las sucesivas ediciones del Quijote, españolas y extranjeras; esta imagen procede de una edición de 1737).
Los libros pueden también
romperse con cuchillos. Pero es más útil usar éstos para cortar la carne, como nos enseñó el propio Enrique de Villena en su
Arte çisoria, un tratado sobre cómo disponer la mesa y cómo cortar (“cisoria”, de
SCINDO SCIDI-SCISSUM 'cortar') la comida, una exposición sobre mecánica y protocolo de la que extraigo este fragmento:
“[El cortador] descubra la vianda e taje de aquello que fuere mejor o que sabe que sera mas plazible al Rey o que le demandare, segunt que en los capitulos adelante del cortar delas viandas dire; ponjendo aquella vianda que cortar quiere en otro platel llano, dexandolo al cubierto, como primero estaua; limpie a menudo los cuchillos con que cortare, antes que en ellos cargue o paresca vianda o grosura della, guardandose quanto pudiere de llegar a la bianda conlas manos”.
Un libro se puede destruir por el uso, desmadejado de abrirse en las fotocopiadoras, o por el desuso: decenas de libros transidos de humedad, que hemos visto arrinconados en cualquier cuarto. En nosolodeyod no nos gusta la destrucción de libros y sí su creación: ¿qué libro te gustaría leer y aún no ha sido escrito? ¿Qué libro se debería crear? ¿Qué libro escondido debería resucitarse antes de ser destruido? Deja tu comentario...
Hay muchas maneras de destruir un libro. Puede romperse
a fuerza de manos, como en esta imagen, muy difundida en 1996: en ella, Marcel Reich-Ranicki, destacado crítico literario alemán, rompía literalmente la obra del novelista Günter Grass
Es cuento largo.
Un método clásico es quemar el libro al
fuego. Así se hizo con los libros de
don Enrique de Villena, un interesante intelectual del primer tercio del siglo XV. Para la historia de la lengua, nos interesa Villena por ser uno de los pioneros en la introducción de cultismos desde el latín y la copia de estructuras morfosintácticas de la lengua madre, según es tendencia común en muchos escritores del XV. Entroncado con la familia real de los Trastámara, se formó en la corte valenciana, se desplazó a la castellana y se casó con María de Albornoz. Aquí las crónicas de la época empiezan a ser oscuras al hablar de él: ¿tenía el rey Enrique II de Castilla relaciones con la esposa de Villena a sabiendas de éste? Dado que el maestrazgo de Calatrava obligaba a su portador a ser soltero, ¿obtuvo Villena ese título a cambio de su silencio y la nulidad de su matrimonio? Este episodio de la vida de Enrique de Villena, su defenestración posterior y su retirada dedicación a la astrología, la medicina y la teología hicieron crecer la leyenda en torno a nuestro personaje, cuya fama póstuma se fue haciendo más oscura con el correr de los siglos: se afirmó que el diablo le había enseñado brujería y terminó siendo llamado “El nigromante”o “El brujo” por las crónicas y las novelas posteriores.
Villena muere en 1434 y el rey Juan II manda inmediatamente requisar y expurgar su biblioteca. El obispo Lope de Barrientos se encarga de seleccionar los
libros aprobados, que pasaron a formar parte de las bibliotecas reales y de
quemar los libros peligrosos. Sin duda Cervantes tenía los libros quemados de Villena en la cabeza cuando escribió el famoso episodio del
donoso escrutinio de los libros de Quijote que veis ilustrado a la derecha.
(La imagen del escrutinio del Quijote está tomada de una fabulosa página web que os recomiendo visitar: el Banco de imágenes del Quijote, dirigido por José Manuel Lucía Megías, en el que hay casi 15000 imágenes de los grabados e ilustraciones que han tenido las sucesivas ediciones del Quijote, españolas y extranjeras; esta imagen procede de una edición de 1737).
Los libros pueden también
romperse con cuchillos. Pero es más útil usar éstos para cortar la carne, como nos enseñó el propio Enrique de Villena en su
Arte çisoria, un tratado sobre cómo disponer la mesa y cómo cortar (“cisoria”, de
SCINDO SCIDI-SCISSUM 'cortar') la comida, una exposición sobre mecánica y protocolo de la que extraigo este fragmento:
“[El cortador] descubra la vianda e taje de aquello que fuere mejor o que sabe que sera mas plazible al Rey o que le demandare, segunt que en los capitulos adelante del cortar delas viandas dire; ponjendo aquella vianda que cortar quiere en otro platel llano, dexandolo al cubierto, como primero estaua; limpie a menudo los cuchillos con que cortare, antes que en ellos cargue o paresca vianda o grosura della, guardandose quanto pudiere de llegar a la bianda conlas manos”.
Un libro se puede destruir por el uso, desmadejado de abrirse en las fotocopiadoras, o por el desuso: decenas de libros transidos de humedad, que hemos visto arrinconados en cualquier cuarto. En nosolodeyod no nos gusta la destrucción de libros y sí su creación: ¿qué libro te gustaría leer y aún no ha sido escrito? ¿Qué libro se debería crear? ¿Qué libro escondido debería resucitarse antes de ser destruido? Deja tu comentario...